domingo, 20 de diciembre de 2009

COMBATIR LA POBREZA CON HECHOS

Jorge A. Chavez Presa
Si pudiéramos pedir que se cumpliera un deseo colectivo, creo que sin duda sobresaldría el de erradicar la pobreza. No como una buena intención propia de las fechas de fin de año, sino porque México ha tenido y tiene los recursos para lograrlo. Ahora, además hay mejores instrumentos para medir e identificar dónde y quiénes son los pobres de nuestro país.
De ahí la importancia de que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) haya emitido una metodología más completa para medir la pobreza no sólo en términos de ingreso, sino también a la luz de los derechos sociales que todo mexicano debe ejercer.
A este respecto una reflexión de Amartya Sen es propicia para la ocasión: "Una perspectiva de la pobreza exclusivamente centrada en los ingresos pasa inevitablemente por alto muchos aspectos importantes de la causalidad de la pobreza. La pobreza puede considerarse la privación de la verdadera libertad de la persona para vivir de la forma en que con toda razón desea vivir". En este contexto, ¿cómo se puede ser libre sin educación; acceso a servicios de salud, seguridad social y alimentación; calidad y espacios de vivienda; servicios básicos como agua potable y drenaje, y cohesión social? Prácticamente es imposible ser libre sin estos elementos. Por ello qué bueno que el Coneval dé este paso que la política social hacia la pobreza, con un enfoque multidimensional, pueda elevar su efectividad.
Sin embargo, aun suponiendo que el uso de los recursos públicos vaya a utilizarse de la mejor manera para sacar a los 47 millones de mexicanos que se encuentran en pobreza multidimensional, sin crecimiento económico y sin política, la tarea va a ser imposible de alcanzar. Por ello dos reformas son fundamentales para ser congruentes con el combate a la pobreza: la reforma política y la reforma de la hacienda pública.
La primera es básica porque el arreglo y distribución actual del poder político no ha permitido que el país tome mejores decisiones colectivas. Del régimen de partido hegemónico y del presidencialismo sin contrapesos que lograba casi un control absoluto del poder público, hemos pasado a uno donde parte del poder se ha distribuido del presidente a los gobernadores y al Congreso; de uno a varios partidos políticos; de un control de los intereses privados a una influencia poco sana de decisiones del Congreso que perjudican el interés público, y donde otros poderes fácticos como sindicatos, medios de comunicación electrónica e iglesias han rebasado límites socialmente aceptables.
La segunda también es esencial, porque hablar de los derechos sociales sin una hacienda pública que permita respaldar el costo de los servicios públicos y las políticas públicas orientados a que se cumpla el pacto social es pura demagogia.
Si el gobierno a nombre del Estado, lo que es y nos concierne a todos, no puede promover y crear las condiciones de orden y libertad porque es incapaz de recaudar lo que todo mexicano debe contribuir de manera proporcional y equitativa, y luego transformar estas contribuciones en buena educación, salud, seguridad social e infraestructura urbana, la pobreza perdurará.
Bienvenido el debate a la reforma política que se nutrirá con la reciente propuesta del presidente Calderón y de las iniciativas que presenten los grupos parlamentarios en las próximas semanas. Sin embargo, reformar para que la pobreza siga igual por la falta de las condiciones políticas para concretar acuerdos que permitan una mejor asignación de los recursos de la economía mexicana, eso sí va a ser un desastre y una muestra de falta de sensibilidad frente al segundo bicentenario de nuestra independencia.
Fuente: El Universal

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