JOSÉ FERNÁNDEZ SANTILLÁN / EL UNIVERSAL
A la memoria de Carlos Fuentes
Agitados como andamos por las campañas electorales, hemos centrado
nuestra atención, casi exclusivamente, en el acontecer nacional. No
obstante, debemos reconocer que las fronteras entre la política interna y
la política internacional se están borrando.
Un flujo incesante entre una cosa y la otra aconseja no perder de vista
lo que sucede más allá de nuestras fronteras. Ubicados en este mirador
hemos de señalar que el martes de esta semana se conmemoró el primer
aniversario del movimiento de los "Indignados", también conocido como el
15-M.
Ese día, en 50 ciudades españolas se organizaron manifestaciones de
protesta contra el desempleo, los recortes al gasto social y la falta de
oportunidades. Una veintena de jóvenes decidieron iniciar un plantón en
la madrileña Puerta del Sol (Ana Anabitarte, El Universal, 15/V/12).
Durante los siguientes días miles de personas se les unieron. Como quien
tira una piedra en aguas mansas la onda expansiva fue creciendo,
primero en decenas de localidades en España, luego en otras ciudades
europeas hasta tocar 81 países del mundo.
El carácter global alcanzado por la protesta se puso de manifiesto el
15 de octubre de 2011, cuando en cerca de mil ciudades de los cinco
continentes la gente salió a las calles y plazas para lanzar un solo
grito: "basta ya".
Se trata de un movimiento construido desde la base social: las
decisiones se toman en asambleas populares; no hay caudillos. Frente a
un sistema económico que margina a un altísimo número de personas, se ha
establecido, en contrapartida, una economía incluyente, de autoayuda.
"La creatividad colectiva es nuestro mayor descubrimiento". El 15-M ha
sido un éxito de la sociedad civil y de la democracia. De los tres
principios inmortales enarbolados por la Revolución Francesa, liberté,
égalité, fraternité el que los "indignados" han hecho brillar con más
intensidad es, este último, el de la fraternidad.
Se ha dicho, correctamente, que el 15-M representa el fracaso del
"pensamiento único", o sea, del dogma neoliberal; de aquellas tesis que
quisieron ver en "el individualismo posesivo" la panacea que podía
resolver los problemas del mundo. El asunto es que esa estrategia no
sólo no resolvió los rezagos sociales, sino que los agravó; concentró la
capacidad de decisión y la riqueza en unas cuantas manos. Tras las
inexorables leyes del mercado se esconde la colusión entre empresarios,
banqueros y políticos. "Esto no es una crisis, es un fraude".
¿Y qué de nosotros en México? Pues aquí el neoliberalismo sigue vivito y
coleando. Es más, dos sexenios panistas lo han ahondado. ¿Qué pasará en
la próxima administración? En el debate del domingo 6 de mayo entre los
candidatos a la Presidencia de la República se tocó, precisamente, el
tema del modelo económico. Josefina Vázquez Mota y Gabriel Quadri de la
Torre se pronunciaron en favor del monetarismo, en tanto que Andrés
Manuel López Obrador dijo, certeramente, que ya no funcionaba; pero no
precisó mayor cosa. Inmediatamente, retomaron los ataques al abanderado
priísta. Enrique Peña Nieto, por su parte, afirmó que el modelo
neoliberal ya no tenía futuro y que debería ser sustituido por la
combinación entre la eficiencia económica y la responsabilidad social.
Dado el corto tiempo de que se dispuso en ese evento para argumentar
con más amplitud, me parece que, en referencia a la crítica del
neoliberalismo como a su sustitución, tanto el tabasqueño como el
mexiquense nos deben una explicación más amplia.
Andrés Manuel, en vez de perder el tiempo en el golpeteo político, ha
de enarbolar y actualizar el tema de la justicia social (de cuño
cardenista) y su posible instrumentación; Peña Nieto, por su parte, debe
reivindicar, más explícitamente, el liberalismo social de Jesús Reyes
Heroles y explicar cómo pretende llevarlo a la práctica. El reto
consiste en abrir la perspectiva y observar que este país no es una
isla. Lo surcan fenómenos que agobian al mundo contemporáneo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario