jueves, 12 de noviembre de 2009

HARTAZGO CON LA MEDIOCRIDAD

José Luis Calva*
Durante la Cumbre de Negocios 2009, el ingeniero Carlos Slim afirmó: “No hay buena política económica si no hay desarrollo, distribución del ingreso y empleo”, y recordó que “desde la crisis de 1982 el crecimiento del ingreso por habitante ha sido prácticamente nulo” (La Jornada, 9/XI/09). Un día después, el presidente de Gruma y Banorte, Roberto González Barrera, señaló: “El sistema mexicano está agotado y en los últimos 25 años ha producido pocos resultados en crecimiento económico y generación de empleos”. “El país necesita sostenerse por lo menos 20 años con tasas de crecimiento de entre 5% y 7% anual. No debemos conformarnos con un crecimiento de 2.5%” (La Jornada, 10/XI/09 y El Financiero, 10/XI/09).
De hecho, entre 1983 y 2009 la tasa media de crecimiento del PIB ha sido apenas de 2.1% anual. En consecuencia, el PIB per cápita sólo ha crecido a 0.4% anual, sin considerar a los mexicanos emigrados al extranjero por falta de empleos. Si los incluimos, el crecimiento del PIB per cápita apenas ha sido de 0.1%.
Durante el mismo periodo, otros países acrecentaron su PIB per cápita. De acuerdo con el FMI —incluyendo sus pronósticos para 2009—, el PIB per cápita de China creció a 9% anual; el de Corea del Sur, a 5.4%; el de India, al 4.2%; el de Irlanda, al 3.6%. Mientras el PIB per cápita de México —medido en dólares constantes de 2009 a paridad de poder adquisitivo (PPA)— casi duplicaba el de Corea del Sur en 1982 (11 mil 712.5 dólares, contra 6 mil 701.9), en 2009 el de México apenas alcanza los 13 mil 541.6 dólares, mientras que el de Corea del Sur asciende a 27 mil 790.6.
La mediocridad de la economía mexicana entre 1983 y 2009 no sólo se manifiesta por contraste con las economías exitosas, sino en comparación con el modelo económico precedente. Desde el gobierno de Cárdenas, la estrategia del desarrollo se basaba en una economía de mercado con relevante intervencionismo del Estado como rector y promotor del desarrollo mediante políticas macroeconómicas contracíclicas e instrumentos de fomento sectorial como regulador del comercio exterior y de los mercados internos, inversionista en áreas estratégicas y promotor del bienestar social. Bajo ese modelo, el PIB de México subió a 6.1% anual durante el periodo 1935-1982, lo que implicó un crecimiento del PIB per cápita de 3.2% anual.
Ciertamente, durante el último tramo de ese modelo —bajo los gobiernos de LEA y JLP—, la prudencia de las intervenciones gubernamentales en la economía cedió su lugar a severas fallas de manejo macroeconómico (en políticas cambiaria y fiscal), las cuales abrieron la brecha de divisas en la cuenta corriente, hasta desembocar en la crisis de la deuda.
Pero en vez de que el nuevo gobierno rectificara los errores de manejo macroeconómico, manteniendo los principios básicos de la estrategia económica keynesiana de la Revolución, optó por abrazar acríticamente los dogmas del Consenso de Washington, según los cuales la liberalización del comercio exterior, del sistema financiero y de la inversión extranjera y la reducción general de la presencia del Estado en la economía permitirían aprovechar las oportunidades de la globalización, al favorecer la asignación eficiente de los recursos y el logro de mayores tasas de crecimiento. Mas la tierra prometida de la prosperidad brilla por su ausencia.
Por eso, el hartazgo con la mediocridad del crecimiento económico de México está extendiéndose hasta ámbitos insospechados. Por ejemplo, en su primer mensaje a los centros patronales, el presidente de la Coparmex, Gerardo Gutiérrez Candiani, señaló: “México no puede salir del estancamiento debido a la falta de rumbo”. “La preocupación [de la clase política] es ver quién se queda con el timón del barco, no la dirección que hay que seguir” (El Financiero, 6/XI/09). Ese es el punto.
Ya lo había advertido Marco Tulio Cicerón: “Errar es de humanos, pero sólo los necios perseveran en el error”. La gran interrogante consiste en hasta cuándo la coalición política gobernante se mantendrá aferrada al modelo neoliberal; o hasta cuándo emergerá una nueva coalición capaz de girar el timón de la economía mediante una renovada estrategia pragmática de desarrollo acelerado y sostenido con equidad.
Investigador del Instituto deInvestigaciones Económicas de la UNAM
Fuente: El Universal

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