Jorge Zepeda Patterson / El Universal
Seamos honestos. La única salida al
problema del narcotráfico sería una legalización del consumo y venta de
drogas, bajo alguna modalidad sensata. Resulta pueril creer que el
problema se va a acabar mientras exista un mercado billonario que
demanda drogas, por decir lo menos. Es una actividad que genera entre 30
y 40 mil millones de dólares anuales sólo en México, lo cual equivale
prácticamente a los ingresos petroleros y supera a las entradas por
remesas o por turismo. O sea, no se va a terminar porque eliminemos a
los Nachos Coroneles o los Beltrán Leyva, o se maten entre ellos a razón
de 10 mil por año (asumiendo, sin conceder, que sólo se mataran entre
ellos).
Pero además de honestos, si nos ponemos prácticos
tendríamos que concluir que la doble moralidad que caracteriza a las
políticas públicas norteamericanas impiden que México esté en
condiciones de legalizar unilateralmente el consumo de droga. Simple y
sencillamente no funcionaría a menos que varios países limítrofes lo
hagan simultáneamente.
Lo único que queda es hacer exactamente lo
mismo que hacen en todo el mundo. Pactar explícita o implícitamente con
el tráfico de drogas. ¿No nos dejan legalizarlas? Acotemos la violencia
que genera. Es lo que hacen en Estados Unidos o en Colombia. ¿O qué? ¿Es
que la droga se teletransporta como en Startrek de la frontera mexicana
hasta las calles de Nueva York o Seattle? En ocasiones es mayor el
recorrido por las carreteras norteamericanas para llegar al consumidor
final, que por la carreteras mexicanas para llegar a la frontera. ¿Por
qué allá no hay una guerra contra los cárteles? La cocaína no se fábrica
en Estados Unidos pero está disponible en cualquier ciudad
norteamericana. En Colombia se dice que ya no hay los Pablo Escobar,
pero la coca sigue saliendo en las mismas cantidades que antes. ¿Por qué
ser los únicos que estamos en guerra, metidos en una sangría
interminable? (Acabamos de superar la cifra de soldados norteamericanos
caídos en VietNam).
La pregunta de fondo sería ¿es factible
negociar con el narcotráfico? En mi opinión la respuesta es política.
Calderón dice que una negociación es imposible porque el modelo de
negocio del Narco ha cambiado. Antes se dedicaban al trasiego (afectando
sierras y carreteras sin meterse a las ciudades ni la población civil).
Eso permitía en el pasado un acuerdo del tipo “ustedes a lo suyo, pero
no se metan con la gente”. Regresar al pasado es imposible, dice el
Presidente, porque ahora se disputan el consumo de las plazas mexicanas,
lo cual significa corromper al policía que está afuera de una Prepa, o
el estanquillo de la esquina que vende al barrio. Supone comprar a la
patrulla, inspectores y autoridades de la ciudades y municipios. Es
decir, están en el tejido social, imposible decirles “no se metan con la
gente”.
La premisa es falsa. Justamente porque están metidos en
el tejido social una guerra en contra de ellos es una guerra perdida,
porque supone ya una guerra contra la población civil, como en realidad
está sucediendo en partes de Michoacán, Chihuahua, Sinaloa o Nuevo León.
En Miami Beach o en Chicago hay una estructura de distribución
igualmente incrustada en la sociedad, en los barrios, en bares y
discotecas. Y sin embargo no se matan entre ellos ni aparecen 49
descabezados. Y eso pese a que el monto económico de la operación es
mayor que en Acapulco o Monterrey.
El tema no es el modelo de
negocio, sino los factores “empresariales” que están detrás del modelo.
Lo peor de los 60 mil muertos del sexenio es que desató una guerra
intestina entre las bandas y territorios. Guadalajara vivió varios años
de relativa paz hasta que los federales mataron a Nacho Coronel. Hoy la
plaza es disputada por varias bandas y las ejecuciones han regresado a
la ciudad. La moraleja es categórica.
El nuevo gobierno tendrá que
negociar con los carteles. El problema es que no hay con quien
negociar. Fragmentación de mandos, líderes regionales en perpetua
inestabilidad, absoluta ausencia de códigos, ninguna posibilidad de
respetar treguas o territorios. El siguiente presidente tendrá que meter
en cintura a los gobernadores y mandar un mensaje claro de la necesidad
de una tregua y reglas mínimas. Una negociación necesaria aunque no sea
pública. En realidad tampoco a los capos les interesa la guerra salvaje
en la que están metidos. Tomará algún tiempo encontrar a los
interlocutores, liquidar a los más inestables, fortalecer a los
“confiables”, mejorar la inteligencia y el poder político para
garantizar que un rival no se meta al territorio de otro. ¿Le parece a
usted que es una propuesta cínica o inmoral? A mi me parece más inmoral
que tengamos 30 ejecutados en promedio diarios, durante años, y no
hagamos nada al respecto.
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