Samuel García / 24 Horas El diario Sin Límites
No es novedad y se mantiene –contra viento y marea- como el mayor lastre que detiene el desarrollo del país y de sus ciudadanos. Ese solo hecho debe avergonzar a cualquier gobierno o a cualquier individuo o grupo de individuos que pretenda gobernar a México.
Lo dicen los expertos. La mala calidad promedio de la educación básica en México ha condenado a los niños y a los jóvenes mexicanos a un futuro limitado e incierto, y ha puesto un poderoso freno a la economía del país para un crecimiento significativo hacia el futuro.
Lo dicen una y otra vez, por igual, los expertos nacionales y extranjeros y los más destacados organismos sobre el desarrollo de las naciones, como el Banco Mundial o la OCDE, sin que en México ocurra nada relevante en las escuelas, y sin que el asunto sea, siquiera, un tema prioritario de agenda de los políticos y partidos que buscan la presidencia de la República en las próximas elecciones.
Hace unos cuantos días la publicación del Reporte Global de Tecnología 2012 (The Global Information Technology Report 2012) que elabora el Foro Económico Mundial volvió a recordar la grave situación de la educación mexicana desde la perspectiva del uso de las tecnologías. Si bien México se ubicó a la mitad de la tabla en el ranking que presenta el Reporte (lugar 76 de entre 142 naciones), fue –y cito- el “pobre nivel educativo” la mayor deficiencia que influyó “negativamente en la utilización efectiva y productiva de las TIC –tecnologías de la información y comunicación- para las personas y las empresas”.
Y cómo no. En ese Reporte comparativo internacional el “pobre nivel educativo” del país, en general, se ubicó en el lugar 107, pero específicamente en “la calidad de la enseñanza de las matemáticas y ciencias” México fue ubicado en el lugar 126 de las 142 naciones evaluadas.
Por eso no es de extrañar que Paul Krugman diga desde Monterrey que la baja calidad de la educación en el país es un factor que ha limitado el crecimiento económico. “Hay instituciones buenas, pero no tantas de educación básica y eso hace que sea difícil desarrollar industrias y crear la fuerza laboral que se requiere”, dijo Krugman.
El Premio Nobel de Economía no está diciendo nada que no se haya demostrado y repetido hasta el cansancio en México –a pesar de la extraña percepción positiva que tienen los padres de familia- pero el problema de la mala educación básica –como otros- no es de calidad en el diagnóstico, ni de creatividad para resolver los escollos que enfrenta, ni siquiera de escasez de recursos presupuestales.
El problema es antiguo y de decisión política. Y allí, más allá del poder que se atribuya a los corruptos líderes magisteriales y sus camarillas, a la competencia o no de los secretarios del ramo en turno, o a los turbios acuerdos políticos que podrían subyacer en los gobiernos estatales; hay un solo responsable que ha despachado y despacha en Los Pinos. Es allí, en donde en los últimos años se ha privilegiado el acuerdo político-electoral por sobre la calidad y el futuro de la educación básica.
Los resultados hablan por sí solos.
No es novedad y se mantiene –contra viento y marea- como el mayor lastre que detiene el desarrollo del país y de sus ciudadanos. Ese solo hecho debe avergonzar a cualquier gobierno o a cualquier individuo o grupo de individuos que pretenda gobernar a México.
Lo dicen los expertos. La mala calidad promedio de la educación básica en México ha condenado a los niños y a los jóvenes mexicanos a un futuro limitado e incierto, y ha puesto un poderoso freno a la economía del país para un crecimiento significativo hacia el futuro.
Lo dicen una y otra vez, por igual, los expertos nacionales y extranjeros y los más destacados organismos sobre el desarrollo de las naciones, como el Banco Mundial o la OCDE, sin que en México ocurra nada relevante en las escuelas, y sin que el asunto sea, siquiera, un tema prioritario de agenda de los políticos y partidos que buscan la presidencia de la República en las próximas elecciones.
Hace unos cuantos días la publicación del Reporte Global de Tecnología 2012 (The Global Information Technology Report 2012) que elabora el Foro Económico Mundial volvió a recordar la grave situación de la educación mexicana desde la perspectiva del uso de las tecnologías. Si bien México se ubicó a la mitad de la tabla en el ranking que presenta el Reporte (lugar 76 de entre 142 naciones), fue –y cito- el “pobre nivel educativo” la mayor deficiencia que influyó “negativamente en la utilización efectiva y productiva de las TIC –tecnologías de la información y comunicación- para las personas y las empresas”.
Y cómo no. En ese Reporte comparativo internacional el “pobre nivel educativo” del país, en general, se ubicó en el lugar 107, pero específicamente en “la calidad de la enseñanza de las matemáticas y ciencias” México fue ubicado en el lugar 126 de las 142 naciones evaluadas.
Por eso no es de extrañar que Paul Krugman diga desde Monterrey que la baja calidad de la educación en el país es un factor que ha limitado el crecimiento económico. “Hay instituciones buenas, pero no tantas de educación básica y eso hace que sea difícil desarrollar industrias y crear la fuerza laboral que se requiere”, dijo Krugman.
El Premio Nobel de Economía no está diciendo nada que no se haya demostrado y repetido hasta el cansancio en México –a pesar de la extraña percepción positiva que tienen los padres de familia- pero el problema de la mala educación básica –como otros- no es de calidad en el diagnóstico, ni de creatividad para resolver los escollos que enfrenta, ni siquiera de escasez de recursos presupuestales.
El problema es antiguo y de decisión política. Y allí, más allá del poder que se atribuya a los corruptos líderes magisteriales y sus camarillas, a la competencia o no de los secretarios del ramo en turno, o a los turbios acuerdos políticos que podrían subyacer en los gobiernos estatales; hay un solo responsable que ha despachado y despacha en Los Pinos. Es allí, en donde en los últimos años se ha privilegiado el acuerdo político-electoral por sobre la calidad y el futuro de la educación básica.
Los resultados hablan por sí solos.
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