Antonio Navalón / El Universal
El encargado del despacho de Hacienda, Ernesto Cordero, es un hombre joven ante todo fiel al Presidente. Ama el tenis. Le hubiera complacido un partido de dobles junto a Juan Camilo Mouriño.
Cordero es, lo sepa o no, lo quiera o no, la explicación última del vodevil de las últimas semanas que concluyó con el cambio hacia abajo en el gabinete. Es el final del túnel, la solución de todos los problemas del PAN. Todo es PAN. Todo está en el PAN. Gómez Mont se fue del PAN por estar en desacuerdo con las alianzas; otros estrategas electorales cercanos al Presidente, como Germán Martínez, también tuvieron que irse por un error clave: convocar a elecciones como si fueran referéndum de la política de seguridad y, por tanto, presidencial, y perderlo.
A partir de ahí, César Nava, un corredor de fondo que nadie esperaba, en condiciones adversas por la derrota del PAN, se hizo con su presidencia. Lo supiera o no Calderón, la operación aparentemente suicida de las alianzas salió bien. Tras el 4 de julio, y consecuencia de lo que nadie quiso apadrinar abiertamente, salvo Nava, el futuro candidato del PAN puede tener probabilidad de ganar en 2012.
Aquí comienza la madre de todas las batallas. No importan las encuestas, ni que al ratificarse Nava frente al PAN se convierta en pieza clave en designar posible sucesor de Calderón, lo que importa es que el círculo de leales —cada vez más cerca del corazón, pero más lejos de la eficacia política— se aprestó a tener un candidato seguro: Ernesto Cordero. Veamos: los datos de la economía mexicana son buenos, más de lo esperado. En el primer trimestre del año, el PIB creció 4.3% y en julio el Fondo Monetario Internacional reportó al alza su expectativa de crecimiento económico pasando de 4.2 a 4.5 por ciento en 2010.
Esto habla de que Cordero es un buen administrador y encargado de despacho. Si bien no ha conseguido pasar a la clasificación de secretario de Hacienda —la sombra de Agustín Carstens es la que, desde su despacho de Banxico, dicta la política económica e incluso ha desaparecido la sana crítica anterior entre las dos entidades con el dúo Carstens-Ortiz—, lo que sí ha hecho Cordero, y muy bien, es servir al PAN, cortando el grifo del dinero a los gobernadores priístas.
No importan las encuestas, ni si Cordero se lo cree, lo importante es que es fiel, leal, candidato seguro del círculo íntimo del Presidente. Y como para ellos no existe el pueblo de México, han hecho de Ernesto no sólo el cordero del PAN que quita dinero a los demás, sino la única opción política de esa minoría que, respaldada por el Presidente, hace, cambia y pone para que lo que no definen las encuestas ni los votos —aún— lo concreten la fidelidad y el ser un cuate del alma, cáliz de la confianza. Cordero para Presidente
El encargado del despacho de Hacienda, Ernesto Cordero, es un hombre joven ante todo fiel al Presidente. Ama el tenis. Le hubiera complacido un partido de dobles junto a Juan Camilo Mouriño.
Cordero es, lo sepa o no, lo quiera o no, la explicación última del vodevil de las últimas semanas que concluyó con el cambio hacia abajo en el gabinete. Es el final del túnel, la solución de todos los problemas del PAN. Todo es PAN. Todo está en el PAN. Gómez Mont se fue del PAN por estar en desacuerdo con las alianzas; otros estrategas electorales cercanos al Presidente, como Germán Martínez, también tuvieron que irse por un error clave: convocar a elecciones como si fueran referéndum de la política de seguridad y, por tanto, presidencial, y perderlo.
A partir de ahí, César Nava, un corredor de fondo que nadie esperaba, en condiciones adversas por la derrota del PAN, se hizo con su presidencia. Lo supiera o no Calderón, la operación aparentemente suicida de las alianzas salió bien. Tras el 4 de julio, y consecuencia de lo que nadie quiso apadrinar abiertamente, salvo Nava, el futuro candidato del PAN puede tener probabilidad de ganar en 2012.
Aquí comienza la madre de todas las batallas. No importan las encuestas, ni que al ratificarse Nava frente al PAN se convierta en pieza clave en designar posible sucesor de Calderón, lo que importa es que el círculo de leales —cada vez más cerca del corazón, pero más lejos de la eficacia política— se aprestó a tener un candidato seguro: Ernesto Cordero. Veamos: los datos de la economía mexicana son buenos, más de lo esperado. En el primer trimestre del año, el PIB creció 4.3% y en julio el Fondo Monetario Internacional reportó al alza su expectativa de crecimiento económico pasando de 4.2 a 4.5 por ciento en 2010.
Esto habla de que Cordero es un buen administrador y encargado de despacho. Si bien no ha conseguido pasar a la clasificación de secretario de Hacienda —la sombra de Agustín Carstens es la que, desde su despacho de Banxico, dicta la política económica e incluso ha desaparecido la sana crítica anterior entre las dos entidades con el dúo Carstens-Ortiz—, lo que sí ha hecho Cordero, y muy bien, es servir al PAN, cortando el grifo del dinero a los gobernadores priístas.
No importan las encuestas, ni si Cordero se lo cree, lo importante es que es fiel, leal, candidato seguro del círculo íntimo del Presidente. Y como para ellos no existe el pueblo de México, han hecho de Ernesto no sólo el cordero del PAN que quita dinero a los demás, sino la única opción política de esa minoría que, respaldada por el Presidente, hace, cambia y pone para que lo que no definen las encuestas ni los votos —aún— lo concreten la fidelidad y el ser un cuate del alma, cáliz de la confianza. Cordero para Presidente
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