Economía Moral
Evolución de las dimensiones de la pobreza del MMIP, 1992-2010
Julio Boltvinik / La Jornada
El Método de Medición
Integrada de la Pobreza (MMIP) está constituido por tres dimensiones: la
de necesidades básicas insatisfechas (NBI), la de ingresos y la de
tiempo libre. Las dos últimas se combinan entre sí: los ingresos
laborales del hogar se dividen entre el indicador de pobreza de tiempo
para obtener el ingreso laboral corregido: el que el hogar tendría si
trabajara (doméstica y extra-domésticamente) exactamente el tiempo
normativo para no incurrir en pobreza de tiempo. Este ingreso laboral
corregido se suma a los demás ingresos del hogar y la suma así obtenida
se compara con la línea de pobreza para obtener el índice de la pobreza
de ingreso-tiempo de cada hogar. El promedio ponderado de este índice y
el de NBI es el índice del MMIP: cuando es positivo el hogar es pobre; cuando es igual a cero o negativo, el hogar es no pobre.
El índice de la dimensión de NBI es un promedio ponderado de ocho
indicadores: educación; salud y seguridad social; vivienda; servicios
sanitarios de la vivienda; energía doméstica; teléfono; eliminación de
basura y bienes durables.
La gráfica muestra, para el país en su conjunto, la incidencia de la
pobreza en cada una de las dimensiones y en el índice integrado del
MMIP. La incidencia la denotamos con H y es igual al cociente del número
de personas pobres (q) entre la población total (n), multiplicado por
100 para expresarlo como porcentaje (es decir H=(q/n)100. Los datos se
muestran para cada uno de los años, a partir de 1992 en los que el INEGI
levantó la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares
(ENIGH). Se presentan, por ello, cinco líneas de evolución de H:1) La de tiempo (que es la que tiene valores más bajos, de alrededor de 50 por ciento) que muestra una leve tendencia a aumentar entre 1994 y 2006 y baja después a niveles similares a los de 1998. Cierra en 2010 por arriba, levemente, del nivel de 1992. Nótese que, en general, se mueve en sentido opuesto a la de ingresos: cuando ésta baja, la de tiempo aumenta, lo que podemos explicar, provisionalmente, porque los integrantes del hogar trabajan más horas cuando la economía está creciendo y hay más oportunidades de empleo. También puede intervenir aquí la tendencia secular a una mayor participación laboral femenina.
2) La de ingresos, que muestra fuertes fluctuaciones, con valores extremos entre un mínimo de 67.3 por ciento (en 2006) y un máximo de 84.6 por ciento (en 1996), y cierra en 2010 con un nivel casi idéntico al de 1994. Es muy sensible a las fluctuaciones económicas como lo muestran los aumentos de 1994 a 1996 (muy abrupto: 10 puntos porcentuales más) y de 2006 a 2010 (no tan abrupto: 6.5 puntos más).
3) La de ingreso-tiempo, que se mueve por arriba (entre 2 y 6 puntos) de la de ingresos, de manera casi paralela pero con una tendencia a que la distancia entre ellas se incremente (salvo en años de crisis, donde se acorta). Nótese que entre 2000 y 2004 ,cuando la H de ingresos está estancada, la de ingresos-tiempo aumenta. La H de ingreso tiempo se mueve, en general, en el rango entre 75 y 80 por ciento (con algunas excepciones). Cierra el periodo donde empezó, en 78 por ciento.
4) La incidencia de la pobreza de NBI es, en casi todos los años, más alta que la de ingreso-tiempo y siempre es más alta que la de cada una de estas dimensiones consideradas individualmente; varía en un rango de 88.6 por ciento (en 1996) a un mínimo de 76.6 por ciento en 2006). Nótese que los años del máximo y el mínimo son los mismos que los de la H (de ingresos). Los valores de H(NBI) son mucho menos sensibles (sin dejar de serlo) a las crisis que los de ingresos. Así entre 1994 y 1996 el aumento es de sólo 2.2 puntos porcentuales y entre 2006 y 2008 de 1.5 puntos. Una importante diferencia entre H(NBI) y H(ING) es que la primera cierra más de 8.1 puntos por debajo del nivel de 1992. Una lenta mejoría que, en ingreso-tiempo no existe y que en ingresos es de sólo 2.2 puntos, apenas por arriba de la cuarta parte de la baja de H(NBI). De cualquier manera, es decepcionante el bajo ritmo de disminución de la pobreza por NBI, ya que al menos tres de sus indicadores compuestos (educación, vivienda y agua y drenaje) tienen el carácter de acervos que, una vez logrados, difícilmente se pierden (el nivel educativo alcanzado por una persona sólo se pierde con su muerte y algo similar pasa con las viviendas y los sistemas de agua entubada y drenaje).
5) La línea más alta es la del índice integrado del MMIP cuyos
valores extremos son: 90.3 por ciento en 1996 y 79 por ciento en 2006.
El índice del MMIP para cada hogar se calcula como una media ponderada
de los índices de ingreso-tiempo y de NBI en la cual el mayor peso es el
del primer índice.
En 1990 escribí (Pobreza y necesidades básicas. Conceptos y métodos de medición, Proyecto Regional para la Superación de la Pobreza, PNUD, América Latina, Caracas, p. 43):
“En síntesis, mientras el método de LP se centra en los requerimientos de consumo privado corriente, el de NBI lo hace en los requerimientos de consumo público y de inversión pública y privada. En términos de sus implicaciones de política, las mediciones de LP definen poblaciones-objetivo con ingresos insuficientes y que, por tanto, requieren atenderse a través de políticas salariales, de empleo y de generación de ingresos. En cambio, las poblaciones-objetivo identificadas por el método de NBI requieren créditos para vivienda, servicios de agua y de eliminación de excretas, educación y otras políticas similares. Mientras el primer enfoque lleva a la definición de lo que suele llamarse políticas económicas, el segundo lleva a la definición de políticas sociales”
Las cifras incluidas en la gráfica sobre la evolución de las pobrezas de ingresos y de NBI constituyen una evaluación de las políticas económicas y sociales que, en el periodo de estudio han sido incapaces de disminuir a un ritmo adecuado la incidencia de dichas pobrezas a nivel nacional. Este fracaso se expresa en que entre 1992 y 2010 aumentó mucho el número de personas (q) viviendo en ambas pobrezas: los pobres por NBI pasaron de 75.4 millones en 1992 a 87.9 millones en 2010, un aumento de 12.5 millones; todavía peor, los pobres de ingresos pasaron de 66.5 a 83.2 millones en el mismo periodo, un aumento de 16.7 millones, 928 mil por año. Además, las personas en pobreza de tiempo aumentaron en 13.9 millones, al pasar de 42.8 a 56.7 millones. Estos aumentos reflejan los fracasos más o menos estrepitosos de la política económica, de la social y de la de género (esta última, entre otras cosas, no compensó la creciente participación femenina en la población económicamente activa con servicios de cuidado diurno de los menores). En conjunto, estos fracasos parciales se tradujeron en el fracaso de la política de lucha contra la pobreza y la desigualdad: cada año se incorporó un poco más de un millón de personas al ejército de la pobreza integrada (MMIP), que pasó de 74.9 millones a 93.2 millones entre 1992 y 2010.
En 1990 escribí (Pobreza y necesidades básicas. Conceptos y métodos de medición, Proyecto Regional para la Superación de la Pobreza, PNUD, América Latina, Caracas, p. 43):
“En síntesis, mientras el método de LP se centra en los requerimientos de consumo privado corriente, el de NBI lo hace en los requerimientos de consumo público y de inversión pública y privada. En términos de sus implicaciones de política, las mediciones de LP definen poblaciones-objetivo con ingresos insuficientes y que, por tanto, requieren atenderse a través de políticas salariales, de empleo y de generación de ingresos. En cambio, las poblaciones-objetivo identificadas por el método de NBI requieren créditos para vivienda, servicios de agua y de eliminación de excretas, educación y otras políticas similares. Mientras el primer enfoque lleva a la definición de lo que suele llamarse políticas económicas, el segundo lleva a la definición de políticas sociales”
Las cifras incluidas en la gráfica sobre la evolución de las pobrezas de ingresos y de NBI constituyen una evaluación de las políticas económicas y sociales que, en el periodo de estudio han sido incapaces de disminuir a un ritmo adecuado la incidencia de dichas pobrezas a nivel nacional. Este fracaso se expresa en que entre 1992 y 2010 aumentó mucho el número de personas (q) viviendo en ambas pobrezas: los pobres por NBI pasaron de 75.4 millones en 1992 a 87.9 millones en 2010, un aumento de 12.5 millones; todavía peor, los pobres de ingresos pasaron de 66.5 a 83.2 millones en el mismo periodo, un aumento de 16.7 millones, 928 mil por año. Además, las personas en pobreza de tiempo aumentaron en 13.9 millones, al pasar de 42.8 a 56.7 millones. Estos aumentos reflejan los fracasos más o menos estrepitosos de la política económica, de la social y de la de género (esta última, entre otras cosas, no compensó la creciente participación femenina en la población económicamente activa con servicios de cuidado diurno de los menores). En conjunto, estos fracasos parciales se tradujeron en el fracaso de la política de lucha contra la pobreza y la desigualdad: cada año se incorporó un poco más de un millón de personas al ejército de la pobreza integrada (MMIP), que pasó de 74.9 millones a 93.2 millones entre 1992 y 2010.
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