miércoles, 25 de abril de 2012

¿NUEVA RUTA PARA MÉXICO?


Alberto Tovar / El Financiero
El nuevo gobierno en México nacerá bajo un entorno negativo de los mercados internacionales, menor crecimiento mundial y alta competitividad, pero el mayor reto será enfrentar una revisión del modelo económico seguido hasta ahora, sobre todo si se quiere crecer a tasas que alcancen el 6 por ciento, necesarias para enfrentar el reto social.
 Si bien la globalización no puede (ni conviene) ser evitada, también está claro que está lejos de ser la panacea. La interdependencia ha provocado que los países más desarrollados sean los que estén en este momento en una profunda crisis. Tan es así que hay una corriente proteccionista como una forma de blindar su actividad interna.
 Un buen ejemplo es la Comunidad Económica Europea, que poco le falta para diluirse ante la irresponsabilidad en el manejo del endeudamiento y el problema amenaza con tener un horizonte de resolución de al menos cinco años. Estados Unidos, por su parte, presenta una mejor perspectiva; sin embargo, muy moderada para darle a México el impulso suficiente.
 En contrapartida, el ámbito competitivo se vuelve más agresivo, toda vez que el mercado se achica y naciones como China e India buscan quedarse con gran parte de la tajada comercial. En este sentido, seguimos estando a media tabla y se diluye la ventaja geográfica vía precio y capacidad de respuesta.
 En Latinoamérica se ha dado una corriente de izquierda populista que surge ante el fracaso del modelo de libre mercado de aliviar los problemas sociales añejos. Una muestra reciente de este desajuste es la nacionalización de la empresa petrolera YPF en Argentina.
 Con todo y la globalización, es un hecho que se ha elevado la concentración del ingreso y ha aumentado la pobreza. Ello implica una mayor carga política y fiscal para los gobiernos de todo el orbe, y la pregunta es cuál será entonces el papel del Estado en una sociedad que presiona por ayuda pública cuando urge la austeridad desde una óptica financiera.
 El entramado es difícil porque tampoco se trata de un viraje brusco como lo está haciendo Argentina. Esta opción es insensata y sólo conduce al aislacionismo, con su consecuente resultado en menor inversión y empleo.
 Los márgenes de maniobra prácticamente se han reducido y aun cuando se habla de que México seguirá presentando un crecimiento en producción, es insuficiente, y la pobreza seguirá elevándose en la medida que no se generen las plazas de trabajo requeridas.
 Cualquiera que sea el ganador (o ganadora) podrá caer en la tentación de seguir con la inercia de la mediocridad. El reto es alentar al mercado interno y, muy en particular, a las pequeñas y medianas empresas por medio de un Estado promotor con incentivos para desarrollar la economía local. Lo anterior generaría empleo y salvaguardaría de los vaivenes foráneos.
 Es imperativo instrumentar una política industrial que ha sido la gran ausente en todo el proceso de liberalismo.

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