Alberto Aziz Nassif / El Universal
Cuando los ciudadanos toman las calles y plantean alternativas a la política formal y a las instituciones, algo importante sucede. En España, en el corazón de Europa occidental, con una democracia consolidada, se llenan las plazas. En el Magreb se toman las calles, en México hay una expresión ciudadana que crece. Casos diferentes y demandas similares; pulsiones comunes y destinos inciertos. ¿Qué está pasando entre la democracia y los ciudadanos? Durante los primeros meses de este año vimos cómo el norte de África se llenó de movimientos que derrocaron a gobiernos añosos; diversas dictaduras empezaron a caer (Túnez, Egipto); algunas otras siguen en la pelea (Yemen) y las más resistentes han llegado a la represión (Siria) y a la guerra civil (Libia). ¿Se ha iniciado la democratización en el Magreb? En México se inició un movimiento ciudadano por la paz que también tomó las calles. En este caso lo inexplicable es, —después de una fallida estrategia en contra del crimen y una guerra que ya rebasa los 40 mil muertos— que no haya pasado antes. Se ha vulnerado la democracia y cada vez tiene mayor resonancia la expresión de “estamos hasta la madre”. La última novedad empezó el 15 de mayo en la plaza central de Madrid, Puerta del Sol, y ya se ha extendido a 60 ciudades en toda España. No estamos a fines de los años sesentas, no es el movimiento del 68, pero hay un clima que nos hace recordar de qué forma en ese año hubo movimientos estudiantiles que pedían democratizar y abrir los sistemas políticos. A pesar de la complejidad en el norte de África, hay que entender que ese ciclo será largo y tendrá que empezar desde abajo a crear instituciones republicanas y cultura democrática. En el caso de México hay un impulso civil que busca un cambio de rumbo porque el sistema político no procesa las demandas ciudadanas, se encuentra asfixiado entre los intereses y las pugnas partidistas. En España parece que los horizontes de futuro se han nublado, sobre todo para los jóvenes que sólo ven incertidumbre y precariedad en las condiciones que ha dejado la crisis económica y en las políticas restrictivas para enfrentarla. Pero hay algo más, y esa es una novedad: una insatisfacción con el sistema político formal, con los ciclos de partidos y elecciones, ¿se asoma una crisis de representación? En Plaza del Sol la agenda es amplia, las redes sociales difunden e intercomunican a los manifestantes. Algunos de los lemas y carteles expresan la convocatoria: “toma la calle”, “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, “que los violentos se queden en casa”, “se acabó la tolerancia, cabrones!!”. Una de las páginas del movimiento se llama ¡Democracia real YA! El movimiento abre una amplia convocatoria en un manifiesto en el que ubica al sujeto que habla: “Nosotros, los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales”. Son los ciudadanos de a pie, esos que consideran que los políticos no los ven ni los escuchan. Se describen como “personas normales y corrientes… unos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos… pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social… por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… por la indefensión del ciudadano de a pie”. El manifiesto plantea los supuestos de una democracia avanzada, que no se cumplen; los derechos ciudadanos, que se han violado; la democracia política, que no funciona porque no representa; el dominio de la acumulación de poder y de la acumulación económica. La propuesta es por una “revolución ética… somos personas, no productos del mercado”. Tal vez la fecha electoral destapó la movilización. La autoridad prohibió la concentración y fue como gasolina al fuego; después la Junta Electoral Central (el IFE español), prohibió la concentración —en votación dividida de cinco contra cuatro— dos días antes de las elecciones, pero fue como tapar el sol con un dedo. De forma prudente no se desalojó a los “acampados”. Las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo expresaron un severo castigo al PSOE gobernante por la crisis; ganó la derecha, el Partido Popular, que tampoco será una solución. El malestar crece, la crisis ha dejado desarmados a los ciudadanos y la política formal no satisface la representación. Ese panorama lo vemos en muchas partes. Pero, por lo pronto, en Plaza del Sol uno de los manifestantes dice: “Esta vez no nos han escuchado, ni siquiera de que sacaran a los corruptos de las candidaturas”. Los ciudadanos tomaron la plaza.
Cuando los ciudadanos toman las calles y plantean alternativas a la política formal y a las instituciones, algo importante sucede. En España, en el corazón de Europa occidental, con una democracia consolidada, se llenan las plazas. En el Magreb se toman las calles, en México hay una expresión ciudadana que crece. Casos diferentes y demandas similares; pulsiones comunes y destinos inciertos. ¿Qué está pasando entre la democracia y los ciudadanos? Durante los primeros meses de este año vimos cómo el norte de África se llenó de movimientos que derrocaron a gobiernos añosos; diversas dictaduras empezaron a caer (Túnez, Egipto); algunas otras siguen en la pelea (Yemen) y las más resistentes han llegado a la represión (Siria) y a la guerra civil (Libia). ¿Se ha iniciado la democratización en el Magreb? En México se inició un movimiento ciudadano por la paz que también tomó las calles. En este caso lo inexplicable es, —después de una fallida estrategia en contra del crimen y una guerra que ya rebasa los 40 mil muertos— que no haya pasado antes. Se ha vulnerado la democracia y cada vez tiene mayor resonancia la expresión de “estamos hasta la madre”. La última novedad empezó el 15 de mayo en la plaza central de Madrid, Puerta del Sol, y ya se ha extendido a 60 ciudades en toda España. No estamos a fines de los años sesentas, no es el movimiento del 68, pero hay un clima que nos hace recordar de qué forma en ese año hubo movimientos estudiantiles que pedían democratizar y abrir los sistemas políticos. A pesar de la complejidad en el norte de África, hay que entender que ese ciclo será largo y tendrá que empezar desde abajo a crear instituciones republicanas y cultura democrática. En el caso de México hay un impulso civil que busca un cambio de rumbo porque el sistema político no procesa las demandas ciudadanas, se encuentra asfixiado entre los intereses y las pugnas partidistas. En España parece que los horizontes de futuro se han nublado, sobre todo para los jóvenes que sólo ven incertidumbre y precariedad en las condiciones que ha dejado la crisis económica y en las políticas restrictivas para enfrentarla. Pero hay algo más, y esa es una novedad: una insatisfacción con el sistema político formal, con los ciclos de partidos y elecciones, ¿se asoma una crisis de representación? En Plaza del Sol la agenda es amplia, las redes sociales difunden e intercomunican a los manifestantes. Algunos de los lemas y carteles expresan la convocatoria: “toma la calle”, “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, “que los violentos se queden en casa”, “se acabó la tolerancia, cabrones!!”. Una de las páginas del movimiento se llama ¡Democracia real YA! El movimiento abre una amplia convocatoria en un manifiesto en el que ubica al sujeto que habla: “Nosotros, los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales”. Son los ciudadanos de a pie, esos que consideran que los políticos no los ven ni los escuchan. Se describen como “personas normales y corrientes… unos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos… pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social… por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… por la indefensión del ciudadano de a pie”. El manifiesto plantea los supuestos de una democracia avanzada, que no se cumplen; los derechos ciudadanos, que se han violado; la democracia política, que no funciona porque no representa; el dominio de la acumulación de poder y de la acumulación económica. La propuesta es por una “revolución ética… somos personas, no productos del mercado”. Tal vez la fecha electoral destapó la movilización. La autoridad prohibió la concentración y fue como gasolina al fuego; después la Junta Electoral Central (el IFE español), prohibió la concentración —en votación dividida de cinco contra cuatro— dos días antes de las elecciones, pero fue como tapar el sol con un dedo. De forma prudente no se desalojó a los “acampados”. Las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo expresaron un severo castigo al PSOE gobernante por la crisis; ganó la derecha, el Partido Popular, que tampoco será una solución. El malestar crece, la crisis ha dejado desarmados a los ciudadanos y la política formal no satisface la representación. Ese panorama lo vemos en muchas partes. Pero, por lo pronto, en Plaza del Sol uno de los manifestantes dice: “Esta vez no nos han escuchado, ni siquiera de que sacaran a los corruptos de las candidaturas”. Los ciudadanos tomaron la plaza.
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