De los 50 Estados de la Unión, 46 seguirán en números rojos en 2011. El fin de las ayudas federales puede agravar el problema y retrasar la recuperación
SANDRO POZZI / EL PAIS
Lo que el paquete fiscal no resuelve. Así titulaba Goldman Sachs su análisis sobre la prórroga de incentivos tributarios para las rentas altas aprobados en la era Bush. En efecto: el balón de oxígeno que reciben Estados y ciudades para afrontar su crisis de liquidez se está desinflando conforme el plan de estímulos económicos de la Administración Obama pierde intensidad. Y eso puede plantear un grave problema si la economía sigue estancada.
Los fondos federales se acaban y desaparecerán por completo a mediados de 2011, a finales del actual ejercicio fiscal. Goldman Sachs calcula que, en el mejor de los escenarios, los Estados tendrán que lidiar con un desfase de 82.000 millones de dólares. La Conferencia Nacional de Congresos Federales lo eleva a 111.000 millones. Y con los fondos del Gobierno central menguando, eso llevará más subidas de impuestos y recortes en programas públicos.
El Estado de Nueva York es un ejemplo del efecto devastador de la recesión en los ingresos públicos. El desfase en las cuentas se estima en 8.500 millones para el ejercicio 2011, que arrancó en abril. Para reducirlo, el Gobierno estatal ha establecido un rígido techo de gasto y lleva dos años recortando ayudas públicas a las escuelas y servicios sanitarios, así como los sueldos y las plantillas de funcionarios.
El caso más sonado es el de California, la mayor economía del país, con un agujero de 17.900 millones. El drama fiscal llegó a tal punto que para reducir gastos liberó a presos antes de que cumplieran condena. También es complicada la situación en Illinois, Michigan, Nevada y Pensilvania. Hay 11 Estados que corren el riesgo de ser rescatados por el Gobierno federal para evitar la bancarrota, según CMA Datavision.
Es algo que no ocurre desde la Gran Depresión, aunque no en lo local. La ciudad de Nueva York lo vivió en 1975, cuando el presidente Gerald Ford se negó a prestarle asistencia. Y es el camino que la ciudad californiana de Vallejo tomó en mayo de 2008 para poder reestructurar su abultada deuda. Harrisburg, capital de Pensilvania, lo evitó la pasada primavera de milagro.
La ciudad de Jefferson, en Alabama, no está mucho mejor. Y Central Falls, en Rhode Island, es incapaz de pagar sus facturas. San Diego, en California, también se plantea renunciar a sus obligaciones en materia de pensiones. Y para evitar lo peor, Miami recortó sueldos y pensiones, elevó las multas de tráfico y subió el impuesto para la recogida de la basura.
Standard & Poor's (S&P) indica que la situación tiende a estabilizarse conforme la economía mejora. Y aunque seguirá habiendo casos extremos, al igual que Goldman Sachs cree improbable el colapso que sí vaticina Meredith Whitney. Esta analista, que ganó su reputación cuestionando las finanzas de Citigroup, defiende que hasta 100 ciudades podrían sucumbir. Whitney duda de que el Gobierno federal vaya a salir al rescate de Estados y municipios por motivos políticos. "¿Quién en Nebraska va a querer que su dinero sirva para salvar a Florida?", se pregunta la experta, que traza un paralelismo con las tensiones que vive Europa derivadas de las medidas de austeridad impuestas desde Bruselas.
El problema mayor es, según el Instituto de Política Económica, el paro. En octubre, uno de cada cinco Estados tenía tasas superiores al 10%. Y más empleados públicos corren el riesgo de perder su trabajo si no se recuperan los ingresos necesarios para financiar los servicios básicos. Uno de cada siete trabajadores en EE UU lo hace para su Estado o para un municipio. Se calcula que desde 2008 se ha perdido el 2% del empleo en el sector, frente al 5% del privado.
"Es cuestión de adoptar decisiones difíciles", señalan desde S&P. Desde la perspectiva global, la agencia de calificación de riesgo apunta, sin embargo, que la mayoría de los Estados en EE UU "están menos endeudados comparados con otros gobiernos regionales" en el extranjero. Esto se debe en parte a que están obligados por ley a tener un presupuesto en equilibrio.
Eso no quita, señalan, que ciertos gobiernos necesiten reducir más algunos servicios y elevar la presión fiscal, sobretodo si deja de llegar la ayuda federal. La esperanza es que empiecen a encontrarse en una situación más cómoda en la segunda mitad de 2011, cuando el sector inmobiliario y el gasto local empiecen a mejorar. Se verá en primavera, cuando se definan los presupuestos de 2012.
La duda está en si estos recortes adicionales, necesarios para restaurar el equilibrio, y la ausencia de nuevos estímulos pueden entorpecer la recuperación económica en Estados como Nueva York. Por no dejar de mencionar que en 2011 empezará a notarse en las pensiones y la salud pública el impacto de las jubilaciones entre la generación del baby boom posterior a la II Guerra Mundial. Las críticas no van dirigidas solo al pacto fiscal de Barack Obama con los republicanos. También miran a la Reserva Federal. Los analistas de Wells Fargo consideran que su segunda ronda de compra de deuda pública debería haber saltado en ayuda de los Gobiernos estatales y locales. -
No hay comentarios:
Publicar un comentario