martes, 27 de diciembre de 2011

CERO TOLERANCIA

FEDERICO REYES HEROLES / REFORMA
El ocaso de 2011 está teñido de cierto optimismo. La "primavera árabe", la caída de varios sátrapas, lleva a imaginar en el horizonte el florecimiento de nuevas democracias. Ojalá no sean meras ilusiones, reflejos que reproducen en nuestras mentes las "olas" de democratización de los años ochenta. Hoy sabemos que los sistemas autoritarios no paren, de un día al otro, democracias estables. Sería un milagro. La cultura autoritaria es resistente. ¡Qué si lo sabremos los mexicanos! Puede haber competencia partidaria, relevo sistemático en los mandos, toda la parafernalia electoral puede estar allí y ser sólo la engañosa fachada del viejo edificio autoritario. Las democracias estables requieren cimientos sólidos de cultura liberal.
De ahí la relevancia de la cultura ciudadana. Si los derechos individuales, si el respeto a las normas, si la defensa de la libertad en todas sus dimensiones, no está en la cabeza de los moradores de un país, cualquier democracia formal será endeble. Los riesgos de las democracias sin demócratas son hoy muy conocidos. Una verdadera democracia se asienta en ciudadanos, en una ciudadanía activa. Se trata de una auténtica revolución que nace en los hogares, en las escuelas, en los centros de trabajo y que deviene en el ejercicio de los derechos políticos. Si utilizamos ese rasero en México nos quedaremos con una trama muy preocupante: la ciudadanía sigue siendo débil, el nivel de exigencia es bajo y además son los propios gobernantes los que violentan los fundamentos éticos de la democracia. Mienten, no reconocen sus derrotas, se mofan de las normas e incluso llaman a evadirlas. De los "juanitos" a las "adelitas" pasando por las actuales y absurdas precampañas.
Quizá entonces la mayor lección de 2011 provenga del pavoroso desfile de gobernantes sin un mínimo de ética. Los ejemplos no sólo provienen de países pobres donde la ignorancia campea, sino también de países ricos, que son potencias culturales. Cómo digerir que un sujeto como Berlusconi haya gobernado por un largo período a Italia, uno de los países cuna de la democracia, del derecho, hogar de enormes pensadores en la Antigüedad, en el Renacimiento y también contemporáneos. Cómo explicar que Rusia acepte la ostentosa farsa de Putin y Medvédev, para perpetuarse en el poder. Qué ejemplo da un Strauss Kahn. Nadie duda de su solidez técnica, tampoco de su cinismo y su nulo respeto a las mujeres. Para colmo su influyente esposa lo respalda. Cómo explicar las mentiras financieras de los griegos. Qué decir del orgullo turco capaz de congelar las relaciones con Francia antes que reconocer el genocidio armenio. ¿Y el caso Chirac en los tribunales franceses?
Qué decir de la presidenta argentina persiguiendo a la prensa ante los ojos de la ciudadanía que la reeligió. Y si de reelecciones se trata, cómo olvidar que el pueblo nicaragüense ratificó en el poder a Ortega y de pasada a su activa esposa, autores emblemáticos de la inolvidable "piñata". Cómo dejar fuera las trapacerías políticas de Chávez, capaz de dinamitar públicamente la democracia venezolana desde su interior. Su cinismo llega al extremo de proteger a miembros de la ETA. De la falta de ética en el sector privado, no hace falta hablar. Basta con recordar la crisis de 2008 que empobreció a cientos de millones de seres humanos y que fue provocada por las irresponsabilidades y corruptelas de los grandes capos del sector financiero estadounidense, espléndidamente retratados en "Trabajo Confidencial" (Inside Job), el documental de Charles Ferguson. La lista es infinita.
Todo indica que ni la democracia, ni el desarrollo por sí mismo, garantizan la solidez ética de los gobernantes. Aquella propuesta y sueño de Aristóteles de que sólo llegaran al poder los mejores, no sólo los más capaces, los mejores por su tejido ético, está cada día más lejos. El fenómeno de la disolución moral de las clases gobernantes se extiende, es decepcionante y peligroso. Lo paradójico y curioso es que, a pesar de todo, una mínima exigencia ética no está en la agenda. Pareciera que, por tratarse de un fenómeno universal, podemos relativizar la discusión: ocurre en todas partes, todos son iguales. Todos mienten, todos roban, todos violentan la ley. Pueden tener títulos de las mejores universidades y a la vez ser corruptos y mentirosos. La honradez, la rectitud como propósito y patrimonio personales han sido desplazados por el eslogan. Es una trampa. Sólo la observación y exigencia ciudadana pueden frenar el cinismo.
No sé cuántos libros deba haber leído alguien para ser un buen gobernante. Quizá el único aspirante lector sea Creel. Pero eso tampoco es garantía, un ejemplo, López Portillo. Ruiz Cortines no era letrado y fue un presidente muy sólido. Ante el desolador panorama, en 2012, México ganaría mucho si estableciéramos un filtro ético mínimo, si triunfa alguien que no mienta, que no robe, que respete la ley. En esos tres rubros, cero tolerancia. No es mucho pedir.

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