viernes, 11 de diciembre de 2009

DECADENCIA

Guillermo Knochenhauer
El Presidente Calderón explica el colapso económico del país (definición aceptable de la contracción mayor al 7 por ciento del PIB de este año) por la crisis global y por la profunda dependencia externa del modelo económico mexicano. La crisis es “la más grave en todo el mundo” pero “además impactó especialmente a México”, dijo Calderón en el repaso de sus tres años de gobierno, el 29 de noviembre pasado.
Según Calderón “ninguna otra economía del mundo tiene el grado de dependencia, esa es la palabra, dependencia que nosotros tenemos de la economía de Estados Unidos”.
Lo que dice el Presidente es que la economía de México necesita, para crecer, que la de Estados Unidos se quede con más del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas de manufacturas. El problema es que ese mercado ya se estaba cerrando para las ventas mexicanas mucho antes del estallido de la actual crisis.
Según ProMéxico, de los 37 mil 745 exportadores mexicanos que había en el año 2000, sólo quedaba el 18.6% en 2008. Un total de 31 mil 135 exportadores dejaron esa actividad en cosa de nueve años.
Si el cierre del mercado estadounidense a nuestras exportaciones –por la crisis dice el Presidente, desde antes según toda evidencia- es la primera causa que ve el gobierno del colapso económico, ¿qué está haciendo para superarla? ¿Sólo espera de que se recupere la economía estadounidense para volver a venderle nuestras manufacturas?
Eso no sucederá. Hace lustros que debió asumirse que la dependencia sin Estado que funcione, es una mala estrategia de desarrollo y a futuro, cuando se reanime la actividad económica estadounidense, hay que aceptar que no se recuperarán los niveles de exportación que hubo antes de la crisis.
La razón es obvia: la economía mexicana ha perdido competitividad frente a otros países, ávidos de entrar al mercado que más consume en el mundo. Si de hablar con la verdad se trata, según dijo Calderón, hay que reconocer que el esquema neoliberal no ha sido un modelo de crecimiento, sino de estancamiento de la productividad, del producto y del ingreso por habitante.
La competitividad incluye costos como el de la energía y las comunicaciones y desde luego, a los factores que intervienen directamente en la producción, que son trabajo y la tecnología de los medios de producción. Tomando solamente estos últimos factores en cuenta, resulta que su productividad creció al 3.8 por ciento anual promedio entre 1950 y 1970, bajó al 1.79 de 1971 a 1982 y a partir de 1983 hasta 2006 (último año del que hay información) en vez de crecer, su productividad ha sido menor cada año.
El periodo neoliberal 1983-2009 también ha sido desastroso para el crecimiento del producto interno bruto, al haberse alcanzado una tasa media de apenas 2.1% anual, cuando fue de 6.1 por ciento anual promedio desde 1934 hasta 1982.
El ingreso por habitante ha sido cercano a cero (del 0.4% anual durante los últimos 26 años) lo que, aunado a la concentración de la riqueza, explica el aumento del número de pobres y la profundidad que tiene para uno de cada cinco mexicanos que diariamente se quedan con hambre.
La lógica de la dependencia económica de Estados Unidos enmarcada en el neoliberalismo (dependencia sin Estado presente), explica sólo en parte la decadencia múltiple en la que ha entrado el país. Pero en realidad, esa dependencia es consecuencia del desmantelamiento neoliberal del Estado, el cual lo dejó sin brújula, le quitó atribuciones rectoras en políticas públicas y sólo preservó su pesada burocracia.
No se trata de pensar en el Estado autoritario, patrimonialista y demagogo del priísmo, sino de reconocer que la sociedad organizada como Estado es la única instancia capaz de regular el mercado para evitar los excesos de dependencia, desigualdades y finalmente estancamiento y decadencia a los que se ha llegado en nuestro país. México tiene que llegar a un nuevo pacto que sea más equitativo y justo para reorganizarse en un Estado capaz de afrontar sus múltiples desafíos.
knochenhauer@prodigy.net.mx

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