jueves, 17 de diciembre de 2009

SAQUEMOS A MÉXICO DE LA BASURA

UNIVERSO PYMES
Eduardo Torreblanca Jacques
Industriales del plástico en la ANIPAC, 99 por ciento de ellos Pymes, articulan una propuesta alternativa a las disposiciones que determinó la anterior legislatura en materia de tratamiento de plásticos.
La iniciativa demuestra que si nos esperamos a que los políticos articulen estrategias para que México mejore, lo tendremos que rescatar precisamente "de la basura".
Lectores: llevemos a los ciudadanos al poder.
Guillermo Salas, como presidente en turno de la ANIPAC, ha tratado con la basura.
Lo trataron así siete de los legisladores que sacaron adelante una ley que obliga a adicionar a la producción de productos de plásticos componentes que garanticen su descomposición en un tiempo de tres años.
Seis de los siete diputadazos reconocieron, por cierto, que la ley presentaba "inconsistencias técnicas". Uno de ellos, Xiuh Tenorio, fue el responsable de que la ley mexicana diera un año a los industriales del plástico para colocar ese aditivo en sus productos. Particularmente han concentrado la atención las bolsas de plástico.
Bolsas, por cierto, que en promedio pesan seis gramos y son capaces de cargar hasta diez kilogramos.
Del total de la basura en el país se calcula que 1 por ciento está integrado por bolsas de plástico y 9 por ciento más por desechos con este componente. El 90 por ciento de la basura nada tiene que ver con el plástico.
No es México la primera nación, por cierto, que intenta hallar una salida a los componentes de basura que no tienen una descomposición rápida. En el asunto de los plásticos y qué hacer con ellos una vez que se usan, han reparado otras naciones, europeas y asiáticas, desde hace más de 30 años.
La salida de adicionar elementos químicos que aceleren la degradación del plástico ya se tomó antes en otros países, pero los resultados no fueron los que se esperaban. No fue la mejor salida.
Entre otras cosas se encuentra en cuestionamiento abierto la seguridad y confiabilidad de los aceleradores de oxidación. Otro punto se encuentra en la necesidad de que estos plásticos, para que se descompongan rápidamente tengan que estar en contacto directo con la luz y el calor solar. Es decir que no es cosa de esconderlos, sino de, precisamente, lo contrario, tener estos componentes a cielo abierto.
La adición representa para las tres mil 500 empresas mexicanas que producen plásticos una elevación en sus costos de entre 10 y 15 por ciento, pero ése no es el problema más importante.
El problema real es que no se sabe qué consecuencias tendrá la oxidación acelerada de los plásticos. Porque ciertamente un plástico se descompone en tres años siempre, pero queda en grados tan minúsculos que nadie puede garantizar que no viaje en el ambiente y acabemos respirándolo o que las sustancias que se adicionan al plástico para garantizar su descomposición interactúen con el componente que contienen.
O que los animales que nos comemos hayan consumido o respirado plásticos en nanopartículas.
Delicado el asunto para una crema o para leche, alimentos y champús.
Si en un año las empresas productoras de plástico no agregan componentes de oxidación, que producen una empresa inglesa o una canadiense, tendrán que cerrar, lo que pone en riesgo 50 por ciento de los 150 mil empleos directos que generan los industriales del plástico y parte de los 800 mil indirectos.
Los industriales mexicanos decidieron entonces buscar las mejores soluciones al problema del reciclaje de los plásticos y encontraron lo que parece ser mejor en el mundo.
Soluciones que ya están en práctica en países desarrollados. Y que han dado resultado.
En la tropicalización de la fórmula se encuentra una propuesta que los industriales, la sociedad civil, ha nombrado como "Saquemos a México de la basura".
Cada mexicano produce al día un kilo de basura. De lo que se trata es de tratar la basura en centros (222 en todo el país) que como beneficio obtendrían del proceso electricidad.
El tratamiento de 450 toneladas por día generaría 15 megavatios, suficientes para abastecer a una ciudad del tamaño de Toluca.
Cada planta de estas tendría un costo de cien millones de dólares. El costo total al finalizar la instalación de las 222 plantas necesarias en México sería de 22 mil 200 millones de dólares. ¿De dónde sacar ese dinero?
Se tiene ya a la institución financiera interesada en cubrir 85 por ciento del proyecto a una tasa inferior a 6 por ciento anual como interés.
Desde su primer año de funcionamiento, las plantas comenzarían a generar recursos que las encaminarían no sólo a cumplir sus obligaciones financieras, sino hacia la autosustentabilidad.
Cada planta requiere de siete meses para su inicio de operaciones.
La iniciativa, en su proceso total, generaría al menos 200 mil empleos directos y un millón de indirectos. Se ha logrado hacer esto en Brasil, Corea, Japón, Alemania y Taiwán, entre otros países. ¿Por qué no hacerlo en México?
¿Por qué permitir que México siga hundido en la basura?
¿Tiene usted el conocimiento de que nuestro país compra basura debidamente clasificada a Guatemala para procesos de reciclaje, porque el nuestro no ha sido capaz de ordenar su basura?
¿No es ésta una mejor opción que adicionar a los envases, empaques y productos de plástico aceleradores de oxidación cuyas consecuencias no se conocen cabalmente?
La propuesta "Saquemos a México de la basura" será presentada oficialmente al país a principios del año entrante. Ha conseguido esta iniciativa importantes consensos de apoyo empresarial, entre los que se cuenta la industria química y la ANTAD, la asociación que tiene innegables presencias políticas a nivel nacional.
direccion@universopyme.com.mx





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