Alberto Tovar / El Financiero
El nuevo
gobierno en México nacerá bajo un entorno negativo de los mercados
internacionales, menor crecimiento mundial y alta competitividad, pero el mayor
reto será enfrentar una revisión del modelo económico seguido hasta ahora,
sobre todo si se quiere crecer a tasas que alcancen el 6 por ciento, necesarias
para enfrentar el reto social.
Si bien la
globalización no puede (ni conviene) ser evitada, también está claro que está
lejos de ser la panacea. La interdependencia ha provocado que los países más
desarrollados sean los que estén en este momento en una profunda crisis. Tan es
así que hay una corriente proteccionista como una forma de blindar su actividad
interna.
Un buen
ejemplo es la Comunidad Económica Europea, que poco le falta para diluirse ante
la irresponsabilidad en el manejo del endeudamiento y el problema amenaza con
tener un horizonte de resolución de al menos cinco años. Estados Unidos, por su
parte, presenta una mejor perspectiva; sin embargo, muy moderada para darle a
México el impulso suficiente.
En
contrapartida, el ámbito competitivo se vuelve más agresivo, toda vez que el
mercado se achica y naciones como China e India buscan quedarse con gran parte
de la tajada comercial. En este sentido, seguimos estando a media tabla y se
diluye la ventaja geográfica vía precio y capacidad de respuesta.
En
Latinoamérica se ha dado una corriente de izquierda populista que surge ante el
fracaso del modelo de libre mercado de aliviar los problemas sociales añejos.
Una muestra reciente de este desajuste es la nacionalización de la empresa
petrolera YPF en Argentina.
Con todo y
la globalización, es un hecho que se ha elevado la concentración del ingreso y
ha aumentado la pobreza. Ello implica una mayor carga política y fiscal para
los gobiernos de todo el orbe, y la pregunta es cuál será entonces el papel del
Estado en una sociedad que presiona por ayuda pública cuando urge la austeridad
desde una óptica financiera.
El entramado
es difícil porque tampoco se trata de un viraje brusco como lo está haciendo
Argentina. Esta opción es insensata y sólo conduce al aislacionismo, con su
consecuente resultado en menor inversión y empleo.
Los márgenes
de maniobra prácticamente se han reducido y aun cuando se habla de que México
seguirá presentando un crecimiento en producción, es insuficiente, y la pobreza
seguirá elevándose en la medida que no se generen las plazas de trabajo
requeridas.
Cualquiera
que sea el ganador (o ganadora) podrá caer en la tentación de seguir con la
inercia de la mediocridad. El reto es alentar al mercado interno y, muy en
particular, a las pequeñas y medianas empresas por medio de un Estado promotor
con incentivos para desarrollar la economía local. Lo anterior generaría empleo
y salvaguardaría de los vaivenes foráneos.
Es
imperativo instrumentar una política industrial que ha sido la gran ausente en
todo el proceso de liberalismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario