La actuación de los Mossos d'Esquadra ayer en la plaza de Catalunya de Barcelona pasará a los anales de la desproporción y de la torpeza. La operación de reminiscencias robespierranas -el consejero de Interior habló de razones de "higiene y seguridad"- fue un fiasco desde su principio. El objetivo era desmantelar el campamento de los indignados del Movimiento del 15-M. Pero lo cierto es que seis horas después de tan brillante operación el panorama de la plaza era completamente idéntico -con más éxito de público todavía- al de seis horas antes.
Alrededor de las siete de la mañana, efectivos de los mossos y de la Policía Municipal rompieron el sueño del centenar de concentrados en la céntrica plaza. Los indignados que en aquellas horas se desperezaban tuvieron que desmontar las jaimas y entregar todo el material a la autoridad, con el fin de que las brigadas de limpieza pudieran higienizar la plaza y los agentes se incautaran el material peligroso (botes de conserva o bombonas de butano). El objetivo era evitar, según la Generalitat, que todo ello se convirtiera en un inesperado arsenal para los más exaltados si el Barça gana hoy la Liga de Campeones y sus seguidores invaden el centro de la ciudad.
Pero la resistencia pasiva de los concentrados y sus gritos de socorro a través de las redes sociales provocaron un efecto llamada. Al poco rato, la plaza era un hervidero de indignados a los que los 350 policías se enfrentaron con inusitada contundencia. La actuación, efectuada bajo las órdenes del consejero de Interior, Felip Puig, se saldó con 121 heridos leves. Puig dijo que la contundencia de los mossos la motivó la actitud agresiva de algunos manifestantes. Las imágenes de jóvenes sentados y pasivos mientras eran brutalmente golpeados desmienten esta argumentación y exigen una explicación más convincente. Puig se disculpó ante quienes se hubieran sentido ofendidos, no por las cargas, sino por las imágenes donde se puede certificar la desmesura de los porrazos.
La actuación de los mossos se produce una semana después de que la Junta Electoral Central vetase las concentraciones del Movimiento 15-M en la jornada de reflexión y el día de las elecciones municipales y autonómicas. En aquella ocasión las autoridades hicieron buen uso del sentido común y decidieron no desalojar, aun a riesgo de ser blanco de críticas por parte de los fanáticos de la contundencia.
Es evidente que las concentraciones no pueden eternizarse y que las autoridades deben tomar cartas en el asunto. También el Gobierno regional de Madrid y los comerciantes exigen el desalojo de Sol. Y hoy la situación puede complicarse en Barcelona por la final de Londres. Pero elegir el momento y hacerlo con inteligencia es el deber de todo responsable político. Ayer hubo desmesura, contundencia excesiva e ineficacia, además de unas explicaciones insatisfactorias y en algunos puntos ridículas. No es extraño que los grupos parlamentarios hayan pedido la comparecencia de Puig ante el Parlamento catalán.
Fuente: El país
Alrededor de las siete de la mañana, efectivos de los mossos y de la Policía Municipal rompieron el sueño del centenar de concentrados en la céntrica plaza. Los indignados que en aquellas horas se desperezaban tuvieron que desmontar las jaimas y entregar todo el material a la autoridad, con el fin de que las brigadas de limpieza pudieran higienizar la plaza y los agentes se incautaran el material peligroso (botes de conserva o bombonas de butano). El objetivo era evitar, según la Generalitat, que todo ello se convirtiera en un inesperado arsenal para los más exaltados si el Barça gana hoy la Liga de Campeones y sus seguidores invaden el centro de la ciudad.
Pero la resistencia pasiva de los concentrados y sus gritos de socorro a través de las redes sociales provocaron un efecto llamada. Al poco rato, la plaza era un hervidero de indignados a los que los 350 policías se enfrentaron con inusitada contundencia. La actuación, efectuada bajo las órdenes del consejero de Interior, Felip Puig, se saldó con 121 heridos leves. Puig dijo que la contundencia de los mossos la motivó la actitud agresiva de algunos manifestantes. Las imágenes de jóvenes sentados y pasivos mientras eran brutalmente golpeados desmienten esta argumentación y exigen una explicación más convincente. Puig se disculpó ante quienes se hubieran sentido ofendidos, no por las cargas, sino por las imágenes donde se puede certificar la desmesura de los porrazos.
La actuación de los mossos se produce una semana después de que la Junta Electoral Central vetase las concentraciones del Movimiento 15-M en la jornada de reflexión y el día de las elecciones municipales y autonómicas. En aquella ocasión las autoridades hicieron buen uso del sentido común y decidieron no desalojar, aun a riesgo de ser blanco de críticas por parte de los fanáticos de la contundencia.
Es evidente que las concentraciones no pueden eternizarse y que las autoridades deben tomar cartas en el asunto. También el Gobierno regional de Madrid y los comerciantes exigen el desalojo de Sol. Y hoy la situación puede complicarse en Barcelona por la final de Londres. Pero elegir el momento y hacerlo con inteligencia es el deber de todo responsable político. Ayer hubo desmesura, contundencia excesiva e ineficacia, además de unas explicaciones insatisfactorias y en algunos puntos ridículas. No es extraño que los grupos parlamentarios hayan pedido la comparecencia de Puig ante el Parlamento catalán.
Fuente: El país
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