México SA
De seis pronósticos, falló cinco
Crecimiento sin beneficio social
Carlos Fernández-Vega / La Jornada
Con más entusiasmo que fundamentos sólidos, pero eso sí en plena campaña electoral, la Secretaría de Hacienda sacó su bola de cristal y pronosticó que en 2013 la economía mexicana crecería 3.8 por ciento, es decir, una proporción ligeramente mayor a la estimada para el último año del calderonato. Así, de acuerdo con el artefacto adivinador marca ACME, quien tome posesión el primero de diciembre arrancaría su sexenio con "mejores" resultados en la materia referida, con el aliciente de que el vecino del norte avanzaría un poco más de lo originalmente previsto. Esta combinación de buenas noticias, según la dependencia referida, permitiría "continuar el proceso de crecimiento de la demanda interna", algo que, por lo demás, sólo registran en Los Pinos.
Como siempre, el optimismo oficial no va de la mano de la realidad, en la que todos los sectores productivos de tiempo atrás exigen, precisamente, la reactivación de la demanda interna, la cual –flaca, ojerosa y sin ilusiones– depende de la creación de empleo formal –de por sí escasa– y del cada día más raquítico poder adquisitivo del salario. ¿Se cumplirán los pronósticos hacendarios registrados por su destartalada bola de cristal? Difícilmente, pues a lo largo del calderonato de seis pronósticos posibles el artefacto erró en cinco, especial y dramáticamente en el año del "catarrito".
De hecho, al revisar los resultados de gobiernos anteriores se observa que en el siglo XX mexicano sólo cinco mandatarios lograron lo que ahora la Secretaría de Hacienda vaticina para el sucesor del actual inquilino de Los Pinos, es decir, mayor crecimiento en el primer año del gobierno entrante, con respecto al registrado en el último del gobierno saliente. Tales mandatarios fueron Plutarco Elías Calles (1925, con 6.41 por ciento positivo contra una caída de 1.68 por ciento en el último año de Alvaro Obregón); Pascual Ortiz Rubio (1931, con 3.51 por ciento, tras el desplome de 6.56 por ciento en el obligado cierre de mandato de Emilio Portes Gil); Abelardo Rodríguez (1933, con 10.95 por ciento positivo, que no alcanzó a cubrir el 14.83 por ciento negativo de su antecesor); Lázaro Cárdenas (1935, con 7.56 por ciento, casi un punto porcentual por arriba con respecto a 1934), y Manuel Ávila Camacho (1941, con 9.68 por ciento, contra 1.31 por ciento con el que La Esfinge concluyó su sexenio).
Después de ellos, ninguno de los 11 subsiguientes ocupantes de la residencia oficial obtuvo, en su primer año de gobierno, un resultado mejor que su antecesor en el último de su mandato, incluidos –ya en el siglo XXI– Fox y Calderón. Por eso, mientras los tecnócratas hacen las reparaciones conducentes a su artefacto marca ACME, la Cámara de Diputados reconoce que si bien el indicador global de la actividad económica (IGAE) reporta un desempeño relativamente favorable para la economía mexicana, éste se ve opacado por el precario comportamiento del mercado laboral y el delicado entorno internacional, que "continúan planteando importantes retos para la evolución futura de nuestro país".
En materia de empleo, el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas señala que, de acuerdo con el Inegi, la tasa de desocupación anual tuvo una ligera recuperación, al ubicarse en 5.33 por ciento en febrero pasado pero, al mismo tiempo y sólo en ese mes, poco más de 180 mil mexicanos quedaron desempleados. De hecho, el sector informal continuó siendo la válvula de escape, pues aumentó el número de individuos que tuvieron que ocuparse en él, sin prestaciones sociales ni contratos laborales. "Para tomar en consideración el efecto estacionario, el Inegi publica la tasa desocupación desestacionalizada, con la que se posibilita la comparación mensual. Así, en febrero pasado la tasa de desocupación sin efectos estacionales se ubicó en 5.18 por ciento, para un aumento de 0.41 puntos porcentuales, el tercer mayor incremento mensual desde abril de 2000".
Lo anterior, apunta el CEFP, representa un retroceso ante los aparentes avances laborales que se habían presentado en los últimos meses. Además, el aumento del desempleo estuvo acompañado de un crecimiento de la informalidad, que se ubicó en 29.14 por ciento (14 millones de mexicanos). Es decir, no sólo aumentó el número de aquellos que no pudieron ocuparse formalmente en dicho mes, sino también los que tuvieron que ocuparse en un sector sin prestaciones sociales ni contratos laborales, ante la falta de espacio en el cada vez más estrecho mercado formal.
El único indicador que presentó una "mejoría" fue el relativo a la subocupación, que muestra la proporción de personas que trabaja menos tiempo del que requiere y puede hacerlo. Así, dicho conjunto de personas presentó una disminución de 0.35 puntos porcentuales durante febrero, para alcanzar 8.48 por ciento (cerca de 4 millones de mexicanos) de la población ocupada. No obstante, ésta no fue suficiente para contrarrestar el importante aumento que se presentó en el mes previo, cuando la subocupación creció 0.65 puntos porcentuales.
Por todo lo anterior es claro que el mercado laboral continúa débil, no sólo por el persistente alto nivel de desempleo, sino también por la pérdida en la calidad del mismo. De esta manera, en la medida en que el mercado continúe presentando holgura, como ha venido comentando el Banco de México, la tendencia no cambiará de forma importante, y con ello persistirá el deterioro en el ingreso laboral y, por ende, en el bienestar de las familias. Todo apunta que no será precisamente este sector donde se registrará el "crecimiento de la demanda interna", como vaticina la SHCP.
Lo anterior se ve reforzado por el comportamiento de los precios de la canasta básica de consumo, la cual si bien tuvo un incremento de 0.08 por ciento en la primera quincena de marzo, cifra si bien inferior a la registrada en el mismo lapso de 2011 (0.36 por ciento), fue mayor a la inflación general, lo que implicó que su variación anual fuera de 6.13 por ciento. Mientras que la de los alimentos, tanto procesados como agropecuarios, tuvo un decremento quincenal de 0.31 por ciento, caída inferior a la observada en la misma quincena del año pasado (-0.55 por ciento); así, su variación anual fue de 6.57 por ciento, casi cuatro veces mayor a la observada el año anterior (1.75 por ciento) y casi el doble de la del índice general.
Las rebanadas del pastel
Si de bola de cristal se trata, allí está la del candidato encopetado, quien dice ver en el futuro inmediato de los mexicanos un crecimiento anual de 6 por ciento. El problema es que su artefacto, como el de la Secretaría de Hacienda, no trae manual que le explique cómo lo hará posible.
De seis pronósticos, falló cinco
Crecimiento sin beneficio social
Carlos Fernández-Vega / La Jornada
Con más entusiasmo que fundamentos sólidos, pero eso sí en plena campaña electoral, la Secretaría de Hacienda sacó su bola de cristal y pronosticó que en 2013 la economía mexicana crecería 3.8 por ciento, es decir, una proporción ligeramente mayor a la estimada para el último año del calderonato. Así, de acuerdo con el artefacto adivinador marca ACME, quien tome posesión el primero de diciembre arrancaría su sexenio con "mejores" resultados en la materia referida, con el aliciente de que el vecino del norte avanzaría un poco más de lo originalmente previsto. Esta combinación de buenas noticias, según la dependencia referida, permitiría "continuar el proceso de crecimiento de la demanda interna", algo que, por lo demás, sólo registran en Los Pinos.
Como siempre, el optimismo oficial no va de la mano de la realidad, en la que todos los sectores productivos de tiempo atrás exigen, precisamente, la reactivación de la demanda interna, la cual –flaca, ojerosa y sin ilusiones– depende de la creación de empleo formal –de por sí escasa– y del cada día más raquítico poder adquisitivo del salario. ¿Se cumplirán los pronósticos hacendarios registrados por su destartalada bola de cristal? Difícilmente, pues a lo largo del calderonato de seis pronósticos posibles el artefacto erró en cinco, especial y dramáticamente en el año del "catarrito".
De hecho, al revisar los resultados de gobiernos anteriores se observa que en el siglo XX mexicano sólo cinco mandatarios lograron lo que ahora la Secretaría de Hacienda vaticina para el sucesor del actual inquilino de Los Pinos, es decir, mayor crecimiento en el primer año del gobierno entrante, con respecto al registrado en el último del gobierno saliente. Tales mandatarios fueron Plutarco Elías Calles (1925, con 6.41 por ciento positivo contra una caída de 1.68 por ciento en el último año de Alvaro Obregón); Pascual Ortiz Rubio (1931, con 3.51 por ciento, tras el desplome de 6.56 por ciento en el obligado cierre de mandato de Emilio Portes Gil); Abelardo Rodríguez (1933, con 10.95 por ciento positivo, que no alcanzó a cubrir el 14.83 por ciento negativo de su antecesor); Lázaro Cárdenas (1935, con 7.56 por ciento, casi un punto porcentual por arriba con respecto a 1934), y Manuel Ávila Camacho (1941, con 9.68 por ciento, contra 1.31 por ciento con el que La Esfinge concluyó su sexenio).
Después de ellos, ninguno de los 11 subsiguientes ocupantes de la residencia oficial obtuvo, en su primer año de gobierno, un resultado mejor que su antecesor en el último de su mandato, incluidos –ya en el siglo XXI– Fox y Calderón. Por eso, mientras los tecnócratas hacen las reparaciones conducentes a su artefacto marca ACME, la Cámara de Diputados reconoce que si bien el indicador global de la actividad económica (IGAE) reporta un desempeño relativamente favorable para la economía mexicana, éste se ve opacado por el precario comportamiento del mercado laboral y el delicado entorno internacional, que "continúan planteando importantes retos para la evolución futura de nuestro país".
En materia de empleo, el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas señala que, de acuerdo con el Inegi, la tasa de desocupación anual tuvo una ligera recuperación, al ubicarse en 5.33 por ciento en febrero pasado pero, al mismo tiempo y sólo en ese mes, poco más de 180 mil mexicanos quedaron desempleados. De hecho, el sector informal continuó siendo la válvula de escape, pues aumentó el número de individuos que tuvieron que ocuparse en él, sin prestaciones sociales ni contratos laborales. "Para tomar en consideración el efecto estacionario, el Inegi publica la tasa desocupación desestacionalizada, con la que se posibilita la comparación mensual. Así, en febrero pasado la tasa de desocupación sin efectos estacionales se ubicó en 5.18 por ciento, para un aumento de 0.41 puntos porcentuales, el tercer mayor incremento mensual desde abril de 2000".
Lo anterior, apunta el CEFP, representa un retroceso ante los aparentes avances laborales que se habían presentado en los últimos meses. Además, el aumento del desempleo estuvo acompañado de un crecimiento de la informalidad, que se ubicó en 29.14 por ciento (14 millones de mexicanos). Es decir, no sólo aumentó el número de aquellos que no pudieron ocuparse formalmente en dicho mes, sino también los que tuvieron que ocuparse en un sector sin prestaciones sociales ni contratos laborales, ante la falta de espacio en el cada vez más estrecho mercado formal.
El único indicador que presentó una "mejoría" fue el relativo a la subocupación, que muestra la proporción de personas que trabaja menos tiempo del que requiere y puede hacerlo. Así, dicho conjunto de personas presentó una disminución de 0.35 puntos porcentuales durante febrero, para alcanzar 8.48 por ciento (cerca de 4 millones de mexicanos) de la población ocupada. No obstante, ésta no fue suficiente para contrarrestar el importante aumento que se presentó en el mes previo, cuando la subocupación creció 0.65 puntos porcentuales.
Por todo lo anterior es claro que el mercado laboral continúa débil, no sólo por el persistente alto nivel de desempleo, sino también por la pérdida en la calidad del mismo. De esta manera, en la medida en que el mercado continúe presentando holgura, como ha venido comentando el Banco de México, la tendencia no cambiará de forma importante, y con ello persistirá el deterioro en el ingreso laboral y, por ende, en el bienestar de las familias. Todo apunta que no será precisamente este sector donde se registrará el "crecimiento de la demanda interna", como vaticina la SHCP.
Lo anterior se ve reforzado por el comportamiento de los precios de la canasta básica de consumo, la cual si bien tuvo un incremento de 0.08 por ciento en la primera quincena de marzo, cifra si bien inferior a la registrada en el mismo lapso de 2011 (0.36 por ciento), fue mayor a la inflación general, lo que implicó que su variación anual fuera de 6.13 por ciento. Mientras que la de los alimentos, tanto procesados como agropecuarios, tuvo un decremento quincenal de 0.31 por ciento, caída inferior a la observada en la misma quincena del año pasado (-0.55 por ciento); así, su variación anual fue de 6.57 por ciento, casi cuatro veces mayor a la observada el año anterior (1.75 por ciento) y casi el doble de la del índice general.
Las rebanadas del pastel
Si de bola de cristal se trata, allí está la del candidato encopetado, quien dice ver en el futuro inmediato de los mexicanos un crecimiento anual de 6 por ciento. El problema es que su artefacto, como el de la Secretaría de Hacienda, no trae manual que le explique cómo lo hará posible.
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