FEDERICO REYES HEROLES / REFORMA
¿Puede el gobierno ser de alguien? ¿No hay acaso un sentido patrimonialista en esa pretensión? Si los gobiernos están asentados en instituciones y las instituciones -por definición- no pueden ser propiedad de alguien, ¿cómo argumentar que hay gobiernos de una persona? Si los gobiernos se asientan en acciones e instituciones que provienen del pasado, cómo marcar la frontera, una mojonera que delimite entre lo que fue de otros -que están en el pasado- y lo que corresponde al presente.
Parte de los logros de los gobiernos proviene de cambios en las decisiones,pero también de la continuidad. Quién es el juez para deslindar qué tanto la ruptura o la continuidad fueron parte del éxito de una política pública. Cualquier gobernante con un mínimo de sentido histórico sabe de la complejidad de ese flujo de acciones que obliga a una cautela, a un cierto sentido de humildad y reconocimiento a los antecesores. Parece que ese sentido histórico, esa humildad no está en las coordenadas de la gestión de Felipe Calderón.
Si alguna crítica se esgrimía en contra del pasado priista era que esa concentración del poder facilitaba a la voluntad presidencial convirtiese en mandato, que nuestra historia estuviera dividida en sexenios impregnados por lo que Cossío Villegas llamaba el "estilo personal de gobernar". Si algo irritaba a los ciudadanos es que toda obra pública se atribuía al SEÑOR PRESIDENTE.
No fue sino hasta la gestión de Miguel de la Madrid que se eliminó la costumbre de poner placas en las obras públicas que rezaban: En 19..., siendo presidente fulano o zutano se entregó al pueblo de México esta obra... Eran dádivas presidenciales. El problema es que toda obra pública proviene de los dineros del erario, y los dineros del erario son producto de la recaudación y la recaudación del trabajo y esfuerzo de los mexicanos. Las placas desaparecieron, pero el ánimo patrimonialista no.
Con la alternancia muchos mexicanos tuvieron la esperanza de que ese presidencialismo enfermizo por fin fuera liquidado. Recordemos que la trama era enterrar el pasado de horror, entrar en un renacimiento nacional, de liberación. Todo lo que venía del pasado estaba tocado por la pudrición y la maldad. Pero la verdad sea dicha, doce años después de la alternancia, muy pocas nuevas instituciones han sido creadas por los gobiernos panistas. El IFAI -impulsado por Vicente Fox- hay que reconocerlo, es la excepción. Pero en lo general los panistas han gobernado con las instituciones creadas por los priistas y sus antecesores. Casi cualquier reconocimiento a una acción de gobierno toca una institución del pasado.
Así cuando el presidente alaba la valentía y lealtad de las Fuerzas Armadas alude a instituciones que tienen casi un siglo de continuidad. Cuando el presidente exalta la labor del IMSS señala a una creación del gobierno de Ávila Camacho. Cuando se destacan las cualidades de Pemex, de inmediato ellas nos remiten a la nacionalización petrolera de Cárdenas. Cuando se atribuye a la CFE ser una empresa de "clase mundial" la memoria nos obliga a ir a los años sesenta en que gobernaba el PRI. Cuando se publicita que se han "construido o mejorado" más carreteras que en ninguna otra gestión, se viene encima el trabajo de la SCT que tiene décadas de constituida. El argumento es además falaz porque el simple crecimiento del país explica muchas cifras récord. Nunca antes tantos mexicanos habían volado en avión, o tenido un coche o un celular. Se piensa que la ciudadanía es tonta o desmemoriada.
Cuando se reconoce el trabajo de la SEP de inmediato aparece una lista de grandes secretarios comenzando por Vasconcelos. Cuando se elogia la independencia del Banco de México viene a la mente Gómez Morín o don Rodrigo Gómez, pero también Zedillo que dio el impulso final a la autonomía. Cuando se habla de nuestra capacidad exportadora es imposible no mencionar a Salinas de Gortari y su visión de apertura. Cuando se recuerdan los logros en materia de vivienda del panismo, que son muchos, es deshonesto no recordar que esa institución fue creada por Echeverría. Cuando se ilumina públicamente el puente Baluarte entre Sinaloa y Durango se debe recordar quién comenzó la obra. Cuando se señalan los múltiples logros de Conaculta, se debería recordar quién ideó y creó a esa institución.
No hay para dónde hacerse, el presente nace de nuestro pasado. Si se está orgulloso del presente implícitamente se está asumiendo el pasado que permitió llegar a aquí. Es imposible fracturar cierta continuidad que el panismo ha negado durante doce años. Pero el problema llega a expresiones esquizofrenias cuando el presidente Calderón -en su desesperado intento por hacer campaña a favor de su partido- invade al país con propaganda sofocante (televisión, radio, periódicos, aeropuertos, donde sea) que se centra en la expresión El gobierno del Presidente... Se les olvida que el gobierno es de todos. La justicia por propia mano es vil.
¿Puede el gobierno ser de alguien? ¿No hay acaso un sentido patrimonialista en esa pretensión? Si los gobiernos están asentados en instituciones y las instituciones -por definición- no pueden ser propiedad de alguien, ¿cómo argumentar que hay gobiernos de una persona? Si los gobiernos se asientan en acciones e instituciones que provienen del pasado, cómo marcar la frontera, una mojonera que delimite entre lo que fue de otros -que están en el pasado- y lo que corresponde al presente.
Parte de los logros de los gobiernos proviene de cambios en las decisiones,pero también de la continuidad. Quién es el juez para deslindar qué tanto la ruptura o la continuidad fueron parte del éxito de una política pública. Cualquier gobernante con un mínimo de sentido histórico sabe de la complejidad de ese flujo de acciones que obliga a una cautela, a un cierto sentido de humildad y reconocimiento a los antecesores. Parece que ese sentido histórico, esa humildad no está en las coordenadas de la gestión de Felipe Calderón.
Si alguna crítica se esgrimía en contra del pasado priista era que esa concentración del poder facilitaba a la voluntad presidencial convirtiese en mandato, que nuestra historia estuviera dividida en sexenios impregnados por lo que Cossío Villegas llamaba el "estilo personal de gobernar". Si algo irritaba a los ciudadanos es que toda obra pública se atribuía al SEÑOR PRESIDENTE.
No fue sino hasta la gestión de Miguel de la Madrid que se eliminó la costumbre de poner placas en las obras públicas que rezaban: En 19..., siendo presidente fulano o zutano se entregó al pueblo de México esta obra... Eran dádivas presidenciales. El problema es que toda obra pública proviene de los dineros del erario, y los dineros del erario son producto de la recaudación y la recaudación del trabajo y esfuerzo de los mexicanos. Las placas desaparecieron, pero el ánimo patrimonialista no.
Con la alternancia muchos mexicanos tuvieron la esperanza de que ese presidencialismo enfermizo por fin fuera liquidado. Recordemos que la trama era enterrar el pasado de horror, entrar en un renacimiento nacional, de liberación. Todo lo que venía del pasado estaba tocado por la pudrición y la maldad. Pero la verdad sea dicha, doce años después de la alternancia, muy pocas nuevas instituciones han sido creadas por los gobiernos panistas. El IFAI -impulsado por Vicente Fox- hay que reconocerlo, es la excepción. Pero en lo general los panistas han gobernado con las instituciones creadas por los priistas y sus antecesores. Casi cualquier reconocimiento a una acción de gobierno toca una institución del pasado.
Así cuando el presidente alaba la valentía y lealtad de las Fuerzas Armadas alude a instituciones que tienen casi un siglo de continuidad. Cuando el presidente exalta la labor del IMSS señala a una creación del gobierno de Ávila Camacho. Cuando se destacan las cualidades de Pemex, de inmediato ellas nos remiten a la nacionalización petrolera de Cárdenas. Cuando se atribuye a la CFE ser una empresa de "clase mundial" la memoria nos obliga a ir a los años sesenta en que gobernaba el PRI. Cuando se publicita que se han "construido o mejorado" más carreteras que en ninguna otra gestión, se viene encima el trabajo de la SCT que tiene décadas de constituida. El argumento es además falaz porque el simple crecimiento del país explica muchas cifras récord. Nunca antes tantos mexicanos habían volado en avión, o tenido un coche o un celular. Se piensa que la ciudadanía es tonta o desmemoriada.
Cuando se reconoce el trabajo de la SEP de inmediato aparece una lista de grandes secretarios comenzando por Vasconcelos. Cuando se elogia la independencia del Banco de México viene a la mente Gómez Morín o don Rodrigo Gómez, pero también Zedillo que dio el impulso final a la autonomía. Cuando se habla de nuestra capacidad exportadora es imposible no mencionar a Salinas de Gortari y su visión de apertura. Cuando se recuerdan los logros en materia de vivienda del panismo, que son muchos, es deshonesto no recordar que esa institución fue creada por Echeverría. Cuando se ilumina públicamente el puente Baluarte entre Sinaloa y Durango se debe recordar quién comenzó la obra. Cuando se señalan los múltiples logros de Conaculta, se debería recordar quién ideó y creó a esa institución.
No hay para dónde hacerse, el presente nace de nuestro pasado. Si se está orgulloso del presente implícitamente se está asumiendo el pasado que permitió llegar a aquí. Es imposible fracturar cierta continuidad que el panismo ha negado durante doce años. Pero el problema llega a expresiones esquizofrenias cuando el presidente Calderón -en su desesperado intento por hacer campaña a favor de su partido- invade al país con propaganda sofocante (televisión, radio, periódicos, aeropuertos, donde sea) que se centra en la expresión El gobierno del Presidente... Se les olvida que el gobierno es de todos. La justicia por propia mano es vil.
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