viernes, 23 de julio de 2010

MICROFINANZAS: ¿NEGOCIO PARA RICOS O AYUDA PARA POBRES?

Paloma Merodio Gómez / El Universal
A pesar de que las instituciones financieras no llegan a ellos, los pobres ahorran, piden créditos y están inmersos en un mundo de productos financieros informales. Muhammad Yunus, creador del Banco Grameen en Bangladesh y premio Nobel de la Paz en 2006, le enseñó al mundo de las finanzas que las personas de bajos ingresos son capaces de pagar un crédito. El Banco Grameen fue creado en 1976 con el objetivo de entregar créditos grupales sin colateral, principalmente a mujeres. Desde entonces, las microfinanzas se han convertido en el hito del desarrollo económico.
Más allá de las virtudes que se le atribuyen a las microfinanzas, como son la mayor penetración del sistema financiero y la reducción de la pobreza, muchas críticas han sido publicadas. Sus opositores sostienen que el mecanismo no aumenta el ingreso a futuro ni el gasto de los hogares. Establecen que las microfinanzas no son una solución por sí solas, especialmente cuando las tasas de interés pueden ser de hasta 100%. Otra crítica fundamental es que no todos los deudores cuentan con un espíritu emprendedor para abrir una tienda de abarrotes o un pequeño negocio familiar, y estos comercios cuentan con baja productividad y poca tecnología.
Pero el mercado de las microfinanzas se encuentra en expansión. La demanda por productos financieros, ya sean créditos, ahorro o seguros es evidente. Pero lo que comenzó como un experimento social para erradicar la pobreza en el mundo ha mostrado que se puede convertir en un negocio rentable. Esto ha atraído a los fondos de capital privado y otros inversionistas, quienes han invertido miles de millones de dólares en los últimos años en las microfinanzas a nivel mundial.
Pero, ¿cuál es el último fin de las microfinanzas? ¿Hacer negocio o aliviar la pobreza? Si el objetivo de las microfinanzas está en el desarrollo económico, el recibir un crédito para comprar una televisión nueva no ayudará a los hogares a aumentar su ingreso futuro ni a salir de la pobreza.
El éxito del Banco Grameen no se debe al simple hecho de entregar créditos a los hogares pobres. El banco se ha dedicado a crear cohesión social entre sus miembros. Al pertenecer a un grupo, los prestatarios crean vínculos sociales donde se protegen unos a otros. Pertenecer a Grameen es visto como un privilegio. Si alguien del grupo no paga, el resto tendrá que cubrir la cuota. Los establecimientos como farmacias o las tlapalerías cuelgan el símbolo de Grameen en sus locales para atraer clientes.
Grameen crea una forma de vida, crea cultura. A diferencia de otras microfinancieras, el banco de Bangladesh obliga a sus miembros a llevar a sus hijos a la escuela, cumplir con ciertos hábitos de higiene y monitorea lo que los prestatarios hacen con el dinero que reciben. Si el fin último es erradicar la pobreza, las instituciones financieras deben preocuparse no sólo por llevar el dinero al último rincón, sino establecer ciertas obligaciones y un sentimiento de pertenencia.
El cambio de “microcrédito” al término más amplio de las “microfinanzas” fue provocado por la constatación de que los pobres no sólo necesitan tener acceso al crédito formal, sino que también pueden beneficiarse de las posibilidades de ahorrar y asegurarse contra crisis que pueden surgira a raíz de enfermedades, muertes o desastres naturales. De este modo, los prestatarios mantienen un consumo menos volátil y evitan situaciones que mermen su posibilidad de salir de la pobreza.
Se necesita comercializar las microfinanzas para alcanzar el mercado potencial, tener acceso a capital más flexible, operar eficientemente y ser más transparente ante el gobierno. Las instituciones microfinancieras con fines de lucro impulsan la economía del país al crear empleos y rentas. Además, la comercialización permite obtener los recursos para financiarse de manera más fácil que al obtener donaciones o préstamos. Si la comercialización no permite disminuir la pobreza, entonces el objetivo primordial de las microfinanzas no es el apoyar a la población con menos recursos sino generar ganancias para los inversionistas. Lamentablemente tal parece ser el caso de México.
Si no se crea una cultura alrededor del crédito, difícilmente el recibir 1,000 pesos sacará a las familias de la pobreza. El microcrédito necesita un mecanismo holístico que fomente la educación, la salud y la creación de actividades económicas rentables (todas ellas motores del desarrollo) que impulsen a los hogares a superar la línea de la pobreza.
Economista

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