jueves, 24 de diciembre de 2009

ESTRATEGIA INDUSTRIAL

José Luis Calva
En las entregas decembrinas de Pulso Industrial y de su revista Industria, la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) sugiere que 2009 “será recordado como el año más difícil para la economía”; y estima que “la recuperación será complicada y no estará exenta de recaídas”. Ciertamente, después del mayor desplome del PIB mexicano desde la Gran Depresión, las expectativas no son halagüeñas.
Por eso resulta apremiante ampliar la mirada. A juicio de la Concamin, en México tenemos “la capacidad productiva y el potencial para dejar atrás los crecimientos mediocres”: “nuestro país puede alcanzar crecimientos anuales de cinco o siete porciento, como otras naciones”. Es cierto, pero sólo será factible si México abandona el modelo económico neoliberal, basado en los dogmas del Consenso de Washington —cuya perseverante aplicación ha traído consigo un crecimiento del PIB a la mediocre tasa del 2.1% anual durante el periodo 1983-2009—, y se decide a aplicar una estrategia pragmática de desarrollo, basada en la experiencia internacional de países con exitosos procesos recientes de industrialización.
En esta perspectiva —y de cara a su próxima Reunión Anual de Industriales, que se realizará a fines de enero en Veracruz— algunos amables lectores me han sugerido sintetizar los componentes fundamentales de una estrategia de desarrollo industrial. Vale.
Primero: políticas macroeconómicas favorables al desarrollo manufacturero, comenzando por una política cambiaria que evite sistemáticamente la sobrevaluación de nuestra moneda, a fin de coadyuvar a la competitividad-precio de los productos industriales mexicanos; además de aplicar políticas macroeconómicas (monetaria y fiscal) contracíclicas, a fin de estimular el crecimiento sostenido de la demanda interna agregada, evitando así los repetidos ciclos de freno y arranque que traen consigo una elevada subutilización promedio de la capacidad productiva instalada, reduciendo las utilidades de las empresas, la inversión y la generación de empleos.
Segundo: políticas de fomento económico general, principalmente construcción de infraestructu¬ra (que contribuye a la reducción de costos); formación de recursos humanos; desarrollo de un sistema eficiente de investigación científico-técnica (a fin de apoyar a las empresas en la selección, adaptación y generación de tecnologías apropiadas); y desarrollo del sector energético.
Tercero: instrumentos horizontales de fomento manufacturero (considerados por la OCDE como políticas “neutrales” o no distorsionantes), como son los incentivos a la innovación tecnológica; apoyos crediticios con tasas preferenciales para pequeñas industrias; estudios de mercado y promoción externa de productos, así como capacitación empresarial y asesoría a través de la banca nacional de desarrollo y de las dependencias de comercio y fomento industrial.
Cuarto: formulación de una estrategia sectorizada de desarrollo industrial, que arranca de la definición de las ramas industriales (o industrias relevantes) existentes o susceptibles de ser creadas, cuya promoción vertical —es decir, con políticas sectorizadas— puede acarrear elevados beneficios: 1) ramas industriales o industrias que —en función de las economías de escala y/o del dinamismo de la demanda internacional— contribuyan más al equilibrio o superávit en el comercio exterior manufacturero; 2) ramas que más contribuyan a la generación acelerada de empleos, en función de sus densidades de capital y de la demanda interna y externa de sus productos; 3) industrias de avanzada tecnología con mayores externalidades positivas (o efectos multiplicadores), cuya creación y desarrollo pueden ser incentivados mediante apoyos públicos que equilibren la brecha entre los beneficios privados y los beneficios sociales de la inversión en esas áreas. En general, las externalidades o ganancias agregadas que traen consigo las redes o complejos productivos, deben ser promovidas con políticas específicas.
Quinto: los instrumentos sectoriales de política industrial —tales como el acceso a crédito preferencial; compras de gobierno; apalancamiento o asociación con capital de riesgo por la banca de desarrollo; subsidios especiales, etcétera— deben utilizarse de manera integrada en paquetes específicos, como una suerte de “trajes a la medida”, contra compromisos de desempeño de los sectores beneficiados, según lo muestran importantes experiencias de industrializaciones exitosas.
En suma: de la visión neoliberal que concibe la eficiencia industrial como responsabilidad exclusiva de cada empresario, hay que pasar a una visión pragmática, donde el Estado asuma y cumpla eficazmente sus responsabilidades estratégicas en el desarrollo industrial.
Investigador del IIEc de la UNAM
Fuente: El Universal

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