miércoles, 21 de julio de 2010

PODRÍA SER

Mauricio Merino / El Universal
Es probable que los cambios en el gabinete del presidente Calderón respondan a una legítima necesidad de mejorar la calidad de la interlocución del Ejecutivo con el resto del gobierno federal, con los gobiernos locales, con los líderes de los partidos e, incluso, con la sociedad. Si se mira con cuidado, se verá que los nuevos nombramientos atañen a los puestos a través de los cuales el Presidente se comunica con todos los demás: Gobernación, la oficina de la Presidencia y su vocera. Podría ser.
También podría ser que el Presidente sintió bloqueadas sus instrucciones por un desempeño opuesto a sus expectativas, por agendas políticas distintas a las suyas o por problemas de personalidad y trató con quienes ocupaban los puestos que cambió. No hace mucho que Fernando Gómez Mont le dijo a los medios que él solamente le informaba al Presidente sobre los asuntos que consideraba trascendentes y —tras el escándalo de los acuerdos firmados entre el PAN y el gobierno de Enrique Peña Nieto— reivindicó una suerte de autonomía basada en la confianza, según la cual podía tomar todas las decisiones que quisiera, siempre que éstas estuvieran alineadas con las grandes líneas trazadas por el Presidente. Quizás esa misma autonomía dio al traste con la gestión de Patricia Flores al frente de la oficina de Los Pinos. Podría ser.
Por otra parte, es muy probable que el cambio de titular en la Secretaría de Economía no obedezca sino al deseo del Presidente de contar nuevamente con el respaldo de Gerardo Ruiz Mateos muy cerca de él, mientras que la selección del señor Bruno Ferrari como el nuevo responsable de la cartera que quedó vacante no haya obedecido tanto a sus credenciales académicas —que en todo caso estarían más cerca de Provida que de Economía— como a la confianza que el nuevo secretario designado construyó con Ruiz Mateos durante el tiempo en el que trabajaron juntos. Podría ser que el Presidente haya confiado de plano esa designación en quien habría de volver a Los Pinos como su más cercano colaborador.
También es posible que la muy polémica designación del nuevo secretario de Gobernación haya respondido al diseño de una estrategia para especializar a esa dependencia en la coordinación de los temas de seguridad, mientras que el manejo de la agenda política propiamente dicha habría de trasladarse a Los Pinos. Quizás la selección del nuevo titular de Gobernación fue el producto de una revisión, de una negociación o de un acuerdo entre los distintos funcionarios —militares y civiles— que hoy están a cargo de la seguridad pública, con el propósito deliberado de bajar el perfil político de esa dependencia y facilitar, en cambio, la coordinación establecida desde la oficina de Genaro García Luna. Podría ser que se haya buscado a un funcionario discreto, sin aspiraciones políticas de largo aliento, para dejar claro que Gobernación tampoco intervendrá de ningún modo en la sucesión presidencial.
Pero también podría ser que el Presidente haya decidido asumir directamente el manejo de su propia sucesión, tras haber registrado los resultados electorales desastrosos de los dos últimos años —aun disfrazados de éxitos aliancistas— y tras haber observado el comportamiento lamentable de buena parte de los gobernadores del PRI, que hicieron todo y de todo para ganar votos. Podría ser que el Presidente se haya sentido decepcionado y hasta traicionado por sus colaboradores, porque éstos no hicieron lo suficiente para derrotar a sus adversarios principales y, por el contrario, acabaron contemporizando con ellos. Después de todo, Gómez Mont incluso renunció al PAN.
Y también podría ser que el Presidente haya decidido cerrar su círculo de colaboradores más cercanos entre quienes gozan de su mayor confianza, para poner en marcha una agresiva estrategia política destinada a buscar la continuidad de su proyecto. Un grupo de amigos leales, a toda prueba, situados en los cargos indispensables para fijar una sola línea de comunicación que no sólo desemboque en la investidura de su candidato favorito a sucederlo —que podría ser Ernesto Cordero—, sino en una acción concertada y eficaz para mover todos los recursos del gobierno federal en esa dirección.
Podría ser que Calderón haya caído en cuenta, finalmente, de que su periodo sexenal se está acabando y de que le resulta urgente mover todas las piezas a su alcance para tratar de mantener al PAN en Los Pinos. Las nuevas designaciones podrían ser el war room anticipado del siguiente candidato, mucho más que la recomposición del gabinete de gobierno. Y también podría ser todo lo anterior, porque lo único que sabemos bien a bien es que al Presidente le gusta mucho estar con sus amigos.
Profesor investigador del CIDE

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