Si aquel país quiere salir adelante con sus problemas,
lo primero es que deje de obedecer a los organismos multinacionales.
Enrique Del
Val Blanco / Excelsior
Según
constatamos todos los días, la situación española es de debacle. En materia
económica, el gobierno de derecha, tan querido por nuestro Presidente, se plegó
a los dictados de Alemania y el Banco Central Europeo (BCE), provocando una
crisis mayor a la que ya tenían. Con más de cinco millones de parados, recorta
los recursos para la salud y la educación, incrementa la edad de jubilación y
reduce las pensiones, esperando lograr tener un déficit, el famoso déficit de
tres por ciento para ser mejor aceptados en la Comunidad Europea.
Lo que
logrará es crear un clima de inestabilidad social no visto desde la dictadura
de Franco. La imagen imborrable del presidente del BCE simulando
estrangular al ministro español de finanzas es muy clara de cómo ven
actualmente en Europa a España.
Otro suceso
que viene a dar mayor gravedad a la situación española es el comportamiento de
la llamada “Familia Real”. Primero ha sido el divorcio de una de las hijas;
después el yerno, demostrando que es un corrupto de siete suelas; continuó el
disparo de un rifle hecho por uno de los nietos, hiriéndose el pie y dando
lugar a comentarios sobre el incumplimiento de la Familia Real a la prohibición
a menores del manejo de armas y, para cerrar, el safari del rey en Botsuana, en
cacería de un elefante, su caída y hospitalización. El rey salió a manifestar
que lo sentía mucho y no lo volvería hacer. Casi como niño de primaria.
Para su mala
suerte, el día del accidente se conmemoraba el aniversario del establecimiento
de la Segunda República Española, y ahora las demandas de fin de la monarquía
crecen día con día.
Por último,
la expropiación por parte del gobierno argentino de la empresa Yacimientos
Petrolíferos Fiscales (YPF), de la cual tiene 51 por ciento la empresa Repsol,
con sede en España, ha provocado una sarta de tonterías del gobierno español,
creyendo que todavía sigue dominando América Latina.
Por cierto,
los países europeos y Estados Unidos se han hecho a un lado en el diferendo,
sin mostrar gran apoyo al gobierno español. Hasta ahora sólo ha sido nuestro
Presidente quien ha tenido a bien expresar “muy poco responsable y muy poco
racional” la expropiación realizada por Argentina. Lo que es poco apropiado y
poco racional es meterse en los asuntos internos de otro país, sobre todo
cuando tiene a su cargo la representación del Estado. El señor Rajoy
debe estar muy contento con el apoyo mexicano, que en los tiempos actuales
tiene tanto peso como el de España en el mundo.
La posición
española de defensa de Repsol es como si se tratara de una empresa española y
estatal. No lo es, más de 50 por ciento de su capital está en manos de
extranjeros. Pemex tiene 10 por ciento de dicha empresa y recordemos que el
gobierno español rechazó que obtuviera mayor porcentaje al defender “la
españolidad” de la empresa. Ahora sí nos buscan urgentemente para defenderse,
cuando hace unos meses utilizaron todos los medios posibles para impedir la
participación.
El gobierno
argentino ha demostrado cuál era el principal objetivo de Repsol: obtener el
máximo lucro. No hay que asustarse, es la lógica del sistema. Lo que no era
posible es que siendo un recurso no renovable tan importante, no estuviera en
manos de los argentinos y su gobierno, como lo es en muchos países del mundo,
entre ellos de América Latina.
Si España
quiere salir adelante con sus problemas, lo primero es que deje de obedecer a
los organismos multinacionales; utilizar todos los recursos disponibles para
crecer y dar empleo a los que lo demandan, olvidándose del famoso tres por
ciento de déficit, ya que cuando lo logren quizá ya no les sirva. También han
de olvidarse de los Borbones y defender empresas trasnacionales; más bien hay
que respetar la soberanía de los pueblos, como es el caso de la Argentina, que
está en todo su derecho de expropiar en beneficio de su pueblo los recursos que
considere necesarios. Al igual que hicimos nosotros en 1938 con un verdadero y
gran presidente.
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