Es importante fortalecer la regulación aplicable a actividades de varios sectores concesionados, como el financiero.
Jesús Alberto Cano Velez / Excelsior
Jesús Alberto Cano Velez / Excelsior
Los mercados financieros del mundo reaccionaron recientemente ante temores de una nueva declinación en la actividad económica mundial, por la decisión del G-20-no obstante las tendencias recesivas en la economía mundial-de no promover más medidas de gasto gubernamental con financiamiento deficitario, para generar crecimiento.
El Grupo de los 20 países más influyentes en materia económica, al final, decidió que cada país tomara las acciones que considerara convenientes, habida cuenta de la división de criterios surgida en el cónclave de Toronto. Por un lado: Estados Unidos, algunos Europeos, y otros Latinoamericanos presionaban por la toma de acciones generadoras de actividad económica; y se oponían, por otro, varios países de la Comunidad Europea, liderados por Alemania y Francia, a quienes les temblaba la mano tomar el riesgo de despertar al monstruo de la inflación.
El dilema es reminiscente de los debates que se dieron a inicios de la tercera década del Siglo XX, en la víspera de la Gran Depresión, cuando las tesis keynesianas de manejo de la demanda agregada para promover mayor actividad económica, apenas eran conocidas y no pudieron convencer.
Esta nueva situación de la economía mundial nos presenta el dilema de actuar o de mantenernos pasivos en espera de que la corriente de crecimiento origine con nuestro principal socio comercial, nos contagie a la economía mexicana, eleve nuestra actividad económica y nos genere nuevos empleos.
No actuar o actuar es la primera determinación.
Si la decisión es la de no actuar, deberemos aguantar la tormenta sentados, porque va a durar un largo rato. Los mejores análisis internacionales sostienen, que por el tipo de crisis económica que ha vivido el mundo desde 2008 y por las circunstancias en que se encuentran las economías desarrolladas, éstas no servirán de motores de crecimiento, como siempre lo han sido. De ahí que el desempleo registrado en México de los últimos años hasta la fecha, y los empleos no creados para los nuevos entrantes a la fuerza laboral en ese periodo, seguirá impactando a nuestra vida nacional, con todas las implicaciones económicas, sociales y políticas imaginables.
Sin embargo, si la decisión política es la de actuar, habremos de contestar las siguientes preguntas: ¿En qué? ¿Quiénes? ¿Qué tanto? y ¿Con qué?
¿En qué?: Evidentemente debe ser en inversiones de infraestructura, especialmente por el sector gubernamental y en inversiones en sectores prioritarios, sobre la base de criterios de productividad económica y social, y de su impacto en las cadenas productivas.
¿Quiénes?: Estas inversiones deberán darse tanto por el sector privado como por los sectores gubernamental y social.
¿Qué tanto? y ¿Con qué?: Hasta por un monto equivalente a 10% del Producto Interno Bruto; del cual, 5 puntos porcentuales se financiarían con recursos canalizados a través de la banca nacional; 3 puntos porcentuales financiados con los ahorros del gasto corriente y 2 puntos con el financiamiento del déficit gubernamental que resulte.
Por otra parte, además de las acciones que correspondan a gasto e inversión, es necesario tomar otras medidas complementarias, especialmente las de reducir el gasto corriente y canalizar esos recursos al aumento de la inversión.
Adicionalmente, es importante fortalecer la regulación aplicable a las actividades de varios sectores concesionados, como el financiero, para asegurar que su actuación sea benéfica para la sociedad mexicana.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
El Grupo de los 20 países más influyentes en materia económica, al final, decidió que cada país tomara las acciones que considerara convenientes, habida cuenta de la división de criterios surgida en el cónclave de Toronto. Por un lado: Estados Unidos, algunos Europeos, y otros Latinoamericanos presionaban por la toma de acciones generadoras de actividad económica; y se oponían, por otro, varios países de la Comunidad Europea, liderados por Alemania y Francia, a quienes les temblaba la mano tomar el riesgo de despertar al monstruo de la inflación.
El dilema es reminiscente de los debates que se dieron a inicios de la tercera década del Siglo XX, en la víspera de la Gran Depresión, cuando las tesis keynesianas de manejo de la demanda agregada para promover mayor actividad económica, apenas eran conocidas y no pudieron convencer.
Esta nueva situación de la economía mundial nos presenta el dilema de actuar o de mantenernos pasivos en espera de que la corriente de crecimiento origine con nuestro principal socio comercial, nos contagie a la economía mexicana, eleve nuestra actividad económica y nos genere nuevos empleos.
No actuar o actuar es la primera determinación.
Si la decisión es la de no actuar, deberemos aguantar la tormenta sentados, porque va a durar un largo rato. Los mejores análisis internacionales sostienen, que por el tipo de crisis económica que ha vivido el mundo desde 2008 y por las circunstancias en que se encuentran las economías desarrolladas, éstas no servirán de motores de crecimiento, como siempre lo han sido. De ahí que el desempleo registrado en México de los últimos años hasta la fecha, y los empleos no creados para los nuevos entrantes a la fuerza laboral en ese periodo, seguirá impactando a nuestra vida nacional, con todas las implicaciones económicas, sociales y políticas imaginables.
Sin embargo, si la decisión política es la de actuar, habremos de contestar las siguientes preguntas: ¿En qué? ¿Quiénes? ¿Qué tanto? y ¿Con qué?
¿En qué?: Evidentemente debe ser en inversiones de infraestructura, especialmente por el sector gubernamental y en inversiones en sectores prioritarios, sobre la base de criterios de productividad económica y social, y de su impacto en las cadenas productivas.
¿Quiénes?: Estas inversiones deberán darse tanto por el sector privado como por los sectores gubernamental y social.
¿Qué tanto? y ¿Con qué?: Hasta por un monto equivalente a 10% del Producto Interno Bruto; del cual, 5 puntos porcentuales se financiarían con recursos canalizados a través de la banca nacional; 3 puntos porcentuales financiados con los ahorros del gasto corriente y 2 puntos con el financiamiento del déficit gubernamental que resulte.
Por otra parte, además de las acciones que correspondan a gasto e inversión, es necesario tomar otras medidas complementarias, especialmente las de reducir el gasto corriente y canalizar esos recursos al aumento de la inversión.
Adicionalmente, es importante fortalecer la regulación aplicable a las actividades de varios sectores concesionados, como el financiero, para asegurar que su actuación sea benéfica para la sociedad mexicana.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
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