Cristina Barros / La Jornada
En estos días estamos viendo una tragedia humana, ecológica y ética en el caso de la supervía poniente y no te la acabas, como dicen los chavos. Orfandad, me decía hoy Marco, al volver de ver lo que hace tres meses era una colonia sonriente, hecha a mano por su gente, llena de pájaros, de niños jugando, de flores, de alegría, y hoy es la desolación, una ciudad bombardeada por la gente de dinero, por la codicia infinita de las inmobiliarias y sus cómplices en el gobierno de la ciudad.
Parte de La Malinche está hoy destrozada, como si se tratara de Beirut. Escombros por todas partes, por aquí o por allá una muñeca vieja, un teléfono fuera de lugar. Atrás las vidas, las historias, en algunos casos 59 años que se interrumpen cruentamente, sin el menor respeto, sin que ninguna autoridad te haya dado la cara para hacerte saber lo que sucedería.
Una mañana a las siete, con patrullas y granaderos se entregaron las notificaciones, y ya. Qué dolor, qué rabia, qué impotencia. Y por el otro lado dos áreas naturales protegidas que serían dislocadas, cinco barrancas que serían cruzadas por túneles, puentes y demás para dar paso a la zona más “elegante” de México: Santa Fe. Los ricos contra los pobres en todo. Esto no puede seguir por mucho tiempo así.
Hoy unos decían: volver a votar por el PRD, jamás. Otros bebían en la puerta de lo que quedaba de su casa y deshechos te veían con enojo. Los jóvenes acabando de vandalizar aquello y llenando las paredes de grafiti, quizá para disfrazar su desnudez o para expresar su coraje. Los amigos, la banda, se ha cercenado, muchos no se volverán a ver. La señora Feliciana, que resistió meses dignamente sin negociar, nos decía: “Tendré que empacar. Traté de empezar por la cocina y me quebré: tantos recuerdos, tantos esfuerzos. Y es que cuando la casa es tuya, pues la vas llenando de lo tuyo; no es como el que renta y hoy está aquí y mañana allá”. Recordaba cuando sus hijos jugaban en La Loma y de un chiflido los llamaba a merendar. Su mirada se quedaba fija en el cerro, llena de dolor y nostalgia. Hoy se despidieron muchos: don Vicente, las hijas de doña Tere. Sus vecinos y vecinas quedan cavilando, muchos como la señora Carolina ya tienen problemas de salud. No duermen, no descansan, sólo piensan en los marrazos que se escuchan noche y día, y en la inseguridad y soledad en la que quedan.
Horacio, esto es una injusticia, como lo fue el encarcelamiento de Mario [Romero Tinoco]. Me rebelo ante la injusticia, me lleno de enojo a veces, luego de impotencia y luego a regresar a la estrategia y a la lucha, a buscar el resquicio en Carmen Aristegui, en Miguel Ángel [Granados Chapa], en algunos diarios que a veces dejan una puerta abierta. Y sobre todo en la unión, en la solidaridad. Y en el amparo (¿con qué Poder Judicial?), y en los partidos (aunque quizá algunos llegarán después a la negociación). Y un jefe de Gobierno insensible, autoritario como he visto pocos.
Para llegar a esta historia se tejió fino: cambios a las leyes y decretos a modo en una Asamblea Legislativa del Distrito Federal de mayoría perredista; contratación en la Secretaría del Medio Ambiente de personas que trabajaron en la empresa que hizo la manifestación de impacto ambiental para la constructora; un empleado de la delegación que vivía en La Malinche, cuyo papel fue “convencer” y amedrentar; un funcionario de segundo nivel ex priísta encargado de comprar personas y sembrar discordias, que hoy acusa a los legisladores que nos han apoyado (PAN, PT, PRD, PRI) de “obstaculizar el diálogo con los vecinos, con el fin de utilizar esa causa a su favor”, y que mañana nos acusará de no sé qué, pues su función es dividir. Una estrategia antisocial “profesional”, diseñada para romper la confianza de la gente en que se puede luchar.
Títulos de concesión que ponen en riesgo al Distrito Federal, firmados a espaldas de la ciudadanía; un delegado débil y un ex delegado que reparte dinero aquí y acullá. Ya anuncia el gobierno 700 millones para maicear a la gente de la Magdalena Contreras. ¿Perderemos así la dignidad? Un repertorio tal, en fin, que merece contarse aparte. Esta es la izquierda, dicen; ¿qué será lo demás?
Y sin embargo el movimiento sigue; cada vez más voces en la ciudad dicen no a la supervía poniente.
En estos días estamos viendo una tragedia humana, ecológica y ética en el caso de la supervía poniente y no te la acabas, como dicen los chavos. Orfandad, me decía hoy Marco, al volver de ver lo que hace tres meses era una colonia sonriente, hecha a mano por su gente, llena de pájaros, de niños jugando, de flores, de alegría, y hoy es la desolación, una ciudad bombardeada por la gente de dinero, por la codicia infinita de las inmobiliarias y sus cómplices en el gobierno de la ciudad.
Parte de La Malinche está hoy destrozada, como si se tratara de Beirut. Escombros por todas partes, por aquí o por allá una muñeca vieja, un teléfono fuera de lugar. Atrás las vidas, las historias, en algunos casos 59 años que se interrumpen cruentamente, sin el menor respeto, sin que ninguna autoridad te haya dado la cara para hacerte saber lo que sucedería.
Una mañana a las siete, con patrullas y granaderos se entregaron las notificaciones, y ya. Qué dolor, qué rabia, qué impotencia. Y por el otro lado dos áreas naturales protegidas que serían dislocadas, cinco barrancas que serían cruzadas por túneles, puentes y demás para dar paso a la zona más “elegante” de México: Santa Fe. Los ricos contra los pobres en todo. Esto no puede seguir por mucho tiempo así.
Hoy unos decían: volver a votar por el PRD, jamás. Otros bebían en la puerta de lo que quedaba de su casa y deshechos te veían con enojo. Los jóvenes acabando de vandalizar aquello y llenando las paredes de grafiti, quizá para disfrazar su desnudez o para expresar su coraje. Los amigos, la banda, se ha cercenado, muchos no se volverán a ver. La señora Feliciana, que resistió meses dignamente sin negociar, nos decía: “Tendré que empacar. Traté de empezar por la cocina y me quebré: tantos recuerdos, tantos esfuerzos. Y es que cuando la casa es tuya, pues la vas llenando de lo tuyo; no es como el que renta y hoy está aquí y mañana allá”. Recordaba cuando sus hijos jugaban en La Loma y de un chiflido los llamaba a merendar. Su mirada se quedaba fija en el cerro, llena de dolor y nostalgia. Hoy se despidieron muchos: don Vicente, las hijas de doña Tere. Sus vecinos y vecinas quedan cavilando, muchos como la señora Carolina ya tienen problemas de salud. No duermen, no descansan, sólo piensan en los marrazos que se escuchan noche y día, y en la inseguridad y soledad en la que quedan.
Horacio, esto es una injusticia, como lo fue el encarcelamiento de Mario [Romero Tinoco]. Me rebelo ante la injusticia, me lleno de enojo a veces, luego de impotencia y luego a regresar a la estrategia y a la lucha, a buscar el resquicio en Carmen Aristegui, en Miguel Ángel [Granados Chapa], en algunos diarios que a veces dejan una puerta abierta. Y sobre todo en la unión, en la solidaridad. Y en el amparo (¿con qué Poder Judicial?), y en los partidos (aunque quizá algunos llegarán después a la negociación). Y un jefe de Gobierno insensible, autoritario como he visto pocos.
Para llegar a esta historia se tejió fino: cambios a las leyes y decretos a modo en una Asamblea Legislativa del Distrito Federal de mayoría perredista; contratación en la Secretaría del Medio Ambiente de personas que trabajaron en la empresa que hizo la manifestación de impacto ambiental para la constructora; un empleado de la delegación que vivía en La Malinche, cuyo papel fue “convencer” y amedrentar; un funcionario de segundo nivel ex priísta encargado de comprar personas y sembrar discordias, que hoy acusa a los legisladores que nos han apoyado (PAN, PT, PRD, PRI) de “obstaculizar el diálogo con los vecinos, con el fin de utilizar esa causa a su favor”, y que mañana nos acusará de no sé qué, pues su función es dividir. Una estrategia antisocial “profesional”, diseñada para romper la confianza de la gente en que se puede luchar.
Títulos de concesión que ponen en riesgo al Distrito Federal, firmados a espaldas de la ciudadanía; un delegado débil y un ex delegado que reparte dinero aquí y acullá. Ya anuncia el gobierno 700 millones para maicear a la gente de la Magdalena Contreras. ¿Perderemos así la dignidad? Un repertorio tal, en fin, que merece contarse aparte. Esta es la izquierda, dicen; ¿qué será lo demás?
Y sin embargo el movimiento sigue; cada vez más voces en la ciudad dicen no a la supervía poniente.
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