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Para las próximas elecciones (con todo y el
abstencionismo por la decepción de los ciudadanos hacia los partidos y sus
candidatos), y con la amenaza de Calderón de suspenderlas para no entregar el
cargo ni al Partido de la Revolución Democrática (PRD) ni al Partido
Revolucionario Institucional (PRI), una anoréxica Vázquez Mota puede caer al
cuarto lugar, por debajo del candidato de la Gordillo (un desconocido de nombre
Gabriel Quadri de la Torre). Una muy enferma Josefina que se desmaya en
público, con su palidez de cera empujará al PAN al precipicio cuya orilla puso
Calderón y su grupo por su mal desempeño; y 12 años después ha sumido al país
en una de sus peores crisis económicas: la pobreza alcanza a más de 50 millones
de personas, a más de 20 millones en desempleo (14 de éstos en el comercio
callejero); 10 millones de jóvenes sin escuela, trabajo, presente ni futuro. Y
casi 60 mil homicidios por narcos y delincuentes dispuestos a no ceder contra
militares y policías, que tienen a la nación atrapada en el terrorismo
sangriento.
Hay 10
millones de indígenas en la hambruna. Y por no instalar desaladoras, una sequía
infernal que, con los desplazados por la criminalidad, hace emigrar a
comunidades enteras a los cinturones de las urbes, sin opciones de empleo ni de
caridad para sobrevivir. No hay cosechas de temporal para al menos comer
tortillas y frijoles. Y compramos granos, porque el calderonismo y Fox
abandonaron el campo, donde los agricultores ricos se llevan la escasa agua de
las presas, para vender la cosecha en el exterior. La nación está en el umbral
de una explosión social. Las cuentas alegres del gobierno federal por sus
obligaciones se vienen abajo por la falta de empleo, pues no hay gasto social,
ni incentiva a la inversión privada a generar plazas nuevas y las enfermedades
acechan a la población sin acceso a los servicios de salud (pese al mito del
seguro popular).
Veintiocho
millones de mexicanos sobreviven en la pobreza alimentaria. A las comunidades
indígenas ya no les hacen llegar ni agua. Y tienen en el olvido a los 50
millones de pobres por no cumplir las obligaciones federales. En otras
sociedades, por menos han derribado a sus gobernantes. Pero el malestar
económico en nuestro país no ha generado más allá del ejercicio del derecho a
protestar que a veces negocia respuestas a problemas de grupo. Tal vez no hay
condiciones para la violencia por hambre, mientras la sangrienta violencia por
la disputa del poder entre narcotraficantes y las deterioradas instituciones
militares y policiacas aumenta. Y esto desactiva que los asuntos sociales
estallen.
O se estará
acumulando la desesperación en más de 80 millones de mexicanos, atrincherados
en sus problemas. El calderonismo no cumplió con sus obligaciones: protección
de la salud, vivienda, acceso de la niñez a la alimentación, salud y educación,
empleo, etcétera. ¿Y cómo hacer para que Calderón, los desgobernadores y
presidentes municipales cumplan? Pacíficamente se han agotado todas las vías. Y
las elecciones, raíz de la democracia, ya no dan oportunidades para que los
ciudadanos les reclamen
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