Siempre se
ha dicho que el análisis político comienza con un examen pormenorizado del
presupuesto público bajo la lógica de “hay que seguir al dinero”.
Efectivamente
una cuidadosa revisión del balance del dinero público no solo advierte sobre
los verdaderos intereses que mueven a los gobernantes y políticos, sino también
desnuda la realidad de unas finanzas públicas endebles.
Pues bien.
El lunes pasado la secretaría de Hacienda dio a conocer su informe sobre las
finanzas públicas al primer trimestre del año y, de entrada, el documento
presenta un dato que a cualquier ciudadano responsable y sin más conocimiento
financiero que el propio manejo de su dinero, le llamaría la atención: Los
gastos totales del sector público se incrementaron 12.5% en términos reales y
anuales, sumando casi 912 mil millones de pesos. Y para mayores datos el gasto
programable se incrementó 13.7%.
Como todos
sabemos, los incrementos en el gasto no deben ser un problema siempre y cuando
los ingresos también se incrementen por lo menos en la misma medida y, en el
mejor de los casos, cuando este incremento es mayor que el gasto realizado.
Pero en el caso de las finanzas públicas esto no ha sido así.
Los ingresos
presupuestarios al primer trimestre del año se incrementaron solo 7.2% en
términos reales comparado con el año pasado, es decir, a un menor ritmo que el
incremento observado en el gasto.
Hasta aquí
lo que tenemos es la confirmación de una peligrosa tendencia que ya hemos visto
desde hace varios años: Un acelerado incremento anual en el gasto público que
no corresponde al incremento anual en los ingresos.
Pero el
problema mayor no estriba solo en un potencial desequilibrio de la relación
gasto-ingreso, sino en la calidad de los componentes de ese gasto y del ingreso
que estamos apuntando.
En este
primer trimestre del año el incremento de 7.2% en los ingresos presupuestarios
se debió a los fuertes ingresos petroleros (18.8%) derivados de mayores precios
del petróleo en el mundo. Tan solo por derechos y aprovechamientos el gobierno
federal ingresó en este primer trimestre casi 30% más que el año pasado (para
ser exactos: 63,893 millones de pesos más que en 2011). Lamentablemente nadie
puede garantizar que estos ingresos continúen creciendo a ese ritmo, o siquiera
creciendo; por lo que el crecimiento de este ingreso es temporal en esencia.
En cambio el
grueso de los ingresos públicos que tienen una base y ritmo de mayor
consistencia –los ingresos por impuestos- apenas crecieron 1.3% en el primer
trimestre.
Sin embargo
–y es la otra cara de la moneda- el gasto total creció 12.5%. Los gastos
denominados ‘de desarrollo económico’ se incrementaron 22.6% a tasa real anual,
las aportaciones federales y transferencias a estados y municipios crecieron
13.1% y los recursos destinados al pago de pensiones y jubilaciones crecieron
14.4% real anual en el primer trimestre del año.
Con
estas cifras, y la de años anteriores, es obvia la tendencia al deterioro en la
calidad del balance público. Mientras que los ingresos petroleros sigan a la
alza no habrá incentivo posible para que los políticos se embarquen en una
reforma hacendaria en serio.
Y una
cosa más: por esta ruta las finanzas públicas ‘no van en caballo de hacienda’
como se nos ha dicho.
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