IGNACIO SOTELO / EL PAÍS
El problema es España -baja productividad por una educación deficiente que se plasma en la falta de una ciencia capaz de impulsar una innovación tecnológica propia-, pero lo desconcertante es que se tambalea la única solución que se divisaba en el horizonte, aniquilando la esperanza de que Europa nos vaya a arropar en un decenio en el que con un alto desempleo creceremos poco.
Cabe temblar ante el afán de salir de la crisis sin que en el fondo cambie nada en la Unión
Conscientes de que el destino de cada uno de los Estados miembros radica en una Europa unida que funcione, nada tan preocupante como la actual incertidumbre sobre el futuro de la UE. Si evitar que la crisis se repita exige una política económica común que a la larga implique un fortalecimiento de la unión política, hasta ahora solo se percibe un egoísmo descarnado, aliñado con fuertes dosis de populismo, tentado cada país de gritar sálvese el que pueda.
La mayor sorpresa la ha dado Alemania, a la que con razón se reprocha ser causa del desequilibrio interno por haber centrado el crecimiento en la exportación -el 40% va a la Europa comunitaria- en vez de aumentar el consumo con salarios más altos y menos recortes sociales. Cuando los países con balanzas comerciales negativas predican la necesidad de mejorar la productividad para exportar más, a Alemania se la critica por conseguir aquello que los demás pretenden, máxime cuando China, que le ha arrebatado el primer puesto como país exportador, lleva a cabo la misma política, produciendo aún un mayor desequilibrio a escala mundial.
Como Alemania depende totalmente de que no descarrile el nuevo marco que llamamos euro, sabe que no puede desprenderse de la responsabilidad por el conjunto, pero intentará imponer las condiciones básicas de una política económica unitaria, como en su día lo hizo con el Banco Central Europeo, al priorizar no tanto el crecimiento o el empleo como la estabilidad monetaria. Para los españoles que desde el ingreso en la Comunidad con el apoyo decisivo del canciller Kohl se han movido en la esfera que protagoniza Alemania, resulta muy difícil de entender que en una semana tensísima los rumores sobre la poca fiabilidad financiera de España hayan venido de fuentes gubernamentales alemanas, sin duda presionadas por los bancos acreedores que temen la posible insolvencia de los españoles y tratan de curarse en salud. Habrá que tomar nota de que en momentos difíciles haya fallado el que había sido nuestro principal socio valedor.
Empero para confirmar los peores temores basta leer el Proyecto Europa 2030 del Grupo de reflexión sobre el futuro de la UE, presentado en mayo. Sin el menor análisis de una situación tan compleja como la que pasa la UE, se recomienda una economía social de mercado altamente competitiva; flexibilidad, a la vez que seguridad en el empleo; un mejor sistema educativo, con el fin de hacer realidad la sociedad del conocimiento; cambiar la actual tendencia demográfica con una expectativa de vida cada vez más alta y una fertilidad decreciente y asegurar una inmigración de calidad, sin la que Europa no podría sobrevivir; asegurar el abastecimiento energético sin renunciar a la nuclear, recalcando el truismo de que la energía más limpia y barata es la que no se consume, pero sin decir cómo se puede ahorrar energía, manteniendo el nivel de vida, ni explicar cómo se combina la política energética que se propone con la lucha contra el cambio climático; en fin, conseguir el equilibrio correcto entre libertad y seguridad y acercar la UE a los Estados miembros y sobre todo a los ciudadanos.
Es difícil no estar de acuerdo en estos objetivos, lugares comunes ampliamente compartidos, que se quiere ver realizados en 2030, sin tomar en consideración si todos resultan compatibles, ni hacer la más mínima alusión a los factores que pueden modificar sustancialmente el futuro, o a las dificultades que seguro surgirán a partir de las distintas posiciones e intereses, así como de la falta de un grupo rector, como antes de 1990 lo fue el eje franco-alemán. Ni siquiera se menciona si el área del euro seguirá ampliándose, o la Unión quedará partida en dos o más grupos con intereses contrapuestos. Cabe temblar ante este afán de salir de la crisis sin que en el fondo cambie nada.
El problema es España -baja productividad por una educación deficiente que se plasma en la falta de una ciencia capaz de impulsar una innovación tecnológica propia-, pero lo desconcertante es que se tambalea la única solución que se divisaba en el horizonte, aniquilando la esperanza de que Europa nos vaya a arropar en un decenio en el que con un alto desempleo creceremos poco.
Cabe temblar ante el afán de salir de la crisis sin que en el fondo cambie nada en la Unión
Conscientes de que el destino de cada uno de los Estados miembros radica en una Europa unida que funcione, nada tan preocupante como la actual incertidumbre sobre el futuro de la UE. Si evitar que la crisis se repita exige una política económica común que a la larga implique un fortalecimiento de la unión política, hasta ahora solo se percibe un egoísmo descarnado, aliñado con fuertes dosis de populismo, tentado cada país de gritar sálvese el que pueda.
La mayor sorpresa la ha dado Alemania, a la que con razón se reprocha ser causa del desequilibrio interno por haber centrado el crecimiento en la exportación -el 40% va a la Europa comunitaria- en vez de aumentar el consumo con salarios más altos y menos recortes sociales. Cuando los países con balanzas comerciales negativas predican la necesidad de mejorar la productividad para exportar más, a Alemania se la critica por conseguir aquello que los demás pretenden, máxime cuando China, que le ha arrebatado el primer puesto como país exportador, lleva a cabo la misma política, produciendo aún un mayor desequilibrio a escala mundial.
Como Alemania depende totalmente de que no descarrile el nuevo marco que llamamos euro, sabe que no puede desprenderse de la responsabilidad por el conjunto, pero intentará imponer las condiciones básicas de una política económica unitaria, como en su día lo hizo con el Banco Central Europeo, al priorizar no tanto el crecimiento o el empleo como la estabilidad monetaria. Para los españoles que desde el ingreso en la Comunidad con el apoyo decisivo del canciller Kohl se han movido en la esfera que protagoniza Alemania, resulta muy difícil de entender que en una semana tensísima los rumores sobre la poca fiabilidad financiera de España hayan venido de fuentes gubernamentales alemanas, sin duda presionadas por los bancos acreedores que temen la posible insolvencia de los españoles y tratan de curarse en salud. Habrá que tomar nota de que en momentos difíciles haya fallado el que había sido nuestro principal socio valedor.
Empero para confirmar los peores temores basta leer el Proyecto Europa 2030 del Grupo de reflexión sobre el futuro de la UE, presentado en mayo. Sin el menor análisis de una situación tan compleja como la que pasa la UE, se recomienda una economía social de mercado altamente competitiva; flexibilidad, a la vez que seguridad en el empleo; un mejor sistema educativo, con el fin de hacer realidad la sociedad del conocimiento; cambiar la actual tendencia demográfica con una expectativa de vida cada vez más alta y una fertilidad decreciente y asegurar una inmigración de calidad, sin la que Europa no podría sobrevivir; asegurar el abastecimiento energético sin renunciar a la nuclear, recalcando el truismo de que la energía más limpia y barata es la que no se consume, pero sin decir cómo se puede ahorrar energía, manteniendo el nivel de vida, ni explicar cómo se combina la política energética que se propone con la lucha contra el cambio climático; en fin, conseguir el equilibrio correcto entre libertad y seguridad y acercar la UE a los Estados miembros y sobre todo a los ciudadanos.
Es difícil no estar de acuerdo en estos objetivos, lugares comunes ampliamente compartidos, que se quiere ver realizados en 2030, sin tomar en consideración si todos resultan compatibles, ni hacer la más mínima alusión a los factores que pueden modificar sustancialmente el futuro, o a las dificultades que seguro surgirán a partir de las distintas posiciones e intereses, así como de la falta de un grupo rector, como antes de 1990 lo fue el eje franco-alemán. Ni siquiera se menciona si el área del euro seguirá ampliándose, o la Unión quedará partida en dos o más grupos con intereses contrapuestos. Cabe temblar ante este afán de salir de la crisis sin que en el fondo cambie nada.
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