Miguel Carbonell / El Universal
Una de las tradiciones con las que se celebra el final de un año y el inicio del nuevo consiste en tomar doce uvas, una por cada campanada del reloj, y pedir doce deseos.
2012 es en México, sobre todo, año de cita electoral. Ojalá se puedan cumplir los siguientes deseos que dependen, más que de la buena fortuna, de la terrenal responsabilidad de los actores políticos.
1. Que los partidos, las coaliciones y sus seguidores asuman que no se trata de "la batalla final", sino de una contienda que es parte de un proceso rutinario, institucional, abierto, de renovación del poder político.
2. Que el ganador sepa que no gana todo, que tendrá contrapesos políticos legítimos, también emanados de las urnas, en el Congreso y en los poderes locales. Además que coexistirá con un Poder Judicial independiente. Que entienda que no será rey por seis años y que el hiperpresidencialismo venturosamente se ha ido para no volver.
3. Que los perdedores sepan que no pierden todo: sus partidos ganarán posiciones relevantes de representación en el Poder Legislativo, tendrán gobiernos y diputados locales, alcaldías, todos ellos espacios para impulsar su agenda política e ideológica.
4. Que se dé al Congreso la importancia clave que tiene en una democracia: que los partidos postulen a sus mejores cuadros, a políticos honorables (que los hay); que no se olvide que no es menos importante que la presidencia una buena bancada parlamentaria en cantidad y calidad.
5. Que se asuma oportunamente que la violencia y el narco son asuntos de Estado que no deben partidizarse para tratar de ganar o restar votos. El Ejecutivo tiene una delicadísima responsabilidad en esta materia.
6. Que no se confunda al IFE con la AFI, y se le pida al primero hacer tareas de Policía o Ministerio Público tratando a los candidatos como si fueran presuntos delincuentes. No, para evitar que elecciones y delincuencia no se mezclen. Que se recuerde que el IFE debe instalar casillas, casi 150 mil, y asegurar que ahí los votos cuenten y se cuenten bien; nada más pero nada menos.
7. Que en las campañas, además de ganas de ganar y de sacar a relucir los defectos del resto de los adversarios, haya ideas propias, diagnósticos rigurosos, programas viables, sustancia; que se demuestre que política no es antónimo de ética y estética. Que lleven la batuta de las campañas los políticos comprometidos y sus propuestas, no los mercadólogos y sus estrategias para "vender" candidatos como si de simples productos desechables se tratara.
8. Que los medios de comunicación electrónicos se pongan del lado de la Constitución, cumpliendo de manera cabal sus obligaciones legales de transmitir las pautas del IFE y evitando toda compra-venta de publicidad electoral.
9. Que el poder del dinero no quiera ni pueda interferir en el sentido del voto ciudadano. Y que si lo pretende hacer, se encuentre con la oportuna intervención y sanción del IFE.
10. Que el árbitro sea discreto pero contundente. Que aunque la elección sea muy cerrada, el IFE ofrezca los resultados de los conteos rápidos con claridad y transparencia la noche del primero de julio.
11. Que ningún candidato se auto declare ganador. Que no se repitan las escenas de la noche de 2006 ni de la de Michoacán en 2011 donde primero se dice "mi triunfo es un hecho", luego "ya gané" apenas cierran las urnas y más tarde "esto es un robo". Que se sepa que quien quiera "madrugar" al IFE con los resultados estaría mostrando una ansiedad y arbitrariedad incompatibles con la investidura presidencial.
12. Que vote la gente, de forma masiva, pacífica, reflexiva, alegre, pues el voto es conjura para los malos presagios antidemocráticos y el autoritarismo.
Una de las tradiciones con las que se celebra el final de un año y el inicio del nuevo consiste en tomar doce uvas, una por cada campanada del reloj, y pedir doce deseos.
2012 es en México, sobre todo, año de cita electoral. Ojalá se puedan cumplir los siguientes deseos que dependen, más que de la buena fortuna, de la terrenal responsabilidad de los actores políticos.
1. Que los partidos, las coaliciones y sus seguidores asuman que no se trata de "la batalla final", sino de una contienda que es parte de un proceso rutinario, institucional, abierto, de renovación del poder político.
2. Que el ganador sepa que no gana todo, que tendrá contrapesos políticos legítimos, también emanados de las urnas, en el Congreso y en los poderes locales. Además que coexistirá con un Poder Judicial independiente. Que entienda que no será rey por seis años y que el hiperpresidencialismo venturosamente se ha ido para no volver.
3. Que los perdedores sepan que no pierden todo: sus partidos ganarán posiciones relevantes de representación en el Poder Legislativo, tendrán gobiernos y diputados locales, alcaldías, todos ellos espacios para impulsar su agenda política e ideológica.
4. Que se dé al Congreso la importancia clave que tiene en una democracia: que los partidos postulen a sus mejores cuadros, a políticos honorables (que los hay); que no se olvide que no es menos importante que la presidencia una buena bancada parlamentaria en cantidad y calidad.
5. Que se asuma oportunamente que la violencia y el narco son asuntos de Estado que no deben partidizarse para tratar de ganar o restar votos. El Ejecutivo tiene una delicadísima responsabilidad en esta materia.
6. Que no se confunda al IFE con la AFI, y se le pida al primero hacer tareas de Policía o Ministerio Público tratando a los candidatos como si fueran presuntos delincuentes. No, para evitar que elecciones y delincuencia no se mezclen. Que se recuerde que el IFE debe instalar casillas, casi 150 mil, y asegurar que ahí los votos cuenten y se cuenten bien; nada más pero nada menos.
7. Que en las campañas, además de ganas de ganar y de sacar a relucir los defectos del resto de los adversarios, haya ideas propias, diagnósticos rigurosos, programas viables, sustancia; que se demuestre que política no es antónimo de ética y estética. Que lleven la batuta de las campañas los políticos comprometidos y sus propuestas, no los mercadólogos y sus estrategias para "vender" candidatos como si de simples productos desechables se tratara.
8. Que los medios de comunicación electrónicos se pongan del lado de la Constitución, cumpliendo de manera cabal sus obligaciones legales de transmitir las pautas del IFE y evitando toda compra-venta de publicidad electoral.
9. Que el poder del dinero no quiera ni pueda interferir en el sentido del voto ciudadano. Y que si lo pretende hacer, se encuentre con la oportuna intervención y sanción del IFE.
10. Que el árbitro sea discreto pero contundente. Que aunque la elección sea muy cerrada, el IFE ofrezca los resultados de los conteos rápidos con claridad y transparencia la noche del primero de julio.
11. Que ningún candidato se auto declare ganador. Que no se repitan las escenas de la noche de 2006 ni de la de Michoacán en 2011 donde primero se dice "mi triunfo es un hecho", luego "ya gané" apenas cierran las urnas y más tarde "esto es un robo". Que se sepa que quien quiera "madrugar" al IFE con los resultados estaría mostrando una ansiedad y arbitrariedad incompatibles con la investidura presidencial.
12. Que vote la gente, de forma masiva, pacífica, reflexiva, alegre, pues el voto es conjura para los malos presagios antidemocráticos y el autoritarismo.
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