miércoles, 21 de julio de 2010

SE AGOTA EL IMPULSO ECONÓMICO EXTERNO

Rogelio Ramírez de la O / El Universal
La recuperación en la economía de Estados Unidos concluyó su etapa fácil cuando los estímulos fiscal y monetario del gobierno tuvieron sus mayores impactos, impulsando las ventas y los inventarios. Por eso su producto interno bruto creció más de 2.5% anualmente en el primer semestre.
Pero a comienzos de julio, los indicadores de producción, ventas y empleo, así como los de utilidades empresariales y, en consecuencia, los precios de acciones de la Bolsa, sugieren poco impulso adicional.
Además de una desaceleración evidente en el segundo trimestre, será difícil para ese gobierno replicar los estímulos y apoyos para industrias o desempleados. Esto por el temor y oposición de grupos conservadores a acumular demasiada deuda.
Hay que admitir que el impacto de los cuantiosos estímulos aprobados desde 2008 ha sido limitado: evitaron que la economía cayera en otra Gran Depresión, pero no lograron que entrara en trayectoria de crecimiento autosostenido.
Peor aún, los riesgos de una depresión o, cuando menos, de un crecimiento muy bajo, siguen ahí. Quienes quieren más estímulos piensan que éstos son indispensables para eliminar de raíz esos riesgos. Pero quienes se oponen tienen razón cuando menos en que el gasto gubernamental masivo ha tenido hasta ahora muy poco efecto multiplicador. En lugar de que generara en otras etapas de producción y ventas nuevos ingresos y gastos de familias y empresas, las familias ahorraron más para pagar deuda. Al hacerlo, redujeron el poder multiplicador del gasto del gobierno.
De ahí que lo más probable es que las economías estadounidense y global entren a un nuevo periodo de bajo crecimiento, sin gran creación de empleo. Las empresas competirán por una demanda global insuficiente para todos.
En México, el gobierno de Felipe Calderón tuvo una estrategia para enfrentar la recesión de 2008 y 2009. En 2009 fortaleció el peso de 15 por dólar a 13, con ventas permanentes de dólares del Banco de México y anunció masivos créditos del exterior. Para reafirmar su intención de privilegiar la estabilidad, más tarde se embarcó en un aumento de impuestos para proteger las finanzas públicas. Esa estrategia requirió necesariamente que se desentendiera de las finanzas privadas y de los efectos de la recesión en el producto y el empleo. De ahí que el PIB se desplomara 6.5%, que aun hoy no alcance el nivel que tenía en 2008 y que haya 2 millones más de desempleados y subempleados.
Nadie busca salir de problemas creando peores problemas para más tarde. El supuesto del gobierno era que el crecimiento retornaría en 2010 gracias al esfuerzo estadounidense y ahí, su estrategia conservadora de 2009 le rendiría frutos.
Las cosas le salieron bien en 2009 para lo limitado de sus aspiraciones: tipo de cambio y finanzas públicas. De paso, la profunda recesión deprimió los salarios y la inflación resultó ser cómodamente baja. Pero la recuperación externa que esperaba en 2010 está perdiendo impulso desde ahora.
El precio de esa estrategia fue el daño económico por el cierre de plantas, producción e ingresos que se dejaron de generar y pérdida de confianza de la población. Es un precio considerable que ahora lo limita para proponer más sacrificio, como lo quiere con el IVA en medicinas y alimentos.
El mejor escenario para México hacia 2012 es de crecimiento muy lento con más deterioro económico y social. Desapareciendo el impulso externo fuerte, la economía mexicana se queda sin motor y con un lastre de recesión excesiva que pudo ser menor con un mejor diagnóstico global y una estrategia más balanceada.
Analista económico

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