domingo, 25 de julio de 2010

MÉXICO Y LA ECONOMÍA MUNDIAL

José Antonio Rojas Nieto / La Jornada
Los datos más recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Organización de Naciones Unidas para el Comercio (UNCTAD) muestran que en 2009 el producto mundial descendió. Menos 0.6 por ciento es la cifra oficial. Se trata de una terrible situación, si consideramos que desde 1970 –hace casi 40 años– la economía mundial no había registrado crecimientos negativos. Nunca. Y todavía más, si pensamos que en 2006 y 2007 –en pleno paroxismo de los apologistas del capitalismo– la economía mundial creció por encima de 5 por ciento. En 2008 sólo creció 3 por ciento. Y en 2009, como indican cifras oficiales, cayó casi un punto.
Las economías avanzadas descendieron más que eso. Cayeron menos 3.2 por ciento. Las repúblicas de la ex Unión Soviética menos 6.6 por ciento. Y las economías que individualmente registraron la mayor caída el año pasado fueron: Latvia (menos 18 por ciento); Ucrania (menos 15.1); Lituania (menos 15.0); Armenia (menos 14.4); Estonia (menos 14.1); Rusia (menos 7.9 por ciento); Finlandia (menos 7.8 por ciento); Eslovenia (menos 7.3); Irlanda (menos 7.1); Antigua (menos 6.7); y México (menos 6.5 por ciento). Si, podemos estar tranquilos, en 2009 hubo 10 economías a las que les fue peor que a nosotros. Solamente las otras 172 de un total de 183 cuyos registros económicos presentan los organismos internacionales, nos superaron.
Esto –al menos esto, para no hablar de otros indicadores como el del desempleo– debiera provocar un poquito de vergüenza y mucho de decoro en los personeros gubernamentales para quienes nuestra economía no cayó en la debacle por las “acertadas políticas contracíclicas”, según afirman.
Además, aseguran que se recupera sólidamente, fuera de las fantasías del “rebote estadístico”. Por favor. Un poco de respeto ante el dolor ajeno, de los pobres y los extremadamente pobres que –también a decir oficial– en conjunto sólo se incrementaron en poco más de 5 millones, a diferencia de lo sucedido en 1995. Con un poco más de decoro, el grupo financiero BBVA se atreve a mostrar una ligera faceta de la “cara manchada” de la economía mexicana, cuando analiza el capítulo tres del World Economic Outlook (WEO) que publicó el FMI en el mes de abril.
Y es que “la respuesta en desempleo está siendo en general más intensa en este episodio (de recesión en el mundo, JARN) que en previos” (BBVA Research, Segundo trimestre 2010). Y aunque reconoce que –efectivamente y como señalan los personeros gubernamentales– la tasa de desempleo (población desocupada que busca empleo y que se ajusta a estándares internacionales) fue menor respecto del nivel de caída del producto que lo registrado en 1995, al considerar una tasa alternativa –también oficial, por cierto– esto no es necesariamente válido. Así, si se toma la llamada “tasa de desocupación parcial” que además de los desocupados que buscan trabajo, incluye a quienes trabajaron menos de 15 horas a la semana, la situación de la desocupación en esta crisis es similar a la de 1995.
Un asunto de coherencia teórica y metodológica mínima, requisito para presentarse con dignidad frente a la sociedad a juzgar la crisis y sus efectos. En mi opinión éste hecho está en línea con el haber ofrecido propaganda gubernamental en víspera de elecciones. Disimula y, finalmente, oculta la real situación del desempleo y, en última instancia, del bienestar social. Y es que –como correctamente aseguran los analistas de BBVA– los trabajadores que laboraron menos de 15 horas a la semana han crecido como porcentaje de la población económicamente activa. (En Estados Unidos, casi llega a 18 por ciento, y duplica la tasa oficial de poco más de 9 por ciento.) Y sólo un sector informal creciente ha amortiguado los ajustes de la actividad económica. Terribles ajustes me atrevo a decir, de los que el trato a los trabajadores del SME es apenas un muestra. Sí, una muestra de la saña gubernamental hacia quienes –independientemente de un desempeño laboral que debe ser evaluado con rigor y justicia por el bien de una población que merece el mejor servicio público de electricidad– no han tenido una actitud genuflexa hacia el poder.
Sí, el mundo entró en una profunda caída. La inversión descendió –como nunca antes– 10.3 por ciento en términos reales. Descendió poco más de 5 por ciento en 1980 y 1982. Nunca más de dos dígitos como en 2009. Y el comercio mundial cayó cifra similar, a pesar de la caída de los precios. Y la desocupación, también como nunca, se elevó. Y ha implicado una pauperización jamás experimentada en el mundo, al menos de la Segunda Guerra Mundial para acá. Lamentablemente.

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