Varios países, como Brasil y Argentina en nuestro continente, están aplicando políticas proteccionistas para defenderse de las tendencias recesivas, y propiciar el pleno empleo.
Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
Múltiples son los riesgos inminentes para México en la evolución de la crisis económica mundial: en Europa, el resto de Norteamérica, en Latinoamérica y en Asia, escenarios geográficos en los que tenemos importantes intereses y nexos comerciales y financieros, que se nos pueden revertir y resultar dañinos.
Recordemos que México decidió, hace algunas décadas, apostarle a los beneficios de ser economía abierta al resto del mundo, después de haber gozado las mieles de una economía cerrada, con políticas proteccionistas que propiciaron la industrialización de México y demás diversificación de nuevos sectores económicos y financieros en el país.
Así, pasamos de ser una economía esencialmente primaria —agrícola, minera, pesquera y petrolera— para convertirnos en un país esencialmente industrial, como lo somos hoy: una potencia automovilística, con una inmensa variedad de otros productos industriales y de servicios, todas fuentes generadoras de gran empleo y de crecimiento económico. Eso explica, en buena medida, el éxito del medio siglo de crecimiento a seis por ciento anual, hasta inicios de la década de los años 80 del siglo pasado.
Esas estrategias de desarrollo económico fueron instrumentadas con exitosas políticas públicas; pero eran otros tiempos del mundo y México los supo utilizar bien, bajo la filosofía de que es papel del Estado promover, guiar y orientar en materia económica.
Ahora es otra cosa. Ya no se cree en el papel del Estado como importante actor económico. El país opera con filosofía de economía abierta —quizá demasiado abierta—; dedicado como está el secretario de Economía en negociar denodadamente múltiples convenios de libre comercio.
Pero parecería que no se dan cuenta de que hoy corremos serios riesgos que debemos atender, ante el vertiginoso cambio en la dirección de la economía mundial.
Vemos a varios países, como Brasil y Argentina en nuestro continente, que están aplicando políticas proteccionistas, para defenderse de las tendencias recesivas de la economía mundial, y propiciar el pleno empleo de sus fuerzas laborales; inclusive hasta llegar a hacernos daño, como ocurrió con Brasil, hace poco, o amenazar con hacerlo, como con Argentina.
Entre los cambios que estamos viendo en otras partes del mundo, que nos pueden afectar, uno de ellos, y particularmente delicado, es el conflicto social en España, por las políticas económicas ideadas para salvar su crisis; y el segundo potencial cambio peligroso para México está asociado con la salud de nuestro sistema bancario, por sus estrechos nexos con los dos bancos más fuertes de ese país, que operan redes bancarias nacionales —de similar importancia— en México. Y luego está el resto de Europa, que amenaza con tener sus economías estancadas.
Luego también tenemos que protegernos de los virus económicos que se pueden transferir de las economías enfermas entre otros de nuestros socios comerciales.
Estados Unidos, por ejemplo, ya tomó medidas para obstaculizar el empleo de mexicanos, y tenemos, por tanto, un retorno masivo de mano de obra mexicana desde hace varios meses. Además, la expectativa de la evolución de su economía, en el corto y mediano plazos, no es muy halagadora. Su crecimiento seguirá siendo muy lento y no nos ayudará a cumplir con nuestras metas de generar empleos al ritmo que necesita México.
Por otra parte, también pensando en el corto y mediano plazos, no se ve un esfuerzo, congruente con la necesidad del país, de acercarnos al crecimiento de la República Popular China, como lo hacen nuestros exitosos vecinos del continente.
¿Qué nos pasa?
Es obligación del Estado ayudar con instrumentos legales y económicos para definir metas y promover su cumplimiento. Nuestra Constitución lo habilita para actuar. Sólo se necesita hacer las cosas.
Y lo necesitamos, porque es absolutamente CIERTO que en México ha crecido la POBREZA en los últimos años; también que tenemos mucho DESEMPLEO en el país y que el mercado formal es superado por el informal, además de que hay muchos mexicanos en edad productiva en busca de trabajo.
Estas observaciones provienen de estadísticas oficiales mexicanas y de los institutos internacionales a los que pertenecemos como país.
Que alguien se lo comunique al Presidente de la República.
* Presidente Nacional del Colegio Nacional de Economistas
Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
Múltiples son los riesgos inminentes para México en la evolución de la crisis económica mundial: en Europa, el resto de Norteamérica, en Latinoamérica y en Asia, escenarios geográficos en los que tenemos importantes intereses y nexos comerciales y financieros, que se nos pueden revertir y resultar dañinos.
Recordemos que México decidió, hace algunas décadas, apostarle a los beneficios de ser economía abierta al resto del mundo, después de haber gozado las mieles de una economía cerrada, con políticas proteccionistas que propiciaron la industrialización de México y demás diversificación de nuevos sectores económicos y financieros en el país.
Así, pasamos de ser una economía esencialmente primaria —agrícola, minera, pesquera y petrolera— para convertirnos en un país esencialmente industrial, como lo somos hoy: una potencia automovilística, con una inmensa variedad de otros productos industriales y de servicios, todas fuentes generadoras de gran empleo y de crecimiento económico. Eso explica, en buena medida, el éxito del medio siglo de crecimiento a seis por ciento anual, hasta inicios de la década de los años 80 del siglo pasado.
Esas estrategias de desarrollo económico fueron instrumentadas con exitosas políticas públicas; pero eran otros tiempos del mundo y México los supo utilizar bien, bajo la filosofía de que es papel del Estado promover, guiar y orientar en materia económica.
Ahora es otra cosa. Ya no se cree en el papel del Estado como importante actor económico. El país opera con filosofía de economía abierta —quizá demasiado abierta—; dedicado como está el secretario de Economía en negociar denodadamente múltiples convenios de libre comercio.
Pero parecería que no se dan cuenta de que hoy corremos serios riesgos que debemos atender, ante el vertiginoso cambio en la dirección de la economía mundial.
Vemos a varios países, como Brasil y Argentina en nuestro continente, que están aplicando políticas proteccionistas, para defenderse de las tendencias recesivas de la economía mundial, y propiciar el pleno empleo de sus fuerzas laborales; inclusive hasta llegar a hacernos daño, como ocurrió con Brasil, hace poco, o amenazar con hacerlo, como con Argentina.
Entre los cambios que estamos viendo en otras partes del mundo, que nos pueden afectar, uno de ellos, y particularmente delicado, es el conflicto social en España, por las políticas económicas ideadas para salvar su crisis; y el segundo potencial cambio peligroso para México está asociado con la salud de nuestro sistema bancario, por sus estrechos nexos con los dos bancos más fuertes de ese país, que operan redes bancarias nacionales —de similar importancia— en México. Y luego está el resto de Europa, que amenaza con tener sus economías estancadas.
Luego también tenemos que protegernos de los virus económicos que se pueden transferir de las economías enfermas entre otros de nuestros socios comerciales.
Estados Unidos, por ejemplo, ya tomó medidas para obstaculizar el empleo de mexicanos, y tenemos, por tanto, un retorno masivo de mano de obra mexicana desde hace varios meses. Además, la expectativa de la evolución de su economía, en el corto y mediano plazos, no es muy halagadora. Su crecimiento seguirá siendo muy lento y no nos ayudará a cumplir con nuestras metas de generar empleos al ritmo que necesita México.
Por otra parte, también pensando en el corto y mediano plazos, no se ve un esfuerzo, congruente con la necesidad del país, de acercarnos al crecimiento de la República Popular China, como lo hacen nuestros exitosos vecinos del continente.
¿Qué nos pasa?
Es obligación del Estado ayudar con instrumentos legales y económicos para definir metas y promover su cumplimiento. Nuestra Constitución lo habilita para actuar. Sólo se necesita hacer las cosas.
Y lo necesitamos, porque es absolutamente CIERTO que en México ha crecido la POBREZA en los últimos años; también que tenemos mucho DESEMPLEO en el país y que el mercado formal es superado por el informal, además de que hay muchos mexicanos en edad productiva en busca de trabajo.
Estas observaciones provienen de estadísticas oficiales mexicanas y de los institutos internacionales a los que pertenecemos como país.
Que alguien se lo comunique al Presidente de la República.
* Presidente Nacional del Colegio Nacional de Economistas
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