martes, 13 de julio de 2010

¿UNA NUEVA CUBA?

ANDRÉS OPPENHEIMER / EL PAÍS
El anuncio hecho por Cuba de que liberará a 52 prisioneros políticos en los próximos cuatro meses es un acontecimiento para celebrar, pero la afirmación del ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, de que la excarcelación "abre una nueva etapa en Cuba" es un disparate.
Todavía no sabemos si se tratará de una liberación de prisioneros o de una deportación forzosa
Después de su reunión con el dictador cubano, el general Raúl Castro, y el cardenal Jaime Ortega, en La Habana, Moratinos celebró la noticia de la inminente liberación de los primeros cinco disidentes como un hito de la historia reciente de la isla.
Se abre una nueva etapa en Cuba, dijo Moratinos a los periodistas. Agregó que "ya no hay ninguna razón para mantener la Posición Común", refiriéndose al acuerdo europeo de 1996 que condiciona cualquier mejora en las relaciones con Cuba al avance de la democracia y los derechos humanos en ese país.
Pero la mayoría de los observadores de línea moderada señalan que la aserción de Moratinos es una exageración monumental.
En primer lugar, Cuba tiene una larga historia de usar a sus presos políticos como fichas de negociación. Libera un puñado de presos cada tanto a cambio de concesiones económicas o diplomáticas, para más tarde arrestar a la siguiente tanda de disidentes.
El reverendo Jesse Jackson consiguió la liberación de 26 presos políticos en 1984, Bill Richardson logró sacar a tres disidentes de la cárcel en 1996, el ex presidente Jimmy Carter sacó a un prisionero tras su viaje a la isla en 2002, y la visita de Juan Pablo II dio como resultado la liberación de 80 disidentes.
En segundo lugar, aun cuando Cuba cumpla su palabra y libere a 52 disidentes en un intento de conseguir la ayuda económica europea que necesita desesperadamente, esa cifra representaría menos de un tercio de los presos políticos que hay en la isla. Según la Comisión de Derechos Humanos de Cuba, hay 167 prisioneros de conciencia en la isla.
Pero los grupos internacionales de derechos humanos creen que hay muchos más, porque Cuba no permite que los inspectores de las Naciones Unidas visiten las cárceles cubanas para ver quiénes están tras las rejas, y por qué motivos.
En tercer lugar, todavía no sabemos si se tratará de una liberación de prisioneros o de una deportación forzosa. En el pasado, Cuba ha tendido a liberar a los presos políticos que aceptan exiliarse. Según la declaración de la Iglesia católica con la que se anunció la liberación de presos, estos podrán abandonar el país, pero no se especifica qué ocurrirá con los que quieran quedarse.
En cuarto lugar, y lo más importante, el régimen cubano ni siquiera menciona la posibilidad de modificar los artículos 72 y 73 de su Código Penal, que autoriza a encarcelar a personas por "peligrosidad" antes de que cometan ningún delito, basándose meramente en que podrían cometerlo en el futuro.
El régimen tampoco parece dispuesto a cambiar su Ley 88, que le permite encarcelar a personas por haber publicado algo crítico con el Gobierno en el exterior, u otras leyes diversas que prohíben la libertad de expresión, la libertad de reunión, la libertad de viajar dentro del país o al exterior, los sindicatos independientes y los partidos políticos.
Cuando le pregunté a José Miguel Vivanco, director de la organización Human Rights Watch, si el reciente anuncio de Cuba significa una nueva etapa en la política de la isla, me dijo: "Obviamente, estamos muy felices por los presos y sus familias, pero nunca se me ocurriría felicitar a un Gobierno por liberar a gente que jamás debió haber estado presa".
Vivanco, un crítico del régimen que al mismo tiempo se opone al embargo comercial estadounidense a la isla, agregó que si las normas cubanas no cambian, no cambia nada.
Mi opinión: estoy de acuerdo. En vez de seguir la recomendación de Moratinos, la Unión Europa debería ser un poco más imaginativa y decirle a Cuba: "Aplaudimos este anuncio y estamos dispuestos a levantar nuestra Posición Común, pero ustedes deben adoptar algunas medidas mínimas para demostrar que están dispuestos a dar pasos hacia el acatamiento de los derechos fundamentales consagrados por las Naciones Unidas".
Los europeos podrían continuar diciendo: "No se asusten, no exigimos grandes cosas, como elecciones libres, tal como hace EE UU. Pedimos cosas pequeñas, como permitir a la gente reunirse con quien se le antoje, viajar libremente dentro del país, o autorizar a los disidentes a publicar en la isla".
Por supuesto, el régimen cubano no accedería, porque sabe que no sobreviviría si Cuba dejara de ser un Estado policial. Pero eso le enviaría una señal al régimen de que no puede seguir haciendo más de lo mismo, y ayudaría a poner en perspectiva los recientes titulares sobre la liberación de los presos políticos.

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