viernes, 3 de diciembre de 2010

¿DESUNIÓN EUROPEA?

Jorge Montaño / El Universal
La filtración de documentos que ha expuesto a la diplomacia estadounidense quitó los reflectores mediáticos de la situación económica que asedia a Europa. Hace apenas un año, después de resolver serias diferencias lograron aprobar el Tratado de Lisboa, es decir, la Carta Magna de la UE. La crisis griega mostró muy pronto incapacidad para defender la zona euro, al carecer de respuestas a la adversidad financiera. A seis meses del primer rescate prevalece el estado de indefensión frente al asedio de mercados, que continúa sitiando a los países más vulnerables.
Los análisis más recientes coinciden en la irrelevancia de Europa como un actor con peso especifico en el escenario mundial. Todo apunta a que, en pocos años, sus economías representarán el 10% del total mundial. Los países emergentes, principalmente asiáticos, continuarán consolidándose. Jacques Delors asevera que “el fallo ha sido querer hacer la Unión Monetaria sin la Unión Económica”, lo cual parece especulativo a otros especialistas. La decisión inevitable de incorporar a los países del Este resultó más costosa y sin beneficios tangibles de lo anticipado, quizás por haberlo apresurado, animados por un veranillo de bonanza que generó expectativas inalcanzables.
El desplome irlandés puso en evidencia, nuevamente, que el colapso de una economía pequeña tiene efectos mayúsculos en el resto. La volatilidad no se agotó con los acuerdos en Atenas. Por lo pronto, en las próximas semanas pasarán pruebas severas las economías de Portugal, España e Italia. Todo parece indicar que sólo Alemania tiene condiciones sanas para salir adelante. Sin embargo, esto no es suficiente, abriendo la posibilidad de que no se sostenga el euro como moneda única. La canciller Merkel enfrenta presiones de una opinión pública intolerante ante la posibilidad de seguir rescatando “holgazanes y dilapidadores, que se aprovechan de la salud económica de los alemanes”.
Las dificultades económicas europeas significarán igualmente un deterioro de su relevancia política en el contexto internacional. Los apremios de sus electorados darán prioridad a la solución de demandas inmediatas. La parroquialización de la política es una premisa que seguirá cualquier gobierno que pretenda sobrevivir. En ese sentido, también se vulneran los objetivos comunes, dando paso a un discurso crítico, que repudia distracción de recursos en políticas de integración que no supongan soluciones al deterioro de economías locales.
El desvanecimiento de Europa no es algo menor, cuando está en plena crisis el modelo capitalista estadounidense, que en sus últimas elecciones decidió dar un golpe de timón a favor de una política conservadora y proteccionista. A partir de enero que asuma el nuevo congreso sus funciones el mundo advertirá un repliegue de la actividad externa de Estados Unidos. Es previsible un deslavamiento de la actividad multilateral en temas de gran importancia en los que han sido decisivos los afanes europeos. Equilibrio en el Consejo de Seguridad, respeto a derechos humanos, cambio climático, ayuda a países en desarrollo, combate al crimen organizado y hasta el futuro de los programas de la cumbre iberoamericana, que son iniciativas que han prosperado por el compromiso europeo.
En días pasados, Merkel y Sarkozy estimularon la incertidumbre bursátil, al proponer la participación de fondos privados en los rescates de las economías más asediadas. Esta condonación para que irrumpa el capitalismo despiadado en la esfera de las finanzas públicas desestabiliza los mercados y fomenta la especulación. En especial, manda un mensaje de ruptura con la solidaridad del proyecto común, desconociendo los beneficios de los rescates multilaterales creados en Europa y los más convencionales del Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. No es claro si este desplante es un anuncio de ruptura o de elevar el costo de los apoyos. Es factible suponer que ambos líderes están mandando mensajes a sus electorados, a fin de reducir la irritación que pudiera provocar una generosidad inaceptable.
Internacionalista

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