martes, 31 de mayo de 2011

INDIGNEZ-VOUS

José Blanco / La Jornada
"Yo también nací en 1917", dice José Luis Sampedro Sáez (Barcelona, febrero de 1917), que por su sobresaliente trayectoria literaria y por su pensamiento comprometido con los problemas de su tiempo, es un referente intelectual y moral de primer orden en la España de la segunda mitad del siglo XX; escritor, humanista, economista que aboga por una economía "más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos", ha prologado la brevísima obra de Stéphane Hessel, Indignez-vous: ¡Indignaos!, o ¡Indíngnate!, como lo preferiríamos en el español latinoamericano, y que fue publicada hacia octubre de 2010. Los jóvenes franceses tomaron la palabra de inmediato, pero que duda cabe que el impacto social más fuerte ha sido hasta ahora en diversas ciudades de España, especialmente en Barcelona.
Los franceses, que se ubican en la punta del ranking del pesimismo mundial, habían comprado en diciembre pasado medio millón de ejemplares de este librito de sólo 30 páginas.
Stéphane Hessel, el autor, nacido en Berlín en octubre de 1917, es un diplomático, escritor, y militante político francés, miembro de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, que fue capturado y torturado por la Gestapo y fue recluso de los campos de concentración de Bunchen Wald y Dora-Mittelbau. Es el último escritor vivo de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
"Yo también estoy indignado", continúa diciendo Sampedro desde Barcelona, con sus 93 años. También viví una guerra. También soporté una dictadura. Al igual que a Hessel, me escandaliza e indigna la situación de Palestina y la bárbara invasión de Irak. Podría aportar más detalles, pero la edad y la época bastan para mostrar que nuestras vivencias han sucedido en el mismo mundo. Hablamos en la misma onda. Comparto sus ideas y me hace feliz poder presentar en España el llamamiento de este brillante héroe de la Resistencia francesa, posteriormente diplomático en activo en muchas misiones de interés, siempre a favor de la paz y la justicia.
Continúo con las palabras de San Pedro: ¡Indignaos! Un grito, un toque de clarín que interrumpe el tráfico callejero y obliga a levantar la vista a los reunidos en la plaza. Como la sirena que anunciaba la cercanía de aquellos bombarderos: una alerta para no bajar la guardia.
Al principio sorprende. ¿Qué pasa? ¿De qué nos alertan? El mundo gira como cada día. Vivimos en democracia, en el estado de bienestar de nuestra maravillosa civilización occidental. Aquí no hay guerra, no hay ocupación. Esto es Europa, cuna de culturas. Sí, ése es el escenario y su decorado. Pero ¿de verdad estamos en una democracia? ¿De verdad bajo ese nombre gobiernan los pueblos de muchos países? ¿O hace tiempo que se ha evolucionado de otro modo?
Actualmente en Europa y fuera de ella, los financieros, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado ya el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio, sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos. El autor de este libro recuerda cómo los primeros programas económicos de Francia después de la Segunda Guerra Mundial incluían la nacionalización de la banca, aunque después, en épocas de bonanza, se fue rectificando. En cambio ahora, la culpabilidad del sector financiero en esta gran crisis no sólo no ha conducido a ello; ni siquiera se ha planteado la supresión de mecanismos y operaciones de alto riesgo. No se eliminan los paraísos fiscales ni se acometen reformas importantes del sistema. Los financieros apenas han soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el dinero y sus dueños tienen más poder que los gobiernos. Como dice Hessel, el poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos, y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general.
¡Indignaos!, dice Hessel a los jóvenes, porque de la indignación nace la voluntad de compromiso con la historia. De la indignación nació la Resistencia contra el nazismo y de la indignación tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados. Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas. Hessel reconoce que para un joven de su época indignarse y resistirse fue más claro, aunque no más fácil, porque la invasión del país por tropas fascistas es más evidente que la dictadura del entramado financiero internacional. El nazismo fue vencido por la indignación de muchos, pero el peligro totalitario en sus múltiples variantes no ha desaparecido. Ni en aspectos tan burdos como los campos de concentración (Guantánamo, Abu Ghraib), muros, vallas, ataques preventivos y lucha contra el terrorismo en lugares geoestratégicos, ni en otros mucho más sofisticados y tecnificados como la mal llamada globalización financiera.
¡Indignaos!, insiste Hessel a los jóvenes. Les recuerda los logros de la segunda mitad del siglo XX en el terreno de los derechos humanos, la implantación de la seguridad social, los avances del estado de bienestar, al tiempo que les señala los actuales retrocesos. Los brutales atentados del 11-S en Nueva York y las desastrosas acciones emprendidas por Estados Unidos como respuesta a los mismos, están marcando el camino inverso. Un camino que en la primera década de este siglo XXI se está recorriendo a una velocidad alarmante. De ahí la alerta de Hessel a los jóvenes. Con su grito les dice: Chicos, cuidado, hemos luchado por conseguir lo que tenéis, ahora os toca a vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis que os lo arrebaten. ¡Indignaos todos los jóvenes del planeta!


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