Alejandra Cullen Benítez / Eje Central
La respuesta de Gobernación ante la resolución del IFE contra el presidente Calderón es una muestra de la visión que éste gobierno tiene de las instituciones y de sus funcionarios. El subsecretario Gil anunció que se impugnará la resolución ante el Tribunal Federal Electoral. Explicó que consideran que el IFE carece de atribuciones para acreditar una responsabilidad al presidente; que es preocupante que pretenda censurarlo; que se invaden sus facultades y que soslaya el derecho a la información de los mexicanos. Sólo falto que los tratarán de tontos útiles. Les parece inaceptable que respeten la ley. Les incomoda la autonomía.
Calderón quema una de sus mejores cartas. Obliga a uno de los pocos funcionarios con buena interlocución en el Congreso a tomar una postura radical y absurda. Ahora a Gil le toca hacer el trabajo sucio: adoptar las posturas extremas que antes asumía Gómez Mont.
Este gobierno corroe instituciones y operadores políticos por igual. Para todos fue evidente que Calderón pasó junio en el margen de la legalidad. Entre cadenas nacionales, conferencias de prensa y mensajes a la nación, se dedicó a jugar con los medios para hacer anuncios irrelevantes con claro tinte electoral. Todos sus anuncios podían esperar.
Primero, anunció la eliminación de la tenencia vehicular en 2011. El 15 de junio, en cadena nacional, comunica su “nueva visión” en materia de seguridad donde sólo sustituyó “guerra contra el crimen organizado” por “lucha por la seguridad”, sin cambio alguno en contenido.
El 28 de junio, ante la ejecución del candidato priista de Tamaulipas, da otra cadena nacional. Esa sí justificada por la situación. Como “olvidó” convocar a la unidad, aprovechó la crisis para reaparecer al día siguiente, decir lo mismo e incluir el llamado. Finalmente, el 1 de julio, cierra con el lamentable anunció de la creación de más de 500,000 empleos formales (cifra ofensiva si consideramos que en 2009, ante la indiferencia oficial, la economía cayó 6.9%).
El juego entre cadenas nacionales y conferencias de prensa es tramposo. La línea entre información y propaganda es tenue. Ni en los peores periodos del PRI, el presidente realizaba acciones tan abierta y eminentemente electorales.
Calderón abusó. Sabe que las conferencias de prensa presidenciales son atendidas por todos los medios y que, en el extremo, nadie le puede hacer nada. Prefirió pedir perdón que pedir permiso. Prefirió violar las leyes, que resistir su ansiedad. No le importan o no ve las consecuencias de sus fijaciones. En ambos casos el resultado es lamentable. Si él no respeta la ley, ¿quién la va a respetar?
Todos los anuncios de junio, salvo el del asesinato de Torre Cantú, podían esperar. Nada, excepto las elecciones, justificaba el posicionamiento mediático del Presidente. Escucharlos, hoy, acusar al IFE de censura preocupa e indigna.
El planteamiento del 15 de junio era un juego de mercadotecnia política. Ni siquiera anunciaba una rectificación de estrategia. Nada justificaba el anuncio más que las elecciones de los cuatro estados más violentos del país: Tamaulipas, Chihuahua, Sinaloa y Durango. Las condiciones de seguridad del país en ese momento no estaban ni mejor ni peor que el 5 de julio. Si cada matanza de policías justificara una cadena nacional, superaría Calderón por mucho a Hugo Chávez.
Para todos es claro ahora que Calderón dejó el interés por la República para defender a su partido. El presidente no tolera la idea de entregar la banda al PRI. Lo persigue su peor pesadilla. En la desesperación, decidió operar políticamente en vez de con resultados. Claro, el buen desempeño gubernamental es más difícil que violar la ley. Total, él se sabe intocable.
Al mejor estilo priista y con ánimo revanchista, el presidente utiliza “todo el poder del estado” para ganar. Para ello, debilita a las bases operativas institucionales. Sustituye técnicos por panistas y destruye la capacidad de acción y de reacción del equipo de gobierno. Todo lo justifican con la amenaza del PRI de regreso en los Pinos y su fin justifica sus medios.
Acusa a la oposición de canibalismo político, pero él es el primero en promoverlo. Exige respeto a la ley mientras la viola impunemente. Quiere que lo escuchen, sin escuchar. Ahora se queja de censura por parte del arbitro electoral. El papel de víctima no le va.
Las elecciones ya pasaron. El 4 de julio mostró que el clientelismo existe pero no determina. La operación electoral no sustituye al buen gobierno. A falta de resultados, se vota por la alternancia, tal como les pasará a él y a su partido en 2012 si siguen por este camino.
Su visión es más arcaica que la del PRI. El presidente y su partido no respetan a los mexicanos ni a sus instituciones. Antaño convocaban a la ciudadanía, hoy la desprecian. Nos ven como grupos clientelares. No aceptan que, a pesar de todo, la mayoría de los mexicanos sabemos cómo votamos cuando votamos.
La respuesta de Gobernación ante la resolución del IFE contra el presidente Calderón es una muestra de la visión que éste gobierno tiene de las instituciones y de sus funcionarios. El subsecretario Gil anunció que se impugnará la resolución ante el Tribunal Federal Electoral. Explicó que consideran que el IFE carece de atribuciones para acreditar una responsabilidad al presidente; que es preocupante que pretenda censurarlo; que se invaden sus facultades y que soslaya el derecho a la información de los mexicanos. Sólo falto que los tratarán de tontos útiles. Les parece inaceptable que respeten la ley. Les incomoda la autonomía.
Calderón quema una de sus mejores cartas. Obliga a uno de los pocos funcionarios con buena interlocución en el Congreso a tomar una postura radical y absurda. Ahora a Gil le toca hacer el trabajo sucio: adoptar las posturas extremas que antes asumía Gómez Mont.
Este gobierno corroe instituciones y operadores políticos por igual. Para todos fue evidente que Calderón pasó junio en el margen de la legalidad. Entre cadenas nacionales, conferencias de prensa y mensajes a la nación, se dedicó a jugar con los medios para hacer anuncios irrelevantes con claro tinte electoral. Todos sus anuncios podían esperar.
Primero, anunció la eliminación de la tenencia vehicular en 2011. El 15 de junio, en cadena nacional, comunica su “nueva visión” en materia de seguridad donde sólo sustituyó “guerra contra el crimen organizado” por “lucha por la seguridad”, sin cambio alguno en contenido.
El 28 de junio, ante la ejecución del candidato priista de Tamaulipas, da otra cadena nacional. Esa sí justificada por la situación. Como “olvidó” convocar a la unidad, aprovechó la crisis para reaparecer al día siguiente, decir lo mismo e incluir el llamado. Finalmente, el 1 de julio, cierra con el lamentable anunció de la creación de más de 500,000 empleos formales (cifra ofensiva si consideramos que en 2009, ante la indiferencia oficial, la economía cayó 6.9%).
El juego entre cadenas nacionales y conferencias de prensa es tramposo. La línea entre información y propaganda es tenue. Ni en los peores periodos del PRI, el presidente realizaba acciones tan abierta y eminentemente electorales.
Calderón abusó. Sabe que las conferencias de prensa presidenciales son atendidas por todos los medios y que, en el extremo, nadie le puede hacer nada. Prefirió pedir perdón que pedir permiso. Prefirió violar las leyes, que resistir su ansiedad. No le importan o no ve las consecuencias de sus fijaciones. En ambos casos el resultado es lamentable. Si él no respeta la ley, ¿quién la va a respetar?
Todos los anuncios de junio, salvo el del asesinato de Torre Cantú, podían esperar. Nada, excepto las elecciones, justificaba el posicionamiento mediático del Presidente. Escucharlos, hoy, acusar al IFE de censura preocupa e indigna.
El planteamiento del 15 de junio era un juego de mercadotecnia política. Ni siquiera anunciaba una rectificación de estrategia. Nada justificaba el anuncio más que las elecciones de los cuatro estados más violentos del país: Tamaulipas, Chihuahua, Sinaloa y Durango. Las condiciones de seguridad del país en ese momento no estaban ni mejor ni peor que el 5 de julio. Si cada matanza de policías justificara una cadena nacional, superaría Calderón por mucho a Hugo Chávez.
Para todos es claro ahora que Calderón dejó el interés por la República para defender a su partido. El presidente no tolera la idea de entregar la banda al PRI. Lo persigue su peor pesadilla. En la desesperación, decidió operar políticamente en vez de con resultados. Claro, el buen desempeño gubernamental es más difícil que violar la ley. Total, él se sabe intocable.
Al mejor estilo priista y con ánimo revanchista, el presidente utiliza “todo el poder del estado” para ganar. Para ello, debilita a las bases operativas institucionales. Sustituye técnicos por panistas y destruye la capacidad de acción y de reacción del equipo de gobierno. Todo lo justifican con la amenaza del PRI de regreso en los Pinos y su fin justifica sus medios.
Acusa a la oposición de canibalismo político, pero él es el primero en promoverlo. Exige respeto a la ley mientras la viola impunemente. Quiere que lo escuchen, sin escuchar. Ahora se queja de censura por parte del arbitro electoral. El papel de víctima no le va.
Las elecciones ya pasaron. El 4 de julio mostró que el clientelismo existe pero no determina. La operación electoral no sustituye al buen gobierno. A falta de resultados, se vota por la alternancia, tal como les pasará a él y a su partido en 2012 si siguen por este camino.
Su visión es más arcaica que la del PRI. El presidente y su partido no respetan a los mexicanos ni a sus instituciones. Antaño convocaban a la ciudadanía, hoy la desprecian. Nos ven como grupos clientelares. No aceptan que, a pesar de todo, la mayoría de los mexicanos sabemos cómo votamos cuando votamos.
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