domingo, 29 de abril de 2012

CALDEROLANDIA SUPERA A FOXILANDIA

Jorge Zepeda Patterson / El Universal

 
Calderón dijo hace algunos días que la migración de trabajadores mexicanos a Estados Unidos cayó gracias a las oportunidades que su gobierno ha creado en materia de empleo. O sea, ya lo estamos perdiendo. Se necesita una enorme dosis de negación de la realidad, para no ver la obviedad de los verdaderos motivos: la contracción de la economía de nuestro vecino, el endurecimiento de las leyes migratorias y la severidad de la vigilancia en la frontera.
Para infortunio de Calderón apenas acababa de colocarse la estrellita en la frente, cuando Janet Napolitano, del comité de seguridad interna estadounidense entregó el miércoles pasado un reporte puntual sobre el tema. En efecto la salida de mexicanos ha descendido 53 por ciento en tres años, pero eso es porque los agentes fronterizos han aumentado a casi al doble (10 mil a 19 mil), se comenzó a aplicar tecnología punta en la vigilancia y las sanciones a los empleadores de ilegales crecieron exponencialmente. No es el empleo en México lo que ha crecido como quiere hacernos creer el presidente, sino el desempleo en Estados Unidos.
En descargo de Calderón habría que decir que por lo general todos los soberanos suelen terminar encerrados en sus torres de marfil. Se alimentan exclusivamente de la información “a modo” que les ofrece el círculo cerrado que les rodea. Mientras existan funcionarios que sigan respondiendo “las que usted diga, señor” a la pregunta ¿qué horas son?, los presidentes vivirán en su burbuja personal.
Quizá porque nunca tuvo apetito real por el poder y llegó a Los Pinos por mera circunstancia, Ernesto Zedillo se inventó un buen recurso para escapar a la jaula de oro. Cuando hacía giras por alguna ciudad, se tomaba media tarde para hablar con líderes locales. Uno a uno y durante 20 minutos por persona recibía a un rector, algún presidente de ganaderos, un director de periódico local (era mi caso en Guadalajara), un intelectual destacado, etc. Durante la conversación a solas, sin secretarios o funcionarios presentes, Zedillo exhortaba a su interlocutor a externar su opinión sobre el gobierno federal y el estado de cosas en la entidad. Supongo que muchos elogiarían al Presidente, pero me consta que algunos aprovechábamos la ocasión para expresar críticas y diferencias de criterio. Luego de la primera sesión, en la que fui particularmente severo con algunas de sus decisiones, asumí que nunca más sería invitado a otro ejercicio similar. Para mi sorpresa tuve otras dos “encerronas” con el Presidente giras posteriores.
Supongo que si Zedillo hizo esto a lo largo de todo el país su visión de la realidad debió ser mucho más rica y compleja que los descafeinados y pasteurizados reportes que le ofrecían sus subordinados. (A mi parecer Zedillo ha sido el más republicano de los últimos presidentes. No sólo permitió la alternancia política y las reformas que llevaron a ella, contra la opinión de buena parte de su partido; me parece también que ha sido el menos avorazado en términos de corrupción y enriquecimiento personal. Para su desgracia y la de todos los mexicanos, cometió el más grande error de la historia moderna del país: el brutal endeudamiento derivado del Fobaproa. Y no es el rescate financiero lo que se cuestiona, sino la manera abusiva en que fue aplicado, pero esa es otra historia).
Abrirse a otra información no ha sido el fuerte de Calderón.  En los cuatro encuentros en los que he participado por razones periodísticas durante su presidencia, el michoacano se ha caracterizado por su propensión a polemizar. Los testimonios concuerdan; el Presidente utiliza toda conversación o encuentro en palestra unilateral para difundir sus razones. Oye pero no escucha. Mucho menos a sus subordinados que viven atemorizados por sus regaños o sus reacciones iracundas frente a reportes adversos. En beneficio del mandatario habría que decir que en algunas materias parece un profundo conocedor de los detalles. Siempre maneja cifras y conoce la legislación respectiva. Pero es una selección de estadísticas invariablemente parcial; sólo aquellas que favorecen sus argumentos.
Hace una semana Calderón aseguró en Washington que la providencia había colocado a la “gente acertada en el momento adecuado”, refiriéndose a su cruzada personal en contra del Narco. Nunca fue fácil dialogar con el Presidente, mucho menos ahora que recurre a explicaciones de origen celestial, para justificar sus actos. No hay manera de cuestionar y mucho menos de modificar su estrategia contra el crimen organizado si, como él dice, es resultado de la volunta divina. Mala cosa cuando la desinformación y el fundamentalismo terminan generando un universo paralelo. La Disneylandia de Fox me resultaba más inofensiva y frívola que ésta extraña Calderolandia en la que se está deslizando el Presidente.

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