jueves, 15 de diciembre de 2011

2011: EL AÑO DE LOS SOBRESALTOS

Miguel Carbonell / El Universal
Investigador del IIJ de la UNAM
El año 2011 quedará en nuestra memoria asociado con hechos que no solamente no pudimos haber previsto, sino que ni siquiera hubiéramos podido imaginar.
En marzo vimos los efectos devastadores de un tsunami en Japón y la crisis nuclear en la central de Fukushima. A partir de esos eventos comenzó una discusión a nivel global sobre el futuro de la energía atómica y la posibilidad de generar electricidad sin plantas nucleares. Fukushima ilustra bien la falta de previsión con que, en ocasiones, se construyen las grandes infraestructuras. La planta nuclear fue construida para resistir un tsunami con olas de hasta 5.7 metros, a pesar de que se tenían antecedentes de que en 1933 se había producido uno con olas de hasta 29 metros. Por esa falta de previsión, en marzo, al recibir el impacto de unas olas de 14 metros, los mecanismos de enfriamiento de la planta dejaron de funcionar, desatando el infierno de contaminación nuclear que todos observamos.
Otro evento relevante fue la noticia, dada a conocer en octubre, de que la humanidad había llegado a la marca de los 7 mil millones personas en el planeta. Al comenzar el siglo XX se contaban mil 600 millones de personas. Algunas previsiones de la ONU estiman que hacia el 2050 la población habrá crecido hasta 9 mil 300 millones, para alcanzar una cifra astronómica de 10 mil millones hacia finales del siglo XXI.
Esos datos tan contundentes no pueden dejar de resultar preocupantes, para nosotros y para nuestros hijos. ¿Cómo alimentar a tanta gente?, ¿de dónde sacaremos la energía para que puedan encender una luz en su casa, tener un refrigerador para sus víveres y transportarse hasta sus fuentes de trabajo?, ¿qué pasará con el cambio climático y la explotación de combustibles fósiles si cientos de millones de indios y chinos quieren un coche propio cada uno, como sucede hoy día en los países más desarrollados?
También se nos trajo la noticia de las muertes de Osama bin Laden y de Muammar Gaddafi, tras una operación del ejército de Estados Unidos en el primer caso, y el resultado del levantamiento popular en Libia, en el segundo.
Pero Libia no fue el único país en el que sus ciudadanos estuvieron dispuestos a alzar sus voces y tomar las armas para poner fin a una cruenta dictadura. Vimos levantamientos parecidos en Egipto y otros países árabes, en los que muchas manifestaciones fueron convocadas y alentadas por el efecto democratizador de las redes sociales. Facebook y Twitter jugaron un papel destacado en la llamada “primavera árabe” y con seguridad lo jugarán también en otros procesos electorales y de avance democrático en el mundo, incluyendo desde luego a México.
Las malas noticias del año vinieron de la economía, sobre todo en el caso de Europa. La crisis del euro y los repetidos esfuerzos por rescatarlo parecen dar escasos y muy volátiles resultados. La alta tasa de desempleo juvenil no augura un porvenir sencillo para los países de esa zona. Es seguro que a Grecia, Portugal, España e Italia les esperan duros recortes en su nivel de vida.
En 2011 ocuparon muchas páginas de periódicos y muchas horas de televisión y radio el escándalo de Dominique Strauss-Kahn, ex director del Fondo Monetario Internacional, y la muerte de Steve Jobs, el genio de la informática. Ambos eventos, de muy distinta naturaleza, produjeron también su propia serie de sobresaltos.
El año que termina aportó también las imágenes de cientos de miles de personas protestando contra las condiciones de vida en varios países desarrollados. Vimos protestas lo mismo en Madrid que en Nueva York. Miles de jóvenes están convencidos de que los actuales desarrollos de la globalización capitalista generan desigualdad y abusos de las entidades financieras que controlan el “capitalismo de casino”. Saben que, así como estamos, sus perspectivas de futuro no son alentadoras. Proponen cambiar lo que tenemos, aunque aún no han sido del todo capaces de explicar hacia dónde hay que moverse y qué cosas en concreto deben modificarse.
Para México el 2011 tampoco trajo buenas noticias. Más bien lo contrario. Ya habrá oportunidad de comentarlo con detalle posteriormente. Mientras tanto, lo mejor que podemos desear para el 2012 es que sea más tranquilo que el año que estamos finalizando, y que nos traiga menos sobresaltos. Ojalá que así sea para todos.

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