Jorge Chávez Presa / El Universal
A los mexicanos nos interesa poco el gasto público. Hay poca conciencia colectiva de lo que se hace con nuestros impuestos. Eso sí, lo que enciende alarmas y ánimos es el cobro de impuestos. Impera la máxima “hágase la voluntad del erario en los bueyes de mi compadre”.
Todos nos consideramos especiales; desde luego unos somos más especiales que otros, lo cual se ilustra en la amplia gama de excepciones, regímenes especiales, tasas diferenciadas y exenciones que afortunadamente hoy se transparentan en el presupuesto de gastos fiscales (http://www.hacienda.gob.mx/INGRESOS/
ingresos_presupuesto_gastos/presupuesto_gastos_fiscales_2011.pdf).
Sin embargo, debatimos poco y en serio sobre el gasto público. Prácticamente pasó inadvertida la publicación en el Diario Oficial de la Federación del Decreto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal de 2012. Quizá pasó de noche porque fue el 12 de diciembre, día en que la gran mayoría de los mexicanos celebramos un año más de la aparición de la Virgen de Guadalupe. Transcurrieron 26 días después de su aprobación en el Palacio Legislativo de San Lázaro por los diputados federales para que el Ejecutivo federal nos diera a conocer qué aprobaron de su propuesta enviada el ocho de septiembre. ¿Quién preguntó públicamente sobre las razones del retraso y las dificultades que hubo para publicarlo? La pregunta seguirá pendiente de contestarse.
No obstante lo anterior, y ante el riesgo de que este artículo pase también inadvertido, es importantísimo que los mexicanos tengamos presente lo que está sucediendo, cuando menos, con el nivel del gasto público que erogan el gobierno federal, el del DF, el de los gobiernos estatales y los municipales.
¿Me creería que hoy día y durante este sexenio hemos superado el nivel de gasto público por habitante del periodo de “administración de la abundancia”? En efecto, durante estos últimos seis años (2007-2012) el gobierno del presidente Calderón habrá gastado más por habitante que en la administración del presidente López Portillo, que para muchos de nosotros es la referencia del dispendio en su máxima expresión.
Entonces, si nuestros gobiernos gastan hoy más por habitante, ¿por qué no luce el gasto público? La contestación es muy sencilla: hoy por hoy se gasta menos por persona en infraestructura pública del gobierno federal (no incluye lo que nuestro sector público invierte en el sector energético, dígase Pemex y CFE, que en la gran mayoría de los países lleva a cabo el sector privado). También dedicamos cada día más para cubrir el costo de las pensiones y otros subsidios y transferencias directas a los hogares, y queda menos para cubrir el costo por persona de los servicios públicos, entre ellos el de la seguridad.
Los números son demoledores y la mejor medida de ello lo representa el llamado gasto primario del gobierno federal. Este tipo de erogación, que excluye el pago de los intereses sobre la deuda pública y las amortizaciones de capital sobre esa deuda, comprende gasto corriente, de capital, participaciones federales que representan la entrega que hace el gobierno federal a las entidades federativas y municipios de la recaudación que hace por cuenta y orden de ellos, así como los adeudos fiscales de ejercicios anteriores. Para efectos prácticos comprende casi la totalidad de las erogaciones que hacen los tres órdenes de gobierno para proveer bienes y prestar servicios a la población. Para llegar al total del gasto público de los tres órdenes de gobierno y sus poderes habría que sumarle el endeudamiento de los gobiernos del DF, estatales y municipales en el que incurrieron durante dicho periodo.
En este sexenio el gasto primario por habitante habrá promediado poco más de 20 mil pesos a precios constantes. Esta cifra no es nada despreciable y es mayor al máximo registrado en el año de 1981, que alcanzó los 17 mil pesos a precios constantes. Cabe señalar que los montos de gasto primario más bajos se registraron en las administraciones de los presidentes De la Madrid, Salinas y Zedillo. Ahí los promedios redondeados fueron de 9 mil; 11 mil y 12 mil pesos por persona, respectivamente (todo a precios constantes). A quienes también les ha ido muy bien es a los gobernadores en su conjunto, pues reciben casi tres veces más en participaciones federales por habitante de lo que se entregaba a sus antecesores allá por los inicios de la década de los 80 y casi el doble de lo que recibían durante los 90. También enfrentan las presiones del gasto en pensiones.
Toda esta información es para preocuparnos de cómo financiamos el gasto público. Y lo que nos debe ocupar es que lo financiamos, igual que antes, con emisión de deuda pública y más aun con ingresos petroleros. Esté seguro de que este hecho no nos lo harán saber con el bombardeo de spots en radio y televisión.
A los mexicanos nos interesa poco el gasto público. Hay poca conciencia colectiva de lo que se hace con nuestros impuestos. Eso sí, lo que enciende alarmas y ánimos es el cobro de impuestos. Impera la máxima “hágase la voluntad del erario en los bueyes de mi compadre”.
Todos nos consideramos especiales; desde luego unos somos más especiales que otros, lo cual se ilustra en la amplia gama de excepciones, regímenes especiales, tasas diferenciadas y exenciones que afortunadamente hoy se transparentan en el presupuesto de gastos fiscales (http://www.hacienda.gob.mx/INGRESOS/
ingresos_presupuesto_gastos/presupuesto_gastos_fiscales_2011.pdf).
Sin embargo, debatimos poco y en serio sobre el gasto público. Prácticamente pasó inadvertida la publicación en el Diario Oficial de la Federación del Decreto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal de 2012. Quizá pasó de noche porque fue el 12 de diciembre, día en que la gran mayoría de los mexicanos celebramos un año más de la aparición de la Virgen de Guadalupe. Transcurrieron 26 días después de su aprobación en el Palacio Legislativo de San Lázaro por los diputados federales para que el Ejecutivo federal nos diera a conocer qué aprobaron de su propuesta enviada el ocho de septiembre. ¿Quién preguntó públicamente sobre las razones del retraso y las dificultades que hubo para publicarlo? La pregunta seguirá pendiente de contestarse.
No obstante lo anterior, y ante el riesgo de que este artículo pase también inadvertido, es importantísimo que los mexicanos tengamos presente lo que está sucediendo, cuando menos, con el nivel del gasto público que erogan el gobierno federal, el del DF, el de los gobiernos estatales y los municipales.
¿Me creería que hoy día y durante este sexenio hemos superado el nivel de gasto público por habitante del periodo de “administración de la abundancia”? En efecto, durante estos últimos seis años (2007-2012) el gobierno del presidente Calderón habrá gastado más por habitante que en la administración del presidente López Portillo, que para muchos de nosotros es la referencia del dispendio en su máxima expresión.
Entonces, si nuestros gobiernos gastan hoy más por habitante, ¿por qué no luce el gasto público? La contestación es muy sencilla: hoy por hoy se gasta menos por persona en infraestructura pública del gobierno federal (no incluye lo que nuestro sector público invierte en el sector energético, dígase Pemex y CFE, que en la gran mayoría de los países lleva a cabo el sector privado). También dedicamos cada día más para cubrir el costo de las pensiones y otros subsidios y transferencias directas a los hogares, y queda menos para cubrir el costo por persona de los servicios públicos, entre ellos el de la seguridad.
Los números son demoledores y la mejor medida de ello lo representa el llamado gasto primario del gobierno federal. Este tipo de erogación, que excluye el pago de los intereses sobre la deuda pública y las amortizaciones de capital sobre esa deuda, comprende gasto corriente, de capital, participaciones federales que representan la entrega que hace el gobierno federal a las entidades federativas y municipios de la recaudación que hace por cuenta y orden de ellos, así como los adeudos fiscales de ejercicios anteriores. Para efectos prácticos comprende casi la totalidad de las erogaciones que hacen los tres órdenes de gobierno para proveer bienes y prestar servicios a la población. Para llegar al total del gasto público de los tres órdenes de gobierno y sus poderes habría que sumarle el endeudamiento de los gobiernos del DF, estatales y municipales en el que incurrieron durante dicho periodo.
En este sexenio el gasto primario por habitante habrá promediado poco más de 20 mil pesos a precios constantes. Esta cifra no es nada despreciable y es mayor al máximo registrado en el año de 1981, que alcanzó los 17 mil pesos a precios constantes. Cabe señalar que los montos de gasto primario más bajos se registraron en las administraciones de los presidentes De la Madrid, Salinas y Zedillo. Ahí los promedios redondeados fueron de 9 mil; 11 mil y 12 mil pesos por persona, respectivamente (todo a precios constantes). A quienes también les ha ido muy bien es a los gobernadores en su conjunto, pues reciben casi tres veces más en participaciones federales por habitante de lo que se entregaba a sus antecesores allá por los inicios de la década de los 80 y casi el doble de lo que recibían durante los 90. También enfrentan las presiones del gasto en pensiones.
Toda esta información es para preocuparnos de cómo financiamos el gasto público. Y lo que nos debe ocupar es que lo financiamos, igual que antes, con emisión de deuda pública y más aun con ingresos petroleros. Esté seguro de que este hecho no nos lo harán saber con el bombardeo de spots en radio y televisión.
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