domingo, 20 de mayo de 2012

¿ES POSIBLE NEGOCIAR CON LOS NARCOS?

Jorge Zepeda Patterson / El Universal


Seamos honestos. La única salida al problema del narcotráfico sería una legalización del consumo y venta de drogas, bajo alguna modalidad sensata. Resulta pueril creer que el problema se va a acabar mientras exista un mercado billonario que demanda drogas, por decir lo menos. Es una actividad que genera entre 30 y 40 mil millones de dólares anuales sólo en México, lo cual equivale prácticamente a los ingresos petroleros y supera a las entradas por remesas o por turismo. O sea, no se va a terminar porque eliminemos a los Nachos Coroneles o los Beltrán Leyva, o se maten entre ellos a razón de 10 mil por año (asumiendo, sin conceder, que sólo se mataran entre ellos).
Pero además de honestos, si nos ponemos prácticos tendríamos que concluir que la doble moralidad que caracteriza a las políticas públicas norteamericanas impiden que México esté en condiciones de legalizar unilateralmente el consumo de droga. Simple y sencillamente no funcionaría a menos que varios países limítrofes lo hagan simultáneamente.
Lo único que queda es hacer exactamente lo mismo que hacen en todo el mundo. Pactar explícita o implícitamente con el tráfico de drogas. ¿No nos dejan legalizarlas? Acotemos la violencia que genera. Es lo que hacen en Estados Unidos o en Colombia. ¿O qué? ¿Es que la droga se teletransporta como en Startrek de la frontera mexicana hasta las calles de Nueva York o Seattle? En ocasiones es mayor el recorrido por las carreteras norteamericanas para llegar al consumidor final, que por la carreteras mexicanas para llegar a la frontera. ¿Por qué allá no hay una guerra contra los cárteles? La cocaína no se fábrica en Estados Unidos pero está disponible en cualquier ciudad norteamericana. En Colombia se dice que ya no hay los Pablo Escobar, pero la coca sigue saliendo en las mismas cantidades que antes. ¿Por qué ser los únicos que estamos en guerra, metidos en una sangría interminable? (Acabamos de superar la cifra de soldados norteamericanos caídos en VietNam).
La pregunta de fondo sería ¿es factible negociar con el narcotráfico? En mi opinión la respuesta es política. Calderón dice que una negociación es imposible porque el modelo de negocio del Narco ha cambiado. Antes se dedicaban al trasiego (afectando sierras y carreteras sin meterse a las ciudades ni la población civil). Eso permitía en el pasado un acuerdo del tipo “ustedes a lo suyo, pero no se metan con la gente”. Regresar al pasado es imposible, dice el Presidente, porque ahora se disputan el consumo de las plazas mexicanas, lo cual significa corromper al policía que está afuera de una Prepa, o el estanquillo de la esquina que vende al barrio. Supone comprar a la patrulla, inspectores y autoridades de la ciudades y municipios. Es decir, están en el tejido social, imposible decirles “no se metan con la gente”.
La premisa es falsa. Justamente porque están metidos en el tejido social una guerra en contra de ellos es una guerra perdida, porque supone ya una guerra contra la población civil, como en realidad está sucediendo en partes de Michoacán, Chihuahua, Sinaloa o Nuevo León. En Miami Beach o en Chicago hay una estructura de distribución igualmente incrustada en la sociedad, en los barrios, en bares y discotecas. Y sin embargo no se matan entre ellos ni aparecen 49 descabezados. Y eso pese a que el monto económico de la operación es mayor que en Acapulco o Monterrey.
El tema no es el modelo de negocio, sino los factores “empresariales” que están detrás del modelo. Lo peor de los 60 mil muertos del sexenio es que desató una guerra intestina entre las bandas y territorios. Guadalajara vivió varios años de relativa paz hasta que los federales mataron a Nacho Coronel. Hoy la plaza es disputada por varias bandas y las ejecuciones han regresado a la ciudad. La moraleja es categórica.
El nuevo gobierno tendrá que negociar con los carteles. El problema es que no hay con quien negociar. Fragmentación de mandos, líderes regionales en perpetua inestabilidad, absoluta ausencia de códigos, ninguna posibilidad de respetar treguas o territorios. El siguiente presidente tendrá que meter en cintura a los gobernadores y mandar un mensaje claro de la necesidad de una tregua y reglas mínimas. Una negociación necesaria aunque no sea pública. En realidad tampoco a los capos les interesa la guerra salvaje en la que están metidos. Tomará algún tiempo encontrar a los interlocutores, liquidar a los más inestables, fortalecer a los “confiables”, mejorar la inteligencia y el poder político para garantizar que un rival no se meta al territorio de otro. ¿Le parece a usted que es una propuesta cínica o inmoral? A mi me parece más inmoral que tengamos 30 ejecutados en promedio diarios, durante años, y no hagamos nada al respecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario