lunes, 21 de diciembre de 2009

DANZA DE LAS CIFRAS PETROLERAS

BAROMETRO FINANCIERO
Rodolfo Navarrete
Si bien los mercados financieros tenían plenamente descontada la baja de calificación de la deuda soberana que hizo Standard & Poor's (S&P) la semana pasada, al parecer no han valorado suficientemente los argumentos que utilizó esta firma para tomar tal decisión.
Entre los más importantes está el señalamiento de que el presupuesto de 2010 sobrevalúa la producción de petróleo en más de 200 mil barriles diarios, lo cual implica una subestimación del déficit fiscal programado para ese año.
Como se recordará, a finales de noviembre el Congreso aprobó el paquete fiscal de 2010, que fue refrendado por el Ejecutivo y publicado en el Diario Oficial de la Federación a mediados de diciembre.
Ese paquete se sustenta en el marco macroeconómico de 2010 que propuso la Secretaría de Hacienda y que también fue aprobado por estas dos instancias.
Entre otras cosas, en él se considera que la plataforma de producción de petróleo durante 2010 será de 2.5 millones de barriles diarios y que la plataforma de exportación alcanzará 1.108 millones de barriles diarios.
De acuerdo con S&P, en realidad la producción de petróleo caerá a 2.3 millones de barriles por día en 2010; vale decir, 8.0 por ciento por debajo de lo presupuestado.
Si esto fuera así, Pemex dejaría de percibir 12 millones de dólares diarios, lo que equivale a 4.3 mil millones de dólares durante 2010.
Al tipo de cambio actual (12.90 pesos por dólar), esa cifra sería equivalente a 55.5 mil millones de pesos, que a su vez será igual a 0.43 por ciento del PIB programado para ese año.
Si se tiene en cuenta que el déficit presupuestado para 2010 es de 2.8 por ciento del PIB, los menores ingresos fiscales, producto de la corrección de la sobreestimación de la plataforma de producción petrolera, implicarán incrementar esta proporción hasta 3.2 por ciento.
Tal como sucedió en la formulación del presupuesto de 2010, el financiamiento del déficit tendrá que darse mediante tres vías: una, por medio del mayor endeudamiento público; otra, por el incremento en los ingresos públicos, y la tercera, mediante la reducción del gasto público.
Si bien cabe la posibilidad de que parte de ese déficit se pueda financiar por medio de la deuda pública, lo más probable es que el gobierno opte por la vía más fácil y expedita, que es a través del aumento de los precios y tarifas públicas; vale decir, mediante el aumento en los precios de la gasolina, el gas y la electricidad.
Si esto fuera así, durante el próximo año la inflación resentirá un efecto alcista adicional al que se espera, derivado del aumento de los impuestos y de los propios precios y tarifas públicas.
Si bien hasta el momento no se conoce a ciencia cierta cuál es el monto del incremento en los precios y tarifas públicas previsto en el presupuesto de 2010, el Banco de México (Banxico) adelantó en su addendum al informe de la inflación del tercer trimestre del presente año que el incremento en el precio de la gasolina de bajo octanaje (la de más alto consumo) sería de 9.1 por ciento; mientras que el aumento del precio de la gasolina de alto octanaje sería de 6.4 por ciento.
Igualmente, espera que el aumento en el precio del gas de uso doméstico será de 6.5 por ciento; mientras que el de la electricidad será de 7.92 por ciento.
Si, efectivamente, se decidiese financiar el posible faltante de ingreso público en 2010 mediante el aumento de los precios y tarifas públicas, queda claro que esos incrementos tendrán que ser superiores a los estimados por el banco central, lo cual necesariamente afectará el comportamiento esperado de la inflación.
Al respecto, en 2007, cuando se aprobó la primera reforma fiscal, el temor del Banxico era que el aumento en los precios y tarifas públicas fuera a generar efectos inflacionarios secundarios, por lo que se vio obligado a aumentar de manera preventiva la tasa de interés de referencia, con el claro objetivo de contener una posible afectación en la formación de otros precios.
Cabe recordar que en aquella ocasión, los incrementos en los precios de las gasolinas fueron significativamente inferiores a los que estima (aun sin conocer los probables sobre aumentos que podrían registrarse para financiar el faltante de ingresos que se espera para 2010) el banco central.
Así, durante el periodo de vigencia de esa reforma fiscal; vale decir, durante gran parte de 2008, el aumento del precio de la gasolina de bajo octanaje fue de 4.8 por ciento, mientras que el precio de la de alto octanaje subió 5.8 por ciento.
Por su parte, la tarifa de la electricidad subió 9.5 por ciento, en tanto que el gas de uso doméstico lo hizo en 10.7 por ciento.
Si en aquella ocasión el Banxico reaccionó ante la posibilidad de que estos incrementos puedan generar efectos secundarios sobre la inflación, con mucha mayor razón tendría que hacerlo ahora, aunque el banco central considera que la contracción actual de la demanda será suficiente para contener cualquier propagación.
Fuente: EL Financiero
Sin embargo, el Banxico olvida que la estructura monopólica de los mercados en México hace que los precios sean más sensibles al alza ante estímulos alcistas que a la baja ante estímulos bajistas.

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