Francisco Suárez Davila / El Universal
El presidente Calderón inició su mensaje del quinto año de gobierno recordando sus objetivos: “transformar a México en un país más seguro, más próspero y más justo”. La frase resulta casi irrisoria.
El ejercicio de evaluación es importante en un año electoral que representa un referéndum implícito ante el electorado sobre su gestión y la del PAN. Lo relevante es dónde está México hoy, no hace 10 o 70 años. ¿Cumplió sus objetivos?
Las frases del Presidente recuerdan el triple mural de Ambrosio Lorenzetti a la entrada del Palacio Público de Siena referidas a las consecuencias del mal gobierno frente a los beneficios del buen gobierno y la alegoría de cómo se evita lo primero y se logra lo segundo. Este tríptico proporciona un gran espejo de cualquier gobierno. El Mal gobierno presenta un cuadro de violencia en la ciudad. Prevalece el miedo y la inseguridad; se manifiesta el poder arbitrario; la administración parcial de la justicia, pobreza, conflicto interno, discordia, avaricia, orgullo y egoísmo.
Éste es el cuadro que más refleja el estado actual de la sociedad mexicana y de su mal gobierno. La lucha contra el crimen organizado fue desde sus inicios improvisada, sin inteligencia suficiente, sin estrategia reactiva. El saldo es de 50 mil muertos. Se ha perdido el control de partes del territorio. ¿No lo reconoció así el Presidente en su interpretación kamikaze de las elecciones de Michoacán? El Estado comparte el monopolio de fuerza y la potestad tributaria con el crimen organizado, que recauda el derecho de piso con menos evasión que Hacienda. Es por lo menos un Estado, si no parcialmente fallido, sí muy frágil.
El Presidente se refiere a la prosperidad. En los efectos del buen gobierno, Lorenzetti habla de la paz que va necesariamente vinculada a la seguridad, condiciones esenciales de la prosperidad. Los ciudadanos tienen buenos caminos, molinos para el trigo, construyen casas, trabajan en el campo. Prevalece la armonía. México, en la década de 2000 a 2010, según cifras del FMI, creció anualmente al 1.5%, lo cual lo ubica como el país 150 de 170, uno de los más bajos de Latinoamérica. Tuvo en la recesión de 2009 una de las caídas más profundas y una de las recuperaciones más débiles. Mediocridad sin crisis. Un país que se desindustrializa a pesar de su comercio con la mayor economía del mundo y de ser el campeón en tratados de libre comercio, no ha traducido ese comercio en crecimiento, más bien somos una gigantesca maquiladora. En el sexenio de la infraestructura, la inversión en este campo, sin Pemex, no llega a 3% del PIB, debiera ser el doble, como fue en los 60.
Difícilmente se puede lograr algo con un gabinete donde se prioriza “amiguismo” sobre capacidad. Hay, claro, excepciones: Hacienda, Banxico, Defensa, Marina, que surgen precisamente de cuadros profesionales. La ineptitud administrativa se manifiesta reiteradamente: el fiasco de Mexicana podría ser en Harvard case study de cómo no hacer las cosas; las guarderías del IMSS; la incapacidad para ejecutar grandes proyectos como Punta Colonet, la refinería de Tula o el Centro de Convenciones de Los Cabos.
Lorenzetti pondera como cualidades que llevan al buen gobierno: la prudencia para anticipar peligros, la sabiduría, la templanza y la fortaleza. La democracia mexicana en su mecánica electoral funciona razonablemente. Pero como en entorno de reglas básicas de civilidad, qué lecciones deja Michoacán. El Presidente de los mexicanos abandona ese papel para convertirse en jefe de partido con todas las argucias. Regatea un triunfo por 3% al partido que reconoció el suyo por 0.3%. Deja su investidura como responsable de las acciones de gobierno para convertirse en acusador sin pruebas. En un complejo proceso electoral anticipa guerra sucia, de infundios, de uso de recursos públicos. No el debate de ideas. No la concordia de Lorenzetti, sino el encono y la polarización.
En balance, sí hay que reconocer que han funcionado tres cosas: en dos se construye sobre instituciones fundadas por el PRI: el sistema Oportunidades, el más exitoso esquema de ataque a la pobreza focalizado, obra de Salinas y de Levy. El otro, es el sistema de crédito a la vivienda, el Infonavit de Silva Herzog, la Hipotecaria Federal (el Fovi-Foga) del Banco de México, actuando con la banca, es verdadera máquina de hacer casas. El tercero es la cobertura universal de salud vía el Seguro Popular, que privilegia a la informalidad y, sin embargo, sacrifica al muy emproblemado Seguro Social. Éstos son los saldos de la ineptitud administrativa.
¡En el tríptico de Lorenzetti, se aproxima mucho más al mal gobierno, que al bueno!
El ejercicio de evaluación es importante en un año electoral que representa un referéndum implícito ante el electorado sobre su gestión y la del PAN. Lo relevante es dónde está México hoy, no hace 10 o 70 años. ¿Cumplió sus objetivos?
Las frases del Presidente recuerdan el triple mural de Ambrosio Lorenzetti a la entrada del Palacio Público de Siena referidas a las consecuencias del mal gobierno frente a los beneficios del buen gobierno y la alegoría de cómo se evita lo primero y se logra lo segundo. Este tríptico proporciona un gran espejo de cualquier gobierno. El Mal gobierno presenta un cuadro de violencia en la ciudad. Prevalece el miedo y la inseguridad; se manifiesta el poder arbitrario; la administración parcial de la justicia, pobreza, conflicto interno, discordia, avaricia, orgullo y egoísmo.
Éste es el cuadro que más refleja el estado actual de la sociedad mexicana y de su mal gobierno. La lucha contra el crimen organizado fue desde sus inicios improvisada, sin inteligencia suficiente, sin estrategia reactiva. El saldo es de 50 mil muertos. Se ha perdido el control de partes del territorio. ¿No lo reconoció así el Presidente en su interpretación kamikaze de las elecciones de Michoacán? El Estado comparte el monopolio de fuerza y la potestad tributaria con el crimen organizado, que recauda el derecho de piso con menos evasión que Hacienda. Es por lo menos un Estado, si no parcialmente fallido, sí muy frágil.
El Presidente se refiere a la prosperidad. En los efectos del buen gobierno, Lorenzetti habla de la paz que va necesariamente vinculada a la seguridad, condiciones esenciales de la prosperidad. Los ciudadanos tienen buenos caminos, molinos para el trigo, construyen casas, trabajan en el campo. Prevalece la armonía. México, en la década de 2000 a 2010, según cifras del FMI, creció anualmente al 1.5%, lo cual lo ubica como el país 150 de 170, uno de los más bajos de Latinoamérica. Tuvo en la recesión de 2009 una de las caídas más profundas y una de las recuperaciones más débiles. Mediocridad sin crisis. Un país que se desindustrializa a pesar de su comercio con la mayor economía del mundo y de ser el campeón en tratados de libre comercio, no ha traducido ese comercio en crecimiento, más bien somos una gigantesca maquiladora. En el sexenio de la infraestructura, la inversión en este campo, sin Pemex, no llega a 3% del PIB, debiera ser el doble, como fue en los 60.
Difícilmente se puede lograr algo con un gabinete donde se prioriza “amiguismo” sobre capacidad. Hay, claro, excepciones: Hacienda, Banxico, Defensa, Marina, que surgen precisamente de cuadros profesionales. La ineptitud administrativa se manifiesta reiteradamente: el fiasco de Mexicana podría ser en Harvard case study de cómo no hacer las cosas; las guarderías del IMSS; la incapacidad para ejecutar grandes proyectos como Punta Colonet, la refinería de Tula o el Centro de Convenciones de Los Cabos.
Lorenzetti pondera como cualidades que llevan al buen gobierno: la prudencia para anticipar peligros, la sabiduría, la templanza y la fortaleza. La democracia mexicana en su mecánica electoral funciona razonablemente. Pero como en entorno de reglas básicas de civilidad, qué lecciones deja Michoacán. El Presidente de los mexicanos abandona ese papel para convertirse en jefe de partido con todas las argucias. Regatea un triunfo por 3% al partido que reconoció el suyo por 0.3%. Deja su investidura como responsable de las acciones de gobierno para convertirse en acusador sin pruebas. En un complejo proceso electoral anticipa guerra sucia, de infundios, de uso de recursos públicos. No el debate de ideas. No la concordia de Lorenzetti, sino el encono y la polarización.
En balance, sí hay que reconocer que han funcionado tres cosas: en dos se construye sobre instituciones fundadas por el PRI: el sistema Oportunidades, el más exitoso esquema de ataque a la pobreza focalizado, obra de Salinas y de Levy. El otro, es el sistema de crédito a la vivienda, el Infonavit de Silva Herzog, la Hipotecaria Federal (el Fovi-Foga) del Banco de México, actuando con la banca, es verdadera máquina de hacer casas. El tercero es la cobertura universal de salud vía el Seguro Popular, que privilegia a la informalidad y, sin embargo, sacrifica al muy emproblemado Seguro Social. Éstos son los saldos de la ineptitud administrativa.
¡En el tríptico de Lorenzetti, se aproxima mucho más al mal gobierno, que al bueno!
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