miércoles, 11 de noviembre de 2009

EL AGOTAMIENTO DEL SISTEMA

DESDE EL PUPITRE
Mario A. Rodarte
Son muchas ya las voces que claman que el sistema mexicano está agotado. Con el cúmulo de cosas que hemos presenciado y padecido en los últimos meses, pareciera que cada quien se refiere a un cierto tipo de agotamiento.
Están por un lado quienes claman que el sistema fiscal ya dio de sí, y la razón no les falta, ya que partiendo de un principio fiscal básico que establece tener pocos impuestos, universales, a tasas reducidas, podemos ver que nuestro país está exactamente en el lado opuesto y seguimos diseñando pequeños gravámenes, que no resuelven nada, y cada vez que cae el precio del petróleo se renueva el predicamento de si nos bajarán la calificación o volveremos a los déficit galopantes de los setenta y los ochenta.
Está agotado nuestro intento revolucionario de Estado de bienestar, en que el gobierno intentó subsanar todos los pasivos sociales, heredados desde la Colonia y que seguimos transmitiendo puntualmente a las siguientes generaciones.
Los legisladores no observan y se afanan en elaborar más leyes para elevar a rango constitucional el derecho hasta de tener un perro, sin darse cuenta que no existe ni la cultura ni los medios para procesar debidamente sus desechos fecales y, por lo tanto, que se está generando un problema serio de sanidad pública.
Cargamos en el presupuesto estos intentos hechos leyes irreductibles, los cuales, ante las caídas en la recaudación, no queda otra más que elevar impuestos, antes de atrevernos a hacer un recorte.
Ni que decir del sistema educativo, que por tanto tiempo dio abrigo a miles de personas que no tenían más opción que formar profesores normalistas, que poco a poco fueron construyendo sus defensas ante los posibles ataques de un sistema que eventualmente debería triunfar, una vez que se agotaran las posibilidades de que todo egresado pudiera tener una plaza en el sistema.
La forma de arreglarlo fue obvia, creando un sistema cerrado de selección, en el que sólo entran los elegidos de los dioses o quienes tienen para pagar. Los demás quedan fuera. El sistema se aseguró garantizando la permanencia ante cualquier eventualidad y la posibilidad de heredar las plazas a quienes desearan dentro de la familia perpetuar el sistema.
Parte de esto es el sindicalismo mexicano, que se ha agotado ante los líderes corruptos, el charrismo revolucionario y la falta de transparencia. Nadie sabe a quién defienden los sindicatos de hoy en día y nadie revela qué obtuvieron los líderes después de una negociación supuestamente favorable a los patrones.
De entrada piden aumentos salariales fuera de rango y terminan por firmar algo cercano a la inflación; claro está, el secreto es qué tipo y cuántas dádivas se llevan los líderes por su revolucionaria acción.
Dentro de los mayores males del mercado de trabajo de México están los sindicatos, que afilian a menos de una décima parte de los trabajadores totales en el país y con sus actitudes impiden que las mayorías tengan acceso a cualquier posibilidad de elevar la calidad de su empleo.
Ya se agotó el modelo de gobierno de cuates, en especial ahora que le hemos quitado al presidente cualquier posibilidad de decidir cosas serias y definir el futuro del país, debido a que a cambio no hemos puesto nada para sustituir el viejo sistema presidencialista.
Los legisladores andan echando ojitos a la posibilidad de que sea el Congreso el que decida sobre posiciones claves en el gabinete, aunque esto sólo significa que ellos tendrán la posibilidad de definir quiénes entran a los puestos, léase, sus cuates.
Recientes nombramientos en los organismos supuestamente autónomos dejan claro cuál es la intención de los paladines de la democracia, ante lo cual hay que tener cuidado.
La vieja empresa, con su empresario que obtiene éxito mediante el amiguismo y los favores que compra a funcionarios en turno, ya está agotada. Competir es lo de hoy, aunque existen claras evidencias de cabildeo, bloqueo y acciones en contra de abrir efectivamente el sistema a la competencia.
Cerrar las fronteras, conseguir precios especiales en insumos, esquemas de crédito subsidiado, elevar aranceles, exentar impuestos y demás acciones de los setenta ya debemos dejarlas en el olvido y trabajar por que en adelante efectivamente busquemos el modelo de la empresa competitiva de calidad mundial.
Realmente muchas cosas han dado de sí en nuestro sufrido país, aunque nos empeñamos en ocultar las cosas verdaderamente graves y vivir agradecidos con los paliativos, esperando que para la siguiente oportunidad encontremos a alguien a quien hacerle eco efectivamente y construir un mejor sistema para todos.
No nos hemos puesto a pensar en que una forma de empezar el rompimiento de los viejos esquemas sería privilegiando la competencia en todos los ámbitos. De entrada en la educación.
Éste es un recurso tan preciado que sólo los más hábiles deben tener acceso a él, sin importar si es rico para pagar, o es pobre y requiere de una beca o algún tipo de apoyo. Tenemos todo: las instalaciones, los profesores y hasta el mecanismo de becas. Ahora sólo hay que legislar sobre las reglas para que efectivamente el sistema sea más competitivo.
De ahí en adelante requerimos más competencia en prácticamente todos los órdenes, desde los bancos hasta los hospitales y guarderías. Nadie que dependa de sus amistades y de la protección de una ley mal elaborada o hecha con dolo merece seguir en el sistema usufructuando las rentas de toda la sociedad.
El rincón del burro
Sin mucha discusión en el comité encargado de definir quién entra al sitio de honor, el día de hoy es completo para quienes nos salvaron de pagar el 2 por ciento de impuesto generalizado. Al parecer se dieron cuenta rápido de su acierto, ya que ahora proponen IVA general a 12 por ciento y bajar el ISR. ¿Será que los castigos, a la vieja usanza, funcionan?
Fuente: El Financiero

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