La geopolítica está alejándose decisivamente de un
mundo dominado por Europa y EE UU
Jeffrey Sachs / El País
Las
reuniones anuales de primavera del Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial han permitido advertir dos tendencias fundamentales que impulsan la
política y la economía mundiales. La geopolítica está alejándose decisivamente
de un mundo dominado por Europa y EE UU y hacia otro con muchas potencias
regionales, pero sin un dirigente mundial, y se acerca una nueva era de
inestabilidad económica debida tanto a los límites físicos del crecimiento como
a la agitación financiera.
La crisis
económica de Europa ha sido el asunto principal de las reuniones del FMI y del
Banco Mundial de este año. El Fondo está intentando crear un mecanismo de
rescate de emergencia para el caso de que las economías débiles europeas
necesiten otro rescate financiero y se ha dirigido a las más importantes
economías en ascenso —Brasil, China, India, los exportadores de petróleo del
Golfo y otros— para que contribuyan a aportar los recursos necesarios. Su
respuesta es clara: sí, pero solo a cambio de más poder y votos en el FMI. Como
Europa necesita un respaldo financiero internacional, tendrá que asentir.
Naturalmente,
la petición por parte de las economías en ascenso de más poder es una historia
muy conocida. En 2010, cuando el FMI aumentó por última vez sus recursos
financieros, las economías en ascenso aceptaron el trato solo si se aumentaba
en un 6%, aproximadamente, la proporción de sus votos en el FMI, con lo que
Europa perdió un 4% aproximadamente. Ahora los países con mercados en ascenso
piden una proporción aún mayor de poder.
No es difícil
ver la razón subyacente. Según los propios datos del FMI, los actuales miembros
de la Unión Europea representaban el 31% de la economía mundial en 1980
(calculado mediante el PIB de cada uno de ellos, ajustado según la paridad del
poder adquisitivo). En 2011, la proporción de la UE bajó al 20%, y, según las
proyecciones del Fondo, se reducirá aún más, hasta el 17%, de aquí a 2017.
Ese descenso
refleja el lento crecimiento de Europa en población y en producción por
persona. La otra cara de la moneda es que la proporción del PIB mundial
correspondiente a los países asiáticos en desarrollo, incluidos China e India,
se ha disparado, del 8% aproximadamente en 1980 al 25% en 2011, y se espera que
alcance el 31% en 2017.
EE UU, como
es habitual en ese país en estos tiempos, insiste en que no participará en
ningún nuevo fondo de rescate del FMI. El Congreso de EE UU ha adoptado cada
vez más políticas económicas aislacionistas, en particular en lo relativo a la
ayuda financiera a otros países. También eso refleja la decadencia a largo
plazo del poder de EE UU. La proporción del PIB mundial correspondiente a EE
UU, que era del 25% aproximadamente en 1980, bajó hasta el 19% en 2011 y se
espera que descienda hasta el 18% en 2017, momento en el que, según la
previsión del FMI, China habrá superado a la economía de EE UU en términos
absolutos (ajustados a la paridad de poder adquisitivo).
Pero la
traslación del poder mundial es más complicada que el descenso del Atlántico
septentrional (UE y EE UU) y la progresión de las economías en ascenso, en
particular los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). También estamos
pasando de un mundo unipolar, encabezado principalmente por EE UU, a otro en
verdad multipolar, en el que EE UU, los BRICS y potencias menores (como, por
ejemplo, Nigeria y Turquía) tienen influencia regional, pero se muestran
reacias a asumir posiciones de dirección mundial y en particular a cargar con
las consiguientes responsabilidades financieras. La cuestión no es simplemente
que ahora haya cinco o seis potencias más importantes, sino también que todas
ellas quieren obtener beneficios a expensas de otras.
El paso a
semejante mundo multipolar presenta la ventaja de que ningún país o bloque
pequeño en particular puede dominar a los otros. Cada una de las regiones puede
acabar con margen de maniobra y cierto espacio para encontrar su camino. Sin
embargo, un mundo multipolar entraña también grandes riesgos, en particular que
no se atiendan los imperativos mundiales más importantes, porque ningún país o
región particular pueda o quiera coordinar una reacción mundial ni participar
siquiera en ella.
EE UU ha
pasado rápidamente de la dirección mundial a esa clase de búsqueda del
beneficio sin contrapartida, con lo que parece esquivar la fase de la
cooperación mundial. Así, EE UU se abstiene actualmente de participar en la
cooperación mundial en materia de cambio climático, los planes de rescate
financiero del FMI, las metas de la asistencia mundial al desarrollo y otros
aspectos de la colaboración internacional en la aportación de bienes públicos
mundiales.
Las
deficiencias de la cooperación mundial en materia de políticas son
particularmente preocupantes, en vista de la gravedad de las amenazas que se
deben afrontar. Naturalmente, la actual agitación financiera mundial es lo
primero que nos viene a la cabeza, pero otras son aún más importantes.
De hecho,
las reuniones del FMI/Banco Mundial también abordan un segundo cambio
fundamental en la economía mundial: los elevados e inestables precios de las
materias primas son ahora una importante amenaza para la estabilidad y el
crecimiento económicos mundiales.
Desde 2005,
aproximadamente, los precios de los más importantes productos básicos se han
puesto por las nubes. Los precios del petróleo, del carbón, del cobre, del oro,
del trigo, del maíz, del mineral de hierro y de muchos otros productos se han
duplicado o triplicado, o han aumentado aún más. También los combustibles, los
cereales y los minerales han resultado afectados. Algunos han atribuido el
aumento a las burbujas de los precios de las materias primas, a los bajos tipos
de interés y al fácil acceso al crédito para la especulación. Sin embargo, la
explicación más convincente es casi con toda certeza más básica.
El aumento
de la demanda mundial de productos básicos, en particular en China, está
reduciendo los suministros físicos de recursos mundiales. Sí, se puede producir
más petróleo y más cobre, pero solo con costes de producción marginales mucho
mayores.
Pero el
problema supera la cuestión de las limitaciones de abastecimiento. El
crecimiento económico mundial está causando también una crisis medioambiental
que cada vez se agrava más. Actualmente los precios de los alimentos son altos
en parte porque las regiones cultivadoras de productos alimentarios de todo el
mundo están experimentando los efectos desfavorables del cambio climático inducido
por el hombre (como, por ejemplo, más sequías y tormentas extremas) y de la
escasez de agua causada por una utilización excesiva de agua potable de los
ríos y los acuíferos.
En una
palabra, la economía mundial está experimentando una crisis de sostenibilidad
en la que las limitaciones de los recursos y las presiones medioambientales
están causando alzas repentinas de los precios e inestabilidad ecológica. El
desarrollo económico necesita volverse rápidamente sostenible adoptando las
tecnologías y los estilos de vida que reducen las peligrosas presiones a los
ecosistemas de la Tierra, lo que también requerirá un nivel de cooperación
mundial que no se ve por ningún lado.
Las
reuniones del FMI/Banco Mundial nos recuerdan una verdad más general: nuestro
mundo, muy interconectado y superpoblado, se ha convertido en un navío muy
complicado. Para que podamos avanzar, debemos empezar a remar en la misma
dirección, aun cuando no haya un solo capitán al timón.
Jeffrey D.
Sachs es profesor de Economía y director del Instituto de la Tierra en la
Universidad de Columbia. También es asesor especial del secretario general de
Naciones Unidas sobre los objetivos de desarrollo del milenio.
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