viernes, 20 de mayo de 2011

EUROLANDIA TRAS DSK

Hay candidatos solventes al FMI, y buenos para la UE, dentro y fuera
XAVIER VIDAL-FOLCH / EL PAÍS
Si también es o no un delincuente privado, la justicia lo dirá. Punto y aparte.
Aquí de lo que se trata es de dilucidar si como político, Dominique Strauss-Kahn, DSK, ha dejado huella; si por tanto su, digamos, mutis, crea un vacío; y, si es así, cómo se puede llenar mejor.
Algún comentarista-ómnibus espeta que DSK es un don nadie, que todo irá igual sin él: mejor, sostiene, porque se demostró que la superioridad moral de la izquierda era una falacia.
Por partes. Delincuente o no, enfermo o no, DSK fue alguien. Profesor de Economía, autor de una decena de libros -uno de los últimos, Lettre ouverte aux enfants d'Europe, Grasset, 2004, un alegato europeísta que armó revuelo-, fue un notable ministro de Economía del socialista Lionel Jospin, entre 1997 y 1999.
Relanzó el crecimiento francés, retocó un ápice el ya aprobado "Pacto de Estabilidad" del euro (añadiéndole al título: "y de crecimiento"); logró que se le añadiesen políticas activas, en la "estrategia de empleo de Luxemburgo", además de defender las 35 horas semanales con Martine Aubry en Trabajo. Y puso sobre la mesa el paper europeo más influyente sobre la gobernanza económica global, Por un Gobierno económico mundial (EL PAÍS, 26-11-1998), que ha alimentado todas las innovaciones del G-20 desde el estallido de la crisis.
Como director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) acabó con el consenso de Washington, el recetario neoliberal que la provocó: la propia crisis hirió de muerte a esa doctrina, pero de haber persistido en ella, el FMI sería hoy un cadáver.
Promovió un nuevo ideario, enhebrado sobre todo por el nuevo economista-jefe Olivier Blanchard: véase su rompedor documento colectivo, Rethinking Macroeconomic Policy, 12-2-2010. Abrió paso a herejías y heterodoxias como la reimplantación (temporal y selectiva) de controles de cambio o la incorporación del empleo a los indicadores y objetivos: "El empleo y la igualdad son los pilares de la estabilidad y la prosperidad", declaró.
Y así rescató a la institución como think tank del renovado G-20, ese embrión de gobierno mundial, del que sería crecientemente brazo ejecutor, por lo que se le multiplicaron los fondos para paliar la recesión. El FMI, que él reformó dando más peso a los emergentes, ha sido el último organismo en rendirse (y no del todo) a la primacía sin matices de la lucha contra el déficit sobre el estímulo al crecimiento.
Desde Washington aconsejó, medió y arbitró en las crisis de la deuda europea. Junto a Jean-Claude Trichet (BCE) -otro que se va, por distintas razones-, convenció el 28 de abril de 2010 a Angela Merkel de la necesidad de rescatar a Grecia, lo que coprotagonizó el 2 de mayo. "Fue el hombre necesario, en el puesto adecuado, en el momento preciso", escribía ayer Martin Wolf en el FT. El Nobel Joseph E. Stiglitz sostenía el domingo en EL PAIS-Negocios, que "un nuevo FMI ha surgido bajo el liderazgo" de DSK, quien "está demostrando ser un líder sagaz".
De modo que el vacío existe ya, pues ningún milagro resucitará a este Lázaro. La UE postula que le suceda un/a europeo/a. Con argumentos desiguales. Históricos, pues ese es el pacto desde la creación de las instituciones de Bretton Woods al final de la II Guerra Mundial: pero la vida cambia. De propiedad, porque "Europa es el primer accionista del Fondo", como dice el comisario Michel Barnier: pero su 31,99% (contra EE UU, el 17,75%; o China, el 4,01%; e India, el 2,45%) es algo variable. Y de oportunidad, porque la UE necesita un bróker externo que la entienda y la arbitre.
Para ese papel se requiere un concurso de méritos. Pueden acreditarlos europeos como la francesa Christine Lagarde, la dama de la derecha sensata, o el británico Gordon Brown, torero de la primera fase de la crisis (y autor del ilustrativo Beyond the crash, FP, Nueva York, 2010).
Pero también otros como el exministro turco de Hacienda, Kemal Dervis, quien negoció, duro, un rescate con el Fondo en 2001; trabajó dos décadas en el Banco Mundial y es directivo de la Brookings Institution. Dervis no es UE, pero es europeo. ¿Qué piensa? En un debate de la World Policy Conference entre él y Trichet, que este columnista moderó en octubre, dijo:
* "La palanca decisiva de la gobernanza económica mundial debe ser el FMI pues todos están ahí representados. Debe albergar un Consejo de Ministros de Economía formal que dé cuenta al G-20 de jefes de Estado".
* "La rapidez en el ajuste macro es clave. Cierto informalismo permitiría incluir en ellos entidades incluso privadas".
* "Por desgracia aún estamos lejos de crear un organismo mundial como la OMC, para lo monetario y lo fiscal".
* "Los países ricos deben percatarse de que están perdiendo el monopolio de la riqueza".
* "España es un ejemplo para Turquía: siendo de la UE, conserva estrechas relaciones con Latinoamérica: nosotros también con el mundo musulmán".
Tampoco Mario Draghi es alemán y dirigirá el BCE.

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