lunes, 30 de mayo de 2011

¿DONDE FIRMO?

Jacobo Zabludovsky / El Universal
Las propuestas de los indignados son las mías. Ayer culminaron las reuniones en la Puerta del Sol madrileña, empañadas el viernes por el desalojo violento de la plaza Cataluña. Redactaron sus acuerdos y los convirtieron en opciones concretas de acción y presión. No tienen el estilo acartonado de los políticos. Son un ejercicio de democracia pura, tan diáfana que parece ingenua. No lo es.
Lo que piden para España lo quiero para México y díganme dónde firmo.
Quitamos algunos temas tan propios del paisaje ibérico como el toro de Osborne y encontramos asombrosa similitud en angustias que nos unen a pesar del Atlántico. La preocupación por un referéndum sobre república o monarquía no se ajusta al molde mexicano. Es un ejemplo, como la reducción del gasto militar, imposible para nosotros, habida cuenta de la guerra declarada por el Gobierno mexicano contra un enemigo cuya fuerza, a juzgar por el aumento geométrico de los muertos que llegan (nunca se sabrá con exactitud, pero cada día suman más) a 40 mil y agregue heridos, secuestrados y ahuyentados de sus lugares por el pánico.
Cambios a la ley electoral. Deben aceptarse las candidaturas fuera de los partidos políticos, reconocerse el derecho constitucional de votar por quien se quiere sin interferencias y ser votado sin intermediarios, rompiendo el monopolio de los partidos políticos.
“Acceso popular a los medios de comunicación que deben ser éticos y veraces”. Pongo entre comillas las peticiones españolas para remarcar a qué grado se identifican con las injusticias que los mexicanos desean borrar. “Democracia participativa y directa en la que la ciudadanía tome parte activa”.
Convertir en constitucional el “derecho a una vivienda digna y reformar la ley hipotecaria para que la entrega de la vivienda en caso de impago cancele la deuda”.
“Refuerzo de una educación pública y laica”, asunto en que desde hace 150 años los mexicanos hemos avanzado más que los españoles, mantenedores de una intervención directa de la Iglesia en la educación, tan medieval como la de México antes de las Leyes de Reforma. Se da el fenómeno curioso de que mientras en España se lucha por perfeccionar la laicidad, en México es amenazada por la creciente injerencia eclesiástica en todos los ámbitos, desde las idas a misa semanal y pública del presidente Fox, hasta el viaje del presidente Calderón al Vaticano para asistir a un acto tan puramente místico como una beatificación. Se trata de convencernos de que esas violaciones al espíritu laico de nuestras leyes pueden cometerse sin que pase nada. Si pasa. El plan avanza. “Reforma fiscal, modificación de los impuestos al patrimonio y sucesiones”. En México agregaríamos leyes para una distribución más equitativa de la riqueza. Más de 50 por ciento de habitantes bajo el nivel de miseria son un insulto donde se cultiva el odio, el rencor, la venganza.
“Rechazo y condena de la corrupción. Las listas de quienes optan a un cargo público deben estar libres de imputados o condenados por corrupción”. El catastrófico fracaso en la lucha contra la corrupción es evidente aquí y allá.
“Sistema financiero: nacionalización inmediata de todas las entidades bancarias que hayan tenido que ser rescatadas”. Ya lo hicimos y así nos fue. Tema pegado como uña y carne a la corrupción.
“Verdadera regulación de las condiciones laborales”. En eso estamos y aunque aquí tiene otro nombre, en el fondo coincidimos: el costo de cualquier cambio lo pagará el asalariado.
“Cierre de todas las centrales nucleares y promoción de energías renovables y gratuitas”. En lo primero, de acuerdo. En lo segundo no sé cómo le van a hacer.
“La clase política no nos representa pero hay que sufrirla. Eliminar el Senado por ser una cámara innecesaria”. Argumentan que en Alemania no lo tienen y no les va peor.
En fin. Entre utopías y un jugar a la política sana acabaron ayer dos semanas de un grito de indignación que asombró al mundo. Falta probar, a partir de hoy, que todo esto sirvió de algo. Falta amarrar, porque como decía el Gallo: “Lo bien toreao es lo bien arrematao”. La verdadera batalla comienza ahora, cuando se levantaron las tiendas, se retiraron los toldos, se barrieron las aceras y se restableció el paso de autobuses.
El letrero de “Los nuevos guerrilleros” parece, en la Puerta del Sol, testimonio romántico de la quincena pacífica y abstemia que una generación soñó despierta. Un letrero, ¿será mañana el único vestigio de esta hazaña?
Sería una lástima, porque esa zapatería se llama así desde antes de que los milicianos de la spanish revolution gastaran sus primeras botas.
De todos modos, me sedujeron. A mí nomás díganme dónde firmo.

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