Por Jesús Alberto Cano Vélez (*) / Excelsior
El equipo económico del Presidente Felipe Calderón aprovechó su reciente visita a Hermosillo para mandar importantes señales a los mexicanos de cómo piensan hacerle para que salgamos del marasmo económico en el que nos encontramos –recesión y masivo desempleo-- por la crisis mundial que se inició en 2008; misma que amenaza con seguir afectándonos en lo que resta de 2010 y el próximo año, ante la incipiente desaceleración de la economía norteamericana.
En sus reuniones con el empresariado y la clase política de Sonora promovieron la visión y estrategia del Gobierno Federal: uniéndonos para “esforzarnos más, apretar el paso y aumentar la competitividad,” de manera que el mercado interno se reactive.
Pero --dijeron-- que les preocupaba que la economía comenzara a recuperarse y la gente no lo perciba ni lo crea, y por lo tanto no se sume a comprar, evitando así que creciera el mercado interno, que es el otro gran motor de nuestra economía, además de las exportaciones a los Estados Unidos.
Palabras más, palabras menos, nuestra crisis económica no se puede solventar si los mexicanos no compran por tener miedo a que siga la recesión y haya más desempleo.
Los últimos indicadores hechos públicos develan que la economía norteamericana, uno de nuestros “motores de crecimiento,” da signos de desaceleración a partir de la segunda mitad del 2010, después de 12 meses de dinamismo en los que se vieron favorecidas nuestras exportaciones; de ahí que esa nueva tendencia sea una muy mala noticia para México.
Pero parece que también ha habido poca imaginación de parte del equipo económico que está asesorando al Presidente Calderón; o que quizás simplemente no entiendan las fuerzas del mercado y las realidades económicas que nos azotan.
La población no compra con la agilidad requerida, sí; pero no es por miedo de malgastar su dinero, sino porque no tiene con qué. El mercado interno no responde por los efectos de la inmensa pobreza en México, y por el desempleo de unos y subempleo de otros.
Es fundamental, en esta coyuntura, que el gobierno inyecte dinamismo a la economía con un programa, razonado y prudente, de inversiones especialmente en infraestructura, para reactivar el mercado interno y a la vez atender problemas graves del país, que de no resolverse deprimirían la capacidad productiva de México. Las recientes destrucciones por lluvias e inundaciones en diversas partes de la geografía nacional demandan reposición y compostura con urgencia.
No debemos dejar que los insuficientes fondos asignados al programa de desastres del gobierno federal, establezcan el límite del esfuerzo. Se necesita más. El presidente nos ha convocado a todos a participar y los economistas estamos listos y deseosos de aportar nuestro esfuerzo, experiencia y conocimientos.
Con un programa de inversiones, bien integrado, se pueden inducir empleos y un crecimiento mayor que el 4% proyectado para este año. Tenemos que hacer el esfuerzo de reponernos del efecto del negativo 6.5% del año pasado en el PIB, para darle un bajón al desempleo y subempleo.
De manera simultánea, es menester reducir la pobreza, que según las diversas definiciones que se manejan, anda entre el 45% y el 60% de la población, consecuencia de los efectos de casi quince años de crecimientos anuales de 1% en promedio; años en los que no se logró generar el millón de empleos que necesitaban los nuevos entrantes a la fuerza laboral.
No debemos cerrar los ojos a esa terrible realidad de millones de mexicanos, porque la pobreza sigue creciendo en vez de bajar y el golpe que se dio el año pasado fue demoledor.
La mayoría de los países de América Latina han seguido estrategias similares a las de Brasil, el nuevo líder del continente, con programas de inversión y visión de futuro, administrando economías en crecimiento y con generación de empleos.
Además de reportar un mejor manejo macroeconómico, que el nuestro, han ampliado sus mercados de exportación para cubrir los nuevos motores de crecimiento como China, la India y sus vecinos asiáticos, así como la región dinámica latinoamericana en torno al Brasil. Deberíamos poder hacer lo mismo, sin dejar de atender a nuestros socios del TLC, Estados Unidos y Canadá.
De modo que, si bien a todos nos corresponde responder al llamado del Presidente Calderón, de unirnos para aportar a la salida de la crisis, es al Gobierno Mexicano, con todas sus instituciones y capacidades, al que le incumbe la responsabilidad primaria llevarnos en el camino al bienestar.
Lo anterior no es fácil, pero lo recomiendan las mejores mentes económicas del mundo, lo hemos hecho en el pasado, y lo sabremos hacer de nuevo.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
El equipo económico del Presidente Felipe Calderón aprovechó su reciente visita a Hermosillo para mandar importantes señales a los mexicanos de cómo piensan hacerle para que salgamos del marasmo económico en el que nos encontramos –recesión y masivo desempleo-- por la crisis mundial que se inició en 2008; misma que amenaza con seguir afectándonos en lo que resta de 2010 y el próximo año, ante la incipiente desaceleración de la economía norteamericana.
En sus reuniones con el empresariado y la clase política de Sonora promovieron la visión y estrategia del Gobierno Federal: uniéndonos para “esforzarnos más, apretar el paso y aumentar la competitividad,” de manera que el mercado interno se reactive.
Pero --dijeron-- que les preocupaba que la economía comenzara a recuperarse y la gente no lo perciba ni lo crea, y por lo tanto no se sume a comprar, evitando así que creciera el mercado interno, que es el otro gran motor de nuestra economía, además de las exportaciones a los Estados Unidos.
Palabras más, palabras menos, nuestra crisis económica no se puede solventar si los mexicanos no compran por tener miedo a que siga la recesión y haya más desempleo.
Los últimos indicadores hechos públicos develan que la economía norteamericana, uno de nuestros “motores de crecimiento,” da signos de desaceleración a partir de la segunda mitad del 2010, después de 12 meses de dinamismo en los que se vieron favorecidas nuestras exportaciones; de ahí que esa nueva tendencia sea una muy mala noticia para México.
Pero parece que también ha habido poca imaginación de parte del equipo económico que está asesorando al Presidente Calderón; o que quizás simplemente no entiendan las fuerzas del mercado y las realidades económicas que nos azotan.
La población no compra con la agilidad requerida, sí; pero no es por miedo de malgastar su dinero, sino porque no tiene con qué. El mercado interno no responde por los efectos de la inmensa pobreza en México, y por el desempleo de unos y subempleo de otros.
Es fundamental, en esta coyuntura, que el gobierno inyecte dinamismo a la economía con un programa, razonado y prudente, de inversiones especialmente en infraestructura, para reactivar el mercado interno y a la vez atender problemas graves del país, que de no resolverse deprimirían la capacidad productiva de México. Las recientes destrucciones por lluvias e inundaciones en diversas partes de la geografía nacional demandan reposición y compostura con urgencia.
No debemos dejar que los insuficientes fondos asignados al programa de desastres del gobierno federal, establezcan el límite del esfuerzo. Se necesita más. El presidente nos ha convocado a todos a participar y los economistas estamos listos y deseosos de aportar nuestro esfuerzo, experiencia y conocimientos.
Con un programa de inversiones, bien integrado, se pueden inducir empleos y un crecimiento mayor que el 4% proyectado para este año. Tenemos que hacer el esfuerzo de reponernos del efecto del negativo 6.5% del año pasado en el PIB, para darle un bajón al desempleo y subempleo.
De manera simultánea, es menester reducir la pobreza, que según las diversas definiciones que se manejan, anda entre el 45% y el 60% de la población, consecuencia de los efectos de casi quince años de crecimientos anuales de 1% en promedio; años en los que no se logró generar el millón de empleos que necesitaban los nuevos entrantes a la fuerza laboral.
No debemos cerrar los ojos a esa terrible realidad de millones de mexicanos, porque la pobreza sigue creciendo en vez de bajar y el golpe que se dio el año pasado fue demoledor.
La mayoría de los países de América Latina han seguido estrategias similares a las de Brasil, el nuevo líder del continente, con programas de inversión y visión de futuro, administrando economías en crecimiento y con generación de empleos.
Además de reportar un mejor manejo macroeconómico, que el nuestro, han ampliado sus mercados de exportación para cubrir los nuevos motores de crecimiento como China, la India y sus vecinos asiáticos, así como la región dinámica latinoamericana en torno al Brasil. Deberíamos poder hacer lo mismo, sin dejar de atender a nuestros socios del TLC, Estados Unidos y Canadá.
De modo que, si bien a todos nos corresponde responder al llamado del Presidente Calderón, de unirnos para aportar a la salida de la crisis, es al Gobierno Mexicano, con todas sus instituciones y capacidades, al que le incumbe la responsabilidad primaria llevarnos en el camino al bienestar.
Lo anterior no es fácil, pero lo recomiendan las mejores mentes económicas del mundo, lo hemos hecho en el pasado, y lo sabremos hacer de nuevo.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
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