jueves, 26 de noviembre de 2009

¿EL FIN DE LA RECESIÓN?

José Luis Calva
“No cuentes los pollos antes de que nazcan”, reza el adagio inglés. El crecimiento del PIB en México durante el tercer trimestre de 2009, de 2.93% respecto al trimestre previo en cifras desestacionalizadas —que eliminan el efecto de los factores estacionales (como el distinto número de días laborables), haciendo comparables los sucesivos trimestres—, no asegura que la recesión haya terminado. Hay recesiones en forma de W, y es probable que ésta sea una de ellas.
Para empezar, el más prestigiado indicador mensual con capacidad de anticipar quiebres de tendencia en la economía de EU, el Chicago Fed Nacional Activity Index (CFNAI), construido con más de 80 variables de periodicidad mensual, presentó una evolución positiva de -1.81 en junio de 2009 a -0.37 en julio y -0.63 en agosto; pero volvió a caer a -1.01 en septiembre y -1.08 en octubre, según el reporte del 23/XI/09. Y en su versión CFNAI-MA3 —cuyos valores debajo de -0.70 revelan una elevada probabilidad de recesión— pasó de -1.53 en julio de 2009, a -0.94 en agosto y -0.67 en septiembre; pero volvió a caer a -0.91 en octubre, anticipando una recaída de la economía de EU.
En consecuencia, el crecimiento sostenido de nuestras exportaciones —destinadas en 85% al mercado de EU— no está garantizado.
Aun cuando la economía de EU lograra esquivar una recaída, existe amplio consenso sobre la debilidad de su recuperación. Una trayectoria del PIB de EU, similar a la de Japón durante la década de 1990 —estancamiento con pequeños altibajos—, es anticipada probable por destacados economistas, que insisten en mantener fuertes estímulos fiscales y monetarios hasta que la recuperación esté asegurada.
Además, aun si la economía de EU consiguiera ingresar a un ciclo de modesto crecimiento, su demanda de importaciones no regresará al ritmo precrisis. La baja tasa de ahorro de los hogares y su endeudamiento representan la cara doméstica del desmesurado endeudamiento externo de EU que financió el acelerado incremento de sus importaciones a ritmo superior al de sus exportaciones. La corrección aunque sea parcial de estos desequilibrios traerá consigo menor demanda de importaciones.
Para colmo, el efecto de arrastre de nuestras exportaciones sobre el PIB mexicano se ha visto reducido por su creciente componente importado. Si se resta este componente, nuestras exportaciones de mercancías apenas representan 13% del PIB, de manera que la recuperación de nuestra economía depende primordialmente del mercado interno.
¿Y qué hay de los motores internos del crecimiento? Están apagados u obrando en dirección contraria a la reactivación de la economía. La minirreforma fiscal para 2010 tendrá un efecto procíclico: el alza del ISR implicará una disminución del ingreso disponible de los hogares; y el incremento del IVA significará alzas de precios de bienes y servicios, con la consiguiente reducción de la capacidad de compra de las familias. De este modo, el consumo interno privado —que representa 70% del PIB mexicano— se verá afectado.
Llueve sobre mojado: la reducción de la masa salarial, resultante de la mayor desocupación y del incremento de los salarios nominales a tasas inferiores al crecimiento de los precios de la canasta básica; la contracción del crédito al consumo; y la persistente caída en las remesas no auguran sino una persistente contracción del consumo interno privado.
Finalmente, el alza de impuestos reducirá también las ganancias netas de las empresas, de suyo achicadas por la caída de las ventas externas e internas, afectando la inversión. Además, el sobreapalancamiento previo de numerosas empresas, la restricción interna de liquidez y la creciente aversión al riesgo afectarán también negativamente la inversión.
En vez de menospreciar voces de alerta como la del profesor Stiglitz, las autoridades hacendarias y monetarias deberían aplicar enérgicas políticas contracíclicas. Las cuentas alegres sobre la evolución de nuestra economía —“la economía blindada”, “el catarrito”, etcétera— sólo han obstruido la aplicación oportuna de políticas contracíclicas proporcionales a la profundidad de la crisis. No hay duda: la soberbia es siempre una mala consejera.
Fuente: El Universal

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