José Blanco / La Jornada
Tal vez nunca en la historia el capitalismo nos había mostrado tantos de sus peores rostros, simultáneamente. Pero nada peor que la fuga de crudo de un pozo de unos seis kilómetros de profundidad, cuya inmensa y huracanada boca está a mil quinientos metros de la superficie marina, arrojando con violencia inusitada 60 mil barriles de crudo por día, cifras que escapan a nuestro entendimiento.
Es evidente que la empresa British Petroleum (BP) no cuenta con la tecnología para enfrentar el desastre que produjo, pero es obvio también que ni Exxon Mobil ni Royal Dutch Shell (empresas más grandes aun que BP) ni nadie en el mundo, posee la tecnología necesaria para frenar esa hecatombe marina. En tanto, pocos parecen darse cuenta que no es Estados Unidos el que se desangra en los abisales, sino nuestro planeta.
Si el gobierno de Obama tuviera a la mano la tecnología necesaria, hace mucho tiempo que habría hecho a un lado a la inservible BP, y se habría vestido de luces frente al mundo. Pero no actúa porque no tiene con qué remediar nada. Sólo hacer discursos sobre la responsabilidad de BP, y todo lo que tiene que pagar.
BP, por su parte, no tiene con qué pagar nada. Cada semana pide préstamos y más préstamos para lidiar con la pesadilla que creó su torpe tecnología. La fuga petrolera ha hundido sus finanzas: una de esas bazofias del sistema financiero llamadas agencias calificadoras, la estadunidense Fitch, rebajó en seis niveles la categoría de BP, de “AA” a “BBB”, el antepenúltimo escalón en el ranking de las inversiones recomendadas.
Estamos ante la posibilidad muy real que BP se declare en quiebra. Cerrará y otra instancia, seguramente el gobierno gringo, deberá lidiar con el problema, sin herramientas ni tecnología alguna para remediar el desastre.
Frente al desastre ecológico, BP está llevando a cabo principalmente dos acciones: una, la aplicación de dispersantes en la fuente de salida del petróleo, para evitar, dicen, daños mayores; la Agencia de Protección Ambiental y la Guardia Costera autorizaron a BP a aplicarlos a efecto de buscar que el petróleo alcance la orilla con una consistencia menos densa. Según Mildred Real, fundadora y directora de Common Ground for Conservation, aliada y vocera del blog especializado en asuntos ambientales llamado La Onda Verde, con sede en Florida, el problema de fondo es que “los fabricantes de dispersantes y el mismo plan de respuesta de BP, están protegidos bajo una cláusula de Información Confidencial de Negocios. Esto les permite guardar silencio amparándose en la ley y no revelar el potencial impacto que pueden causar estos dispersantes en el ambiente, la calidad del agua y del aire y la salud humana, especialmente ahora que han sido usados en un lapso prolongado y en cantidades que nunca han sido evaluadas”.
La segunda acción que ha emprendido BP es la perforación de un “pozo de intercepción y alivio”, que se barrena a una aún mayor profundidad del lugar ubicado en el que se construía la plataforma Deepwater Horizon, que reventó. BP espera contener la fuga en agosto. ¿Alguna base para creerlo? Si fuera cierto, para entonces, más o mucho más de 7 millones de barriles de petróleo se habrán dispersado, acaso letalmente para miles de especies marinas, en quién sabe qué tamaño de área del golfo de México; ignoramos cuánto habrá devastado, para cuántas décadas, acaso desde las costas de Luisiana y Florida hasta las de Tamaulipas, Veracruz, Campeche y Yucatán, más varias islas del Caribe. Mucho de esto, que se menciona en numerosos medios estadunidenses, son oscuras suposiciones de un monstruo que arroja petróleo furiosamente desde el fondo del mar, provocado por la proverbial impericia a que puede llevar la razón de ser de las empresas: ganancias.
A mediados de junio, Obama expresó en un discurso público: “Nuestro trabajo no culmina con esta crisis. Esta es una de las razones por las que la semana pasada invité a los legisladores de ambos partidos a reunirse conmigo en la Casa Blanca para discutir cómo encaminarnos hacia una legislación que promueva una nueva economía, basada en empleos ambientalmente amigables, que combatan el cambio climático y acaben con nuestra dependencia del petróleo extranjero”.
Obama is a good guy, tiene buenos deseos. Pero su reforma migratoria es algo muy parecido al agua de borrajas, su reforma a la salud fue un parto de los montes y su reforma financiera también. Los monstruosos intereses de las empresas petroleras ¿dejarán el bussines en bien de la humanidad?
A mediados de junio un grupo de empresarios gringos, convocados por el magnate de la comunicación Rupert Murdoch, se reunió en Manhattan, bajo la divisa reaganeana de “menos gobierno y menos impuestos”, para combatir las acciones de Obama sobre la reforma financiera, entre otros temas. Murdoch, después de declararse “escéptico” sobre el cambio climático y los avances que se pueden lograr con compromisos en la reducción de emisiones, animó exaltadamente a sus congéneres a explotar los recursos naturales propios. Declaró, como el descerebrado depredador que es: “Los estadunidenses no compramos Alaska para atender a los alces”.
¿Puede haber más amenazante oscuridad?
Tal vez nunca en la historia el capitalismo nos había mostrado tantos de sus peores rostros, simultáneamente. Pero nada peor que la fuga de crudo de un pozo de unos seis kilómetros de profundidad, cuya inmensa y huracanada boca está a mil quinientos metros de la superficie marina, arrojando con violencia inusitada 60 mil barriles de crudo por día, cifras que escapan a nuestro entendimiento.
Es evidente que la empresa British Petroleum (BP) no cuenta con la tecnología para enfrentar el desastre que produjo, pero es obvio también que ni Exxon Mobil ni Royal Dutch Shell (empresas más grandes aun que BP) ni nadie en el mundo, posee la tecnología necesaria para frenar esa hecatombe marina. En tanto, pocos parecen darse cuenta que no es Estados Unidos el que se desangra en los abisales, sino nuestro planeta.
Si el gobierno de Obama tuviera a la mano la tecnología necesaria, hace mucho tiempo que habría hecho a un lado a la inservible BP, y se habría vestido de luces frente al mundo. Pero no actúa porque no tiene con qué remediar nada. Sólo hacer discursos sobre la responsabilidad de BP, y todo lo que tiene que pagar.
BP, por su parte, no tiene con qué pagar nada. Cada semana pide préstamos y más préstamos para lidiar con la pesadilla que creó su torpe tecnología. La fuga petrolera ha hundido sus finanzas: una de esas bazofias del sistema financiero llamadas agencias calificadoras, la estadunidense Fitch, rebajó en seis niveles la categoría de BP, de “AA” a “BBB”, el antepenúltimo escalón en el ranking de las inversiones recomendadas.
Estamos ante la posibilidad muy real que BP se declare en quiebra. Cerrará y otra instancia, seguramente el gobierno gringo, deberá lidiar con el problema, sin herramientas ni tecnología alguna para remediar el desastre.
Frente al desastre ecológico, BP está llevando a cabo principalmente dos acciones: una, la aplicación de dispersantes en la fuente de salida del petróleo, para evitar, dicen, daños mayores; la Agencia de Protección Ambiental y la Guardia Costera autorizaron a BP a aplicarlos a efecto de buscar que el petróleo alcance la orilla con una consistencia menos densa. Según Mildred Real, fundadora y directora de Common Ground for Conservation, aliada y vocera del blog especializado en asuntos ambientales llamado La Onda Verde, con sede en Florida, el problema de fondo es que “los fabricantes de dispersantes y el mismo plan de respuesta de BP, están protegidos bajo una cláusula de Información Confidencial de Negocios. Esto les permite guardar silencio amparándose en la ley y no revelar el potencial impacto que pueden causar estos dispersantes en el ambiente, la calidad del agua y del aire y la salud humana, especialmente ahora que han sido usados en un lapso prolongado y en cantidades que nunca han sido evaluadas”.
La segunda acción que ha emprendido BP es la perforación de un “pozo de intercepción y alivio”, que se barrena a una aún mayor profundidad del lugar ubicado en el que se construía la plataforma Deepwater Horizon, que reventó. BP espera contener la fuga en agosto. ¿Alguna base para creerlo? Si fuera cierto, para entonces, más o mucho más de 7 millones de barriles de petróleo se habrán dispersado, acaso letalmente para miles de especies marinas, en quién sabe qué tamaño de área del golfo de México; ignoramos cuánto habrá devastado, para cuántas décadas, acaso desde las costas de Luisiana y Florida hasta las de Tamaulipas, Veracruz, Campeche y Yucatán, más varias islas del Caribe. Mucho de esto, que se menciona en numerosos medios estadunidenses, son oscuras suposiciones de un monstruo que arroja petróleo furiosamente desde el fondo del mar, provocado por la proverbial impericia a que puede llevar la razón de ser de las empresas: ganancias.
A mediados de junio, Obama expresó en un discurso público: “Nuestro trabajo no culmina con esta crisis. Esta es una de las razones por las que la semana pasada invité a los legisladores de ambos partidos a reunirse conmigo en la Casa Blanca para discutir cómo encaminarnos hacia una legislación que promueva una nueva economía, basada en empleos ambientalmente amigables, que combatan el cambio climático y acaben con nuestra dependencia del petróleo extranjero”.
Obama is a good guy, tiene buenos deseos. Pero su reforma migratoria es algo muy parecido al agua de borrajas, su reforma a la salud fue un parto de los montes y su reforma financiera también. Los monstruosos intereses de las empresas petroleras ¿dejarán el bussines en bien de la humanidad?
A mediados de junio un grupo de empresarios gringos, convocados por el magnate de la comunicación Rupert Murdoch, se reunió en Manhattan, bajo la divisa reaganeana de “menos gobierno y menos impuestos”, para combatir las acciones de Obama sobre la reforma financiera, entre otros temas. Murdoch, después de declararse “escéptico” sobre el cambio climático y los avances que se pueden lograr con compromisos en la reducción de emisiones, animó exaltadamente a sus congéneres a explotar los recursos naturales propios. Declaró, como el descerebrado depredador que es: “Los estadunidenses no compramos Alaska para atender a los alces”.
¿Puede haber más amenazante oscuridad?
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