Podemos estar en la antesala de la próxima recesión sin, que nadie dé la señal de alarma
ÁNGEL GURRÍA / EL PAÍS
Nos gustaría creer que ya hemos pasado lo peor de la mayor crisis en 70 años. Pero los derivados, uno de los principales culpables de la crisis financiera, siguen sumando 10 veces el PIB mundial, y continúan en aumento. Una gran adquisición por valor de 8.500 millones de dólares hace que los analistas especulen sobre una nueva burbuja de Internet. Algunas economías emergentes están mostrando síntomas típicos de recalentamiento, con un aumento sin precedentes de los precios inmobiliarios, el crédito al consumo y los beneficios de los bancos.
Sería perdonable que nos preguntemos si hemos aprendido algo en estos últimos años. Sería menos perdonable que estemos, sin darnos cuenta, preparando el terreno para la próxima crisis, sin que nadie dé la señal de alarma.
Si las instituciones internacionales cumplen su obligación y hacen su trabajo, tendremos buenas posibilidades de evitar los errores del pasado. La crisis ha puesto de relieve el papel de organizaciones como la OCDE. Estamos coordinando mejor que nunca nuestros esfuerzos con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio y la Organización Internacional del Trabajo.
Pero es necesario hacer mucho más. El G-20, los Gobiernos, los actores de la sociedad civil y los ciudadanos de todo el mundo esperan mucho más de nosotros. Desde que se fundó la OCDE, hace 50 años, ha ofrecido un foro extraordinario en el que los dirigentes y los responsables políticos se reúnen para discutir qué estrategias funcionan y cuáles no. Tenemos un sólido historial de ayudar a los pueblos a librarse de la ruina social y económica, empezando por el Plan Marshall, tras la Segunda Guerra Mundial. Ayudar a los Gobiernos y los países a que comprendieran que sus economías y sus sociedades eran interdependientes abrió la puerta a una era de cooperación.
Ante la crisis reciente hemos obtenido varios resultados concretos: hemos cerrado paraísos fiscales en todo el mundo, para que los contribuyentes y los recaudadores tengan claro que todos estamos contribuyendo a arreglar las cosas. Los principios de lucha contra el soborno internacional establecidos por la OCDE están extendiéndose ya a todo el mundo; Rusia está a punto de convertirse en el 40º país que se adhiere a ellos. Los sobornos sustraen dinero a las personas, les quitan la comida de la boca y perjudican el desarrollo. En un intento de reforzar el interés por la necesidad de que se extienda un gobierno corporativo sólido, hemos renovado por completo nuestras Directrices para Empresas Multinacionales. Seguimos impulsando la separación entre las inversiones empresariales de riesgo, como los derivados, y la banca de proximidad. Y estamos haciendo auténticos esfuerzos para abordar la falta de educación y protección económica de los ciudadanos, que la crisis ha revelado de manera tan flagrante. Encabezamos los esfuerzos del G-20 para asegurar una debida protección de los consumidores, con el fin de que una persona no se encuentre jamás en la posición de tener que firmar un documento hipotecario que no comprende. En regiones como Oriente Próximo, podemos aportar nuestra experiencia para ayudar a reconstruir sus sociedades y sus economías como hemos hecho en toda Europa Occidental y del Este.
Y estamos extendiendo los límites del conocimiento y la comprensión cada vez que ponemos en tela de juicio las ideas adquiridas. Después de siete años de trabajo para medir mejor el progreso social, el lanzamiento de la iniciativa Your better life index (índice para vivir mejor) pretende responder a una vieja demanda de los ciudadanos de todo el mundo de no detenerse sólo en el PIB como criterio para medir el bienestar y el progreso. Al dar a las personas normales un instrumento para medir su bienestar estamos transformando la elaboración de las políticas públicas, ayudándoles a que nos ayuden a implantar las políticas públicas más adecuadas para mejorar su vida.
El comportamiento del sistema antes de la crisis nos decepcionó. Necesitamos restablecer la confianza y cumplir el mayor deseo de la gente: que haya crecimiento y empleo. La mejor manera de conseguirlo es partir de la realidad, las pruebas, las cifras, compartir las mejores prácticas, hacer una valoración sincera de lo que funciona bien y lo que no. Y desarrollar unas normas capaces de garantizar que la comunidad mundial se beneficie de la sabiduría que otorga la experiencia. Una buena política pública consiste en buenas ideas, y nadie tiene el monopolio político. Hay que formularlas, no desde extremos opuestos del panorama político, sino en el nexo en el que se encuentran la economía, el Gobierno, el sector privado y la gente corriente.
Es evidente que todavía no hemos salido del todo de la crisis. Es muy humano hacerse ilusiones y terminar volviendo al principio, a trabajar como siempre. Pero sería una tentación en la que nunca nos perdonaríamos caer.
Angel Gurría es secretario general de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
Nos gustaría creer que ya hemos pasado lo peor de la mayor crisis en 70 años. Pero los derivados, uno de los principales culpables de la crisis financiera, siguen sumando 10 veces el PIB mundial, y continúan en aumento. Una gran adquisición por valor de 8.500 millones de dólares hace que los analistas especulen sobre una nueva burbuja de Internet. Algunas economías emergentes están mostrando síntomas típicos de recalentamiento, con un aumento sin precedentes de los precios inmobiliarios, el crédito al consumo y los beneficios de los bancos.
Sería perdonable que nos preguntemos si hemos aprendido algo en estos últimos años. Sería menos perdonable que estemos, sin darnos cuenta, preparando el terreno para la próxima crisis, sin que nadie dé la señal de alarma.
Si las instituciones internacionales cumplen su obligación y hacen su trabajo, tendremos buenas posibilidades de evitar los errores del pasado. La crisis ha puesto de relieve el papel de organizaciones como la OCDE. Estamos coordinando mejor que nunca nuestros esfuerzos con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio y la Organización Internacional del Trabajo.
Pero es necesario hacer mucho más. El G-20, los Gobiernos, los actores de la sociedad civil y los ciudadanos de todo el mundo esperan mucho más de nosotros. Desde que se fundó la OCDE, hace 50 años, ha ofrecido un foro extraordinario en el que los dirigentes y los responsables políticos se reúnen para discutir qué estrategias funcionan y cuáles no. Tenemos un sólido historial de ayudar a los pueblos a librarse de la ruina social y económica, empezando por el Plan Marshall, tras la Segunda Guerra Mundial. Ayudar a los Gobiernos y los países a que comprendieran que sus economías y sus sociedades eran interdependientes abrió la puerta a una era de cooperación.
Ante la crisis reciente hemos obtenido varios resultados concretos: hemos cerrado paraísos fiscales en todo el mundo, para que los contribuyentes y los recaudadores tengan claro que todos estamos contribuyendo a arreglar las cosas. Los principios de lucha contra el soborno internacional establecidos por la OCDE están extendiéndose ya a todo el mundo; Rusia está a punto de convertirse en el 40º país que se adhiere a ellos. Los sobornos sustraen dinero a las personas, les quitan la comida de la boca y perjudican el desarrollo. En un intento de reforzar el interés por la necesidad de que se extienda un gobierno corporativo sólido, hemos renovado por completo nuestras Directrices para Empresas Multinacionales. Seguimos impulsando la separación entre las inversiones empresariales de riesgo, como los derivados, y la banca de proximidad. Y estamos haciendo auténticos esfuerzos para abordar la falta de educación y protección económica de los ciudadanos, que la crisis ha revelado de manera tan flagrante. Encabezamos los esfuerzos del G-20 para asegurar una debida protección de los consumidores, con el fin de que una persona no se encuentre jamás en la posición de tener que firmar un documento hipotecario que no comprende. En regiones como Oriente Próximo, podemos aportar nuestra experiencia para ayudar a reconstruir sus sociedades y sus economías como hemos hecho en toda Europa Occidental y del Este.
Y estamos extendiendo los límites del conocimiento y la comprensión cada vez que ponemos en tela de juicio las ideas adquiridas. Después de siete años de trabajo para medir mejor el progreso social, el lanzamiento de la iniciativa Your better life index (índice para vivir mejor) pretende responder a una vieja demanda de los ciudadanos de todo el mundo de no detenerse sólo en el PIB como criterio para medir el bienestar y el progreso. Al dar a las personas normales un instrumento para medir su bienestar estamos transformando la elaboración de las políticas públicas, ayudándoles a que nos ayuden a implantar las políticas públicas más adecuadas para mejorar su vida.
El comportamiento del sistema antes de la crisis nos decepcionó. Necesitamos restablecer la confianza y cumplir el mayor deseo de la gente: que haya crecimiento y empleo. La mejor manera de conseguirlo es partir de la realidad, las pruebas, las cifras, compartir las mejores prácticas, hacer una valoración sincera de lo que funciona bien y lo que no. Y desarrollar unas normas capaces de garantizar que la comunidad mundial se beneficie de la sabiduría que otorga la experiencia. Una buena política pública consiste en buenas ideas, y nadie tiene el monopolio político. Hay que formularlas, no desde extremos opuestos del panorama político, sino en el nexo en el que se encuentran la economía, el Gobierno, el sector privado y la gente corriente.
Es evidente que todavía no hemos salido del todo de la crisis. Es muy humano hacerse ilusiones y terminar volviendo al principio, a trabajar como siempre. Pero sería una tentación en la que nunca nos perdonaríamos caer.
Angel Gurría es secretario general de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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