viernes, 4 de febrero de 2011

¿QUE ESTAMOS COMIENDO?

José Sarukhán / El Universal
Hace tres semanas la Administración de Medicinas y Alimentos (FDA) de Estados Unidos, emitió un reporte inesperado e impresionante. Inesperado, porque sólo hasta una década después de que la Unión de Científicos Comprometidos de EU —UCS, por sus siglas en inglés— dio a conocer una estimación de las cifras de antibióticos utilizados en la industria de la producción animal en ese país, hubo una respuesta por parte de la FDA. Impresionante, porque las cifras de FDA son superiores (y más preocupantes) a las publicadas por la UCS en 2001 (www.ucsusa.org/food_and_agriculture/science_and_impacts/impacts_industrial_agriculture/).
Las cifras reportadas por UCS estimaban cerca de 12 millones de kilos de compuestos activos de antibióticos utilizados anualmente en la industria animal, sólo como elementos preventivos de enfermedades, no para curarlas; casi el 90% de este volumen fue utilizado por las industrias aviar y porcina, el resto en ganado vacuno. El reporte de FDA estima que, para el 2009, se utilizaron 14 millones de kilos. Las cifras serían mucho mayores si se incluyen los antibióticos con fines terapéuticos. La cantidad reportada es unas ocho veces mayor que el consumo humano total de antibióticos de Estados Unidos. Sin embargo, la industria de producción animal de ese país insistía, en los años 80, que el consumo humano de antibióticos era más del doble de la cantidad usada para producir cárnicos. Las estimaciones actuales a este respecto demuestran que, de la producción total de antibióticos, entre 70 y 85% son usados en la producción de carne para consumo humano. La burra de la sospecha pública, acerca de lo que diferentes industrias hacen, no era arisca; muchos industriales, en muchos campos, se han encargado de hacerla arisca…
La resistencia a los antibióticos por parte de los patógenos, fenómeno bien conocido, es una respuesta evolutiva de los microorganismos a un agente mortal. Debido a la variabilidad genética de esos microorganismos y a la velocidad con la que se reproducen, la selección por genotipos resistentes es muy activa y en poco tiempo los individuos resistentes dominan las cepas de esos organismos. El tiempo medio de desarrollo de resistencia a una nueva generación de antibióticos para uso humano es de entre dos y tres años.
El uso indiscriminado de antibióticos en la población humana es el factor central en la escalada de guerra entre medicinas y microorganismos, con serios costos de salud pública, como lo demuestra la muy tardía medida de no vender antibióticos sin receta en México. Sin embargo, la cantidad de esos biocidas que se consumen involuntariamente con la comida juega un papel de gran importancia en el desarrollo de resistencia a antibióticos en los patógenos que nos afectan. Varios de los antibióticos usados de manera rutinaria (desde la década de los 50) en la producción masiva de aves y ganado porcino y vacuno son las mismas usadas con fines humanos: tetraciclina, penicilina y eritromicina.
En el último cuarto de siglo, el uso de antibióticos ha aumentado en Estados Unidos en la industria aviar de forma más fuerte: más de 300%, aunque el volumen de la industria solamente justifica 60% de ese aumento; obviamente ha ocurrido ya el desarrollo de resistencia de los microorganismos a los antibióticos.
Aumentar el uso de antibióticos parecería razonable para hacer negocio. ¿Pero qué pasa con la salud humana y los costos asociados a atenderla? Si esto ocurre en Estados Unidos, donde se supone que la FDA y su Departamento de Agricultura tienen controles severos, ¿qué pasa en México en este sentido? ¿Hay datos confiables al respecto? Adicionalmente, falta comentar lo referente al uso de hormonas en la producción de cárnicos para consumo humano, asuntos que dejo pendientes, querido lector, para mi próxima colaboración.
Biólogo investigador de la UNAM

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