Alberto Aziz Nassif / El Universal
Cuando escuchamos hablar al presidente Lula —que próximamente dejará el poder en Brasil con muy altos niveles de aprobación— se ve por qué las estrategias que han guiado el modelo de desarrollo de su país han sido exitosas. Hace unos meses un reportero de El País le preguntó a Felipe Calderón si México había perdido liderazgo frente a Brasil y respecto a Lula. La respuesta fue: “Lula tiene un gran carisma y Brasil un gran liderazgo, y nosotros no tenemos ningún empacho en reconocerlo. ¡Qué bueno que lo tengan! Hacen falta liderazgos responsables. Pero México tiene un lugar y no tiene que disputárselo a nadie” (14/V/2010). ¿Por qué razones Brasil tiene liderazgo y México, a pesar de lo que diga Calderón, lo ha perdido?
El liderazgo no sólo es cuestión de carisma, atributo que Lula tiene de sobra, sino de resultados y estrategias de desarrollo. Brasil construyó una ruta para insertarse en la globalización que ha sido más equilibrada que la de México: menos ortodoxa y con mejores contrapesos frente a la receta neoliberal del Consenso de Washington, que nuestro país ha seguido al pie de la letra.
Discutir el futuro de México obliga a poner entre signos de interrogación la estrategia de desarrollo. La clase política del PRI y del PAN, que ha gobernado los últimos 20 años con el mismo proyecto, sólo han pensado el desarrollo dentro del modelo de las exportaciones, en detrimento del mercado interno y del bienestar de las mayorías. Los intereses dominantes actúan con el acuerdo de la clase política y se imponen por la debilidad de los instrumentos de regulación. El Estado mexicano ha puesto el desarrollo en manos de los grandes grupos empresariales y de la inversión extranjera directa. Sin embargo, existen otras experiencias menos ortodoxas que han tenido mejores resultados.
Los mapas mentales con los que la derecha ha pensado el desarrollo del país le han impedido, por incapacidad e interés, ver otras estrategias. Aquí es donde resulta interesante escuchar a Lula hablar desde otra posición política. ¿Qué hay detrás del 80% de aprobación a su gobierno a pocos meses de dejar el cargo? Con esa forma didáctica, que puede venir de su aprendizaje como líder sindical, Lula explicó en una conferencia en Madrid, el pasado 19 de mayo, algunos de los supuestos de su estrategia.
En tres niveles están sus prioridades, que marcan las diferencias con nuestro país: la primera es para los que hemos escuchado durante años en México que primero hay que crear la riqueza y luego repartirla, lo cual no ha sucedido. Lula afirma que la economía de Brasil pudo crecer y, al mismo tiempo, se ha repartido la riqueza, de forma simultánea. La segunda es para los que diseñaron el cambio de modelo económico y nos llevaron a una estrategia marcada por las exportaciones en la lógica del TLCAN. Lula nos dice que en Brasil decidieron no asfixiar el mercado interno y, a la vez, perfilaron una estrategia exportadora. Esta simultaneidad es diferente a nuestro caso, en donde se sacrificó al mercado interno y se concentraron todos los esfuerzos en las exportaciones, que se multiplicaron, pero que no han generado los empleos y el bienestar anunciado. La tercera es para los adoradores del control inflacionario. Dice Lula que en Brasil probaron que se podía subir el salario mínimo y, de igual forma, tener a la inflación bajo control, porque elevar los niveles de la seguridad social y del poder adquisitivo del salario no arruinó las metas inflacionarias ni el crecimiento.
Hoy, mientras Brasil se encamina a ser una de las principales economías del mundo y un “actor global”, México está atrapado en una “guerra” en contra del narcotráfico, con una economía que no genera los empleos necesario, con cientos de miles de trabajadores que todos los años emigran a Estados Unidos y con una economía informal que crece de forma imparable. Pero lo más significativo que deberían escuchar los políticos en México es la idea siguiente: Lula se pregunta, ¿para quién se gobernaba en Brasil?, y su respuesta es: para el 30% de la población de mayores ingresos, para los que no necesitaban del Estado y no para la población más vulnerable del país. Así se puede entender que Brasil cambió la prioridad y decidió invertir en la gente: sacó de la pobreza a 20 millones, llevó a la clase media a otros 31 millones; tiene un sistema financiero muy potente y es público; crearon 12 universidades federales y duplicaron las plazas para maestros universitarios de 113 mil a 227 mil. Estrategias diferentes, resultados contrastantes, urge discutir nuestro modelo de desarrollo, porque hoy vamos pa’tras, como el cangrejo…
Investigador del CIESAS
Cuando escuchamos hablar al presidente Lula —que próximamente dejará el poder en Brasil con muy altos niveles de aprobación— se ve por qué las estrategias que han guiado el modelo de desarrollo de su país han sido exitosas. Hace unos meses un reportero de El País le preguntó a Felipe Calderón si México había perdido liderazgo frente a Brasil y respecto a Lula. La respuesta fue: “Lula tiene un gran carisma y Brasil un gran liderazgo, y nosotros no tenemos ningún empacho en reconocerlo. ¡Qué bueno que lo tengan! Hacen falta liderazgos responsables. Pero México tiene un lugar y no tiene que disputárselo a nadie” (14/V/2010). ¿Por qué razones Brasil tiene liderazgo y México, a pesar de lo que diga Calderón, lo ha perdido?
El liderazgo no sólo es cuestión de carisma, atributo que Lula tiene de sobra, sino de resultados y estrategias de desarrollo. Brasil construyó una ruta para insertarse en la globalización que ha sido más equilibrada que la de México: menos ortodoxa y con mejores contrapesos frente a la receta neoliberal del Consenso de Washington, que nuestro país ha seguido al pie de la letra.
Discutir el futuro de México obliga a poner entre signos de interrogación la estrategia de desarrollo. La clase política del PRI y del PAN, que ha gobernado los últimos 20 años con el mismo proyecto, sólo han pensado el desarrollo dentro del modelo de las exportaciones, en detrimento del mercado interno y del bienestar de las mayorías. Los intereses dominantes actúan con el acuerdo de la clase política y se imponen por la debilidad de los instrumentos de regulación. El Estado mexicano ha puesto el desarrollo en manos de los grandes grupos empresariales y de la inversión extranjera directa. Sin embargo, existen otras experiencias menos ortodoxas que han tenido mejores resultados.
Los mapas mentales con los que la derecha ha pensado el desarrollo del país le han impedido, por incapacidad e interés, ver otras estrategias. Aquí es donde resulta interesante escuchar a Lula hablar desde otra posición política. ¿Qué hay detrás del 80% de aprobación a su gobierno a pocos meses de dejar el cargo? Con esa forma didáctica, que puede venir de su aprendizaje como líder sindical, Lula explicó en una conferencia en Madrid, el pasado 19 de mayo, algunos de los supuestos de su estrategia.
En tres niveles están sus prioridades, que marcan las diferencias con nuestro país: la primera es para los que hemos escuchado durante años en México que primero hay que crear la riqueza y luego repartirla, lo cual no ha sucedido. Lula afirma que la economía de Brasil pudo crecer y, al mismo tiempo, se ha repartido la riqueza, de forma simultánea. La segunda es para los que diseñaron el cambio de modelo económico y nos llevaron a una estrategia marcada por las exportaciones en la lógica del TLCAN. Lula nos dice que en Brasil decidieron no asfixiar el mercado interno y, a la vez, perfilaron una estrategia exportadora. Esta simultaneidad es diferente a nuestro caso, en donde se sacrificó al mercado interno y se concentraron todos los esfuerzos en las exportaciones, que se multiplicaron, pero que no han generado los empleos y el bienestar anunciado. La tercera es para los adoradores del control inflacionario. Dice Lula que en Brasil probaron que se podía subir el salario mínimo y, de igual forma, tener a la inflación bajo control, porque elevar los niveles de la seguridad social y del poder adquisitivo del salario no arruinó las metas inflacionarias ni el crecimiento.
Hoy, mientras Brasil se encamina a ser una de las principales economías del mundo y un “actor global”, México está atrapado en una “guerra” en contra del narcotráfico, con una economía que no genera los empleos necesario, con cientos de miles de trabajadores que todos los años emigran a Estados Unidos y con una economía informal que crece de forma imparable. Pero lo más significativo que deberían escuchar los políticos en México es la idea siguiente: Lula se pregunta, ¿para quién se gobernaba en Brasil?, y su respuesta es: para el 30% de la población de mayores ingresos, para los que no necesitaban del Estado y no para la población más vulnerable del país. Así se puede entender que Brasil cambió la prioridad y decidió invertir en la gente: sacó de la pobreza a 20 millones, llevó a la clase media a otros 31 millones; tiene un sistema financiero muy potente y es público; crearon 12 universidades federales y duplicaron las plazas para maestros universitarios de 113 mil a 227 mil. Estrategias diferentes, resultados contrastantes, urge discutir nuestro modelo de desarrollo, porque hoy vamos pa’tras, como el cangrejo…
Investigador del CIESAS
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