Orlando Delgado Selley / Proceso
Luego de semanas de insistir con que las cosas van bien en México, en unos cuantos días tres evaluaciones institucionales demostraron exactamente lo contrario: el país está mal, ha empeorado y lo sigue haciendo.
En el Informe Trimestral sobre la Inflación, correspondiente a los tres primeros meses de 2011, el Banco de México ha señalado que los sueldos y salarios de los trabajadores mexicanos sufrieron un significativo deterioro en 2009 y 2010. Por su parte, el Inegi informó que la economía informal genera más empleos que la formal. Y la Cepal señaló que México, junto con Guatemala, Honduras, Panamá y República Dominicana, está entre los países con los salarios más bajos de América Latina.
Felipe Calderón y su secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, habían trazado una estrategia en la que, con asiduidad, se alegraban de que las remuneraciones en el país hubieran crecido en 2010. Ello, como les gusta decir, mostraba que “el país avanza por el camino correcto y es, sin dudas, el lugar de la oportunidad”.
Lo cierto es que no hay tal. Según Banxico, el ingreso promedio de los trabajadores manufactureros mexicanos cayó 6.8% respecto a lo que ganaban en junio de 2008. Entre los trabajadores dedicados al comercio, es decir, quienes trabajan en las tiendas departamentales por ejemplo, la reducción en términos reales es mayor, del 10.7%.
Junto con esta información, el Inegi da cuenta de la estructura salarial de la economía: 17.4% de la población ocupada, es decir, 7.6 millones personas, obtuvieron menos de 1,800 pesos, es decir, por abajo del salario mínimo mensual; 5.6 millones de trabajadores (12.4%), ganaron 1,800 pesos, un salario mínimo mensual; 10.3 millones de mexicanos (22.7%), tuvieron un ingreso entre 1,800 y 3,600 mensuales; otros 9.4 millones de compatriotas (21.4%), ganaron entre 3,600 y 5,400 al mes.
Este conjunto, que suma 31.9 millones de trabajadores gana entre menos de un salario mínimo y hasta 5,400 mensuales, los que no les permite una vida con los satisfactores mínimos indispensables.
Es desvergonzado, entonces, plantear que el país va por “el buen camino” cuando prácticamente 3 de cada 4 trabajadores no tiene los ingresos adecuados para mantener a su familia. La responsabilidad del gobierno es lograr que las cosas mejoren y el de Calderón no sólo no lo ha logrado, sino que ha habido un deterioro sensible.
Solamente 26% del total de la población ocupada percibe un ingreso superior a esos 5,400 mensuales. Tampoco en relación con esta población puede sostenerse que, como lo hizo con descaro Ernesto Cordero hace unas semanas, que esta es la clase media mexicana. Muchos de este conjunto de 11.7 millones de personas cuentan con ingresos que no les permiten considerarse familias con una situación económica resuelta. Por el contrario, la aguda concentración del ingreso da cuenta de que el promedio de ingresos del 10% más rico de la población es de 15,000, lo que indica que la mayor parte de ese 26% tiene ingresos más bien limitados.
Pero no sólo es que en materia salarial no vamos por el camino correcto. En términos ocupacionales la información ofrece un panorama bastante sombrío. Según la información del Inegi la economía informal ocupa a más personas que las que están registradas en la seguridad social. Los datos son los siguientes: la población económicamente activa, a la que se le llama PEA, es de 47.5 millones de personas, de las que están ocupadas 45.03 millones y desempleadas 2.47 millones (5.2% de la PEA). De los que tienen trabajo, 13.53 millones de personas están ocupadas en todas las actividades informales, mientras que 12.9 millones son trabajadores afiliados permanentemente al IMSS.
La presencia creciente de la informalidad en el mercado de trabajo tiene implicaciones importantes. Justamente su diferencia respecto a la formalidad es que carece de prestaciones económicas y de seguridad social. No cuentan con servicio médico, ni seguro de vida y, lo que es peor, es que nunca tendrán derecho a jubilarse. De modo que esos 13 millones de mexicanos nunca recibirán una pensión, lo que les obligará a trabajar prácticamente hasta el límite de sus días. Están generando ya presiones sobre los servicios de salud y las generarán durante toda su vida.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) nos ha colocado a los trabajadores mexicanos entre los que menos ganan en América Latina. Nuestra situación nos ubica junto a países pobres, pese a que la economía mexicana es una de las quince más importantes del mundo. El planteo de la Cepal es contundente:
“El crecimiento de la economía puede tener un impacto favorable en la generación de empleos, pero un impacto menor en los ingresos.”
Además, resulta que aunque ha aumentado la formalización del empleo asalariado, la tercera parte de los asalariados de América Latina carecen de un contrato de trabajo donde se asienten derechos y obligaciones. En México, como anotamos, la proporción de trabajadores sin contrato es mayor.
Así que México no va por el camino correcto. Caminamos sin rumbo, extraviados, con un gobierno que sólo acierta a insistir en cosas que carecen de sentido para la población. El gobierno inventa un mundo que no existe. Cree que puede convencer a algunos, pero la realidad es que nadie lo toma en serio.
Luego de semanas de insistir con que las cosas van bien en México, en unos cuantos días tres evaluaciones institucionales demostraron exactamente lo contrario: el país está mal, ha empeorado y lo sigue haciendo.
En el Informe Trimestral sobre la Inflación, correspondiente a los tres primeros meses de 2011, el Banco de México ha señalado que los sueldos y salarios de los trabajadores mexicanos sufrieron un significativo deterioro en 2009 y 2010. Por su parte, el Inegi informó que la economía informal genera más empleos que la formal. Y la Cepal señaló que México, junto con Guatemala, Honduras, Panamá y República Dominicana, está entre los países con los salarios más bajos de América Latina.
Felipe Calderón y su secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, habían trazado una estrategia en la que, con asiduidad, se alegraban de que las remuneraciones en el país hubieran crecido en 2010. Ello, como les gusta decir, mostraba que “el país avanza por el camino correcto y es, sin dudas, el lugar de la oportunidad”.
Lo cierto es que no hay tal. Según Banxico, el ingreso promedio de los trabajadores manufactureros mexicanos cayó 6.8% respecto a lo que ganaban en junio de 2008. Entre los trabajadores dedicados al comercio, es decir, quienes trabajan en las tiendas departamentales por ejemplo, la reducción en términos reales es mayor, del 10.7%.
Junto con esta información, el Inegi da cuenta de la estructura salarial de la economía: 17.4% de la población ocupada, es decir, 7.6 millones personas, obtuvieron menos de 1,800 pesos, es decir, por abajo del salario mínimo mensual; 5.6 millones de trabajadores (12.4%), ganaron 1,800 pesos, un salario mínimo mensual; 10.3 millones de mexicanos (22.7%), tuvieron un ingreso entre 1,800 y 3,600 mensuales; otros 9.4 millones de compatriotas (21.4%), ganaron entre 3,600 y 5,400 al mes.
Este conjunto, que suma 31.9 millones de trabajadores gana entre menos de un salario mínimo y hasta 5,400 mensuales, los que no les permite una vida con los satisfactores mínimos indispensables.
Es desvergonzado, entonces, plantear que el país va por “el buen camino” cuando prácticamente 3 de cada 4 trabajadores no tiene los ingresos adecuados para mantener a su familia. La responsabilidad del gobierno es lograr que las cosas mejoren y el de Calderón no sólo no lo ha logrado, sino que ha habido un deterioro sensible.
Solamente 26% del total de la población ocupada percibe un ingreso superior a esos 5,400 mensuales. Tampoco en relación con esta población puede sostenerse que, como lo hizo con descaro Ernesto Cordero hace unas semanas, que esta es la clase media mexicana. Muchos de este conjunto de 11.7 millones de personas cuentan con ingresos que no les permiten considerarse familias con una situación económica resuelta. Por el contrario, la aguda concentración del ingreso da cuenta de que el promedio de ingresos del 10% más rico de la población es de 15,000, lo que indica que la mayor parte de ese 26% tiene ingresos más bien limitados.
Pero no sólo es que en materia salarial no vamos por el camino correcto. En términos ocupacionales la información ofrece un panorama bastante sombrío. Según la información del Inegi la economía informal ocupa a más personas que las que están registradas en la seguridad social. Los datos son los siguientes: la población económicamente activa, a la que se le llama PEA, es de 47.5 millones de personas, de las que están ocupadas 45.03 millones y desempleadas 2.47 millones (5.2% de la PEA). De los que tienen trabajo, 13.53 millones de personas están ocupadas en todas las actividades informales, mientras que 12.9 millones son trabajadores afiliados permanentemente al IMSS.
La presencia creciente de la informalidad en el mercado de trabajo tiene implicaciones importantes. Justamente su diferencia respecto a la formalidad es que carece de prestaciones económicas y de seguridad social. No cuentan con servicio médico, ni seguro de vida y, lo que es peor, es que nunca tendrán derecho a jubilarse. De modo que esos 13 millones de mexicanos nunca recibirán una pensión, lo que les obligará a trabajar prácticamente hasta el límite de sus días. Están generando ya presiones sobre los servicios de salud y las generarán durante toda su vida.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) nos ha colocado a los trabajadores mexicanos entre los que menos ganan en América Latina. Nuestra situación nos ubica junto a países pobres, pese a que la economía mexicana es una de las quince más importantes del mundo. El planteo de la Cepal es contundente:
“El crecimiento de la economía puede tener un impacto favorable en la generación de empleos, pero un impacto menor en los ingresos.”
Además, resulta que aunque ha aumentado la formalización del empleo asalariado, la tercera parte de los asalariados de América Latina carecen de un contrato de trabajo donde se asienten derechos y obligaciones. En México, como anotamos, la proporción de trabajadores sin contrato es mayor.
Así que México no va por el camino correcto. Caminamos sin rumbo, extraviados, con un gobierno que sólo acierta a insistir en cosas que carecen de sentido para la población. El gobierno inventa un mundo que no existe. Cree que puede convencer a algunos, pero la realidad es que nadie lo toma en serio.
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