Jorge Carrillo Olea / La Jornada
Aunque el gobierno se haya dado a la tarea de negar importancia hasta la estulticia a las filtraciones de Wikileaks, de entre ese abundante chismorreo surgen verdades irrevocables y punzantes. Una de ellas, asegurar que los servicios de inteligencia de nuestro país sencillamente están lejos de cumplir con cualquier expectativa. No es grato reflexionar sobre ello.
Y cómo no habían de estarlo si sólo excepcionalmente vieron una buena etapa: 1985-1994. Cómo si desde que nacieron a la formalidad lo hicieron de manera premeditadamente descaminada. Miguel Alemán, hombre de pocas virtudes, crea en 1947 la Dirección Federal de Seguridad (DFS), pero no para la protección del Estado, sino para la constante protección de él y de los poco edificantes intereses de su gobierno. A ella se le hace depender de la Presidencia de la República, seguramente para estrechar los lazos con el interesado central.
Al crearse no se nutre de especialistas, que no existían, pero que pudieron ser calificados, ya que entonces era una disciplina desconocida. No, se nutre de jóvenes militares con virtudes ajenas a su encargo. Su natural vocación es, antes que nada, servir al comandante supremo. Después, para lograrlo, actuar sin límites en el cumplimiento de lo que creían era su deber. Con excepción del sexenio de Ruiz Cortines, que la desprecia y envía a Gobernación, en los siguientes gobiernos creció en su poder sin límite y en sus prácticas ilegales y criminales. Desde su creación sus dirigentes fueron seres inescrupulosos que confundían el deber hacia el gobierno con el deber hacia el Estado.
Es hasta Miguel de la Madrid que, advertido de la criminalidad que en ella anidaba, la desaparece y sustituye en 1985 por un órgano científicamente diseñado con el propósito central de servir de garantía al Estado, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). Se perfecciona su existencia en el derecho en 1989.
Sería sólo un primer paso para construir la comunidad de inteligencia, el siguiente fue la creación de Centro de Planeación para el Control de Drogas (Cendro) en 1993, órgano altamente tecnificado para producir inteligencia contra el narcotráfico. El siguiente hubiera sido, según el proyecto, crear un Centro de Inteligencia Criminal, que nunca se dio, pues Zedillo, Fox y Calderón no creyeron necesitarlo. Faltaron también de crearse la Academia Nacional de Servicios Policiales y otras instituciones, ajenas a este texto.
Existía una función más a desarrollar y que vivió sólo efímeramente durante los regímenes de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, pues requería, y es una constante universal, del total apoyo presidencial, firme e inquebrantable: sujetar a normas de coordinación y cooperación a las otras agencias.
Todavía hoy son indescifradas la inteligencia militar y la de la Procuraduría General de la República, aunque al ser sujetas a presión pronto revelaron sus terribles deficiencias. La operada por la Marina se da con peligrosos y resbaladizos vínculos con organizaciones militares del más alto nivel del Pentágono, los Comando Norte y Sur, que con sus fuerzas de tierra, aéreas y marítimas, incluidas las nucleares, cubren todo el continente. Mantiene también no menos delicadas relaciones con la CIA, la DEA y el FBI, todo ello tolerado por Calderón, pero, ¿a cambio de qué? ¡Alerta, con ellos nada es gratis!
Es una realidad constante, clásica en los servicios de inteligencia, que cada dependencia tenga un arraigado sentido patrimonial sobre la que producen, buena o mala. La tentación de obtenerla y, sin compartirla con nadie, llevarla al Presidente, es patológica pero real y difícil de combatir. Hoy es práctica normal, con sus efectos devastadores.
Eso es lo que está sucediendo y es la explicación de la opinión de la embajada estadunidense, elevada a la consideración del Departamento de Estado y que ha sido filtrada por Wikileaks.
El diagnóstico que lograron se dio de haber derivado que hay:
–Un Cisen vuelto a ser defensor del gobierno y no del Estado y –ya en ello metido– contrario a su espíritu, a obtener inteligencia criminal en defensa del proyecto calderonista, con mucho debido a la deficiencia de las otras agencias.
–Un Cendro, nunca comprendido y, por ello, adulterado en sus propósitos, ignorados sus secretos de diseño y funcionalidad y echado a rodar por distintas dependencias, sin dirección calificada y sin destino. Zedillo lo quiso así.
–Un Centro de Inteligencia Criminal que nunca se creó. En su lugar se creó un búnker en la SSP útil sólo para lustre del titular, pero que tiene feliz a Calderón, quien fantasioso le llama "mis juguetitos", según declaró.
–Una inteligencia militar anacrónica, sin tecnificación, inconexa, reacia a la colaboración, protagónica ante el Presidente. "Operan virtualmente a ciegas" según el embajador Carlos Pascual.
–Un Presidente que no es capaz de imponer coordinación y cooperación y, a cambio, acepta informes individuales, sin contexto, sin vínculos, sin elaboración y que en diálogos tête à tête, por ellos felicita al oferente.
Todo esto explica los memos que desde la embajada han sido enviados a Washington. Han sido citados como trabajo de terceros niveles y sin contexto por el actuario Cordero. ¡¡Cuánto ignora el señor secretario de Hacienda, el dicente!! Sépalo: la diplomacia estadunidense es profesional.
¿Entonces? Rescatemos el derecho a enojarnos. Sí, pero con nosotros mismos, reconociendo que la verdad es una dama muy poco simpática. Porque además, ante esas agudas labores de inteligencia estadunidenses, ¿Dónde estuvieron nuestros recursos de contrainteligencia?
O bien, fuimos del todo complacientes. Ya lo dijo el diputado Rodríguez Marín, presidente de la Cámara de Diputados: "Todo esto ya lo sabíamos".
Aunque el gobierno se haya dado a la tarea de negar importancia hasta la estulticia a las filtraciones de Wikileaks, de entre ese abundante chismorreo surgen verdades irrevocables y punzantes. Una de ellas, asegurar que los servicios de inteligencia de nuestro país sencillamente están lejos de cumplir con cualquier expectativa. No es grato reflexionar sobre ello.
Y cómo no habían de estarlo si sólo excepcionalmente vieron una buena etapa: 1985-1994. Cómo si desde que nacieron a la formalidad lo hicieron de manera premeditadamente descaminada. Miguel Alemán, hombre de pocas virtudes, crea en 1947 la Dirección Federal de Seguridad (DFS), pero no para la protección del Estado, sino para la constante protección de él y de los poco edificantes intereses de su gobierno. A ella se le hace depender de la Presidencia de la República, seguramente para estrechar los lazos con el interesado central.
Al crearse no se nutre de especialistas, que no existían, pero que pudieron ser calificados, ya que entonces era una disciplina desconocida. No, se nutre de jóvenes militares con virtudes ajenas a su encargo. Su natural vocación es, antes que nada, servir al comandante supremo. Después, para lograrlo, actuar sin límites en el cumplimiento de lo que creían era su deber. Con excepción del sexenio de Ruiz Cortines, que la desprecia y envía a Gobernación, en los siguientes gobiernos creció en su poder sin límite y en sus prácticas ilegales y criminales. Desde su creación sus dirigentes fueron seres inescrupulosos que confundían el deber hacia el gobierno con el deber hacia el Estado.
Es hasta Miguel de la Madrid que, advertido de la criminalidad que en ella anidaba, la desaparece y sustituye en 1985 por un órgano científicamente diseñado con el propósito central de servir de garantía al Estado, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). Se perfecciona su existencia en el derecho en 1989.
Sería sólo un primer paso para construir la comunidad de inteligencia, el siguiente fue la creación de Centro de Planeación para el Control de Drogas (Cendro) en 1993, órgano altamente tecnificado para producir inteligencia contra el narcotráfico. El siguiente hubiera sido, según el proyecto, crear un Centro de Inteligencia Criminal, que nunca se dio, pues Zedillo, Fox y Calderón no creyeron necesitarlo. Faltaron también de crearse la Academia Nacional de Servicios Policiales y otras instituciones, ajenas a este texto.
Existía una función más a desarrollar y que vivió sólo efímeramente durante los regímenes de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, pues requería, y es una constante universal, del total apoyo presidencial, firme e inquebrantable: sujetar a normas de coordinación y cooperación a las otras agencias.
Todavía hoy son indescifradas la inteligencia militar y la de la Procuraduría General de la República, aunque al ser sujetas a presión pronto revelaron sus terribles deficiencias. La operada por la Marina se da con peligrosos y resbaladizos vínculos con organizaciones militares del más alto nivel del Pentágono, los Comando Norte y Sur, que con sus fuerzas de tierra, aéreas y marítimas, incluidas las nucleares, cubren todo el continente. Mantiene también no menos delicadas relaciones con la CIA, la DEA y el FBI, todo ello tolerado por Calderón, pero, ¿a cambio de qué? ¡Alerta, con ellos nada es gratis!
Es una realidad constante, clásica en los servicios de inteligencia, que cada dependencia tenga un arraigado sentido patrimonial sobre la que producen, buena o mala. La tentación de obtenerla y, sin compartirla con nadie, llevarla al Presidente, es patológica pero real y difícil de combatir. Hoy es práctica normal, con sus efectos devastadores.
Eso es lo que está sucediendo y es la explicación de la opinión de la embajada estadunidense, elevada a la consideración del Departamento de Estado y que ha sido filtrada por Wikileaks.
El diagnóstico que lograron se dio de haber derivado que hay:
–Un Cisen vuelto a ser defensor del gobierno y no del Estado y –ya en ello metido– contrario a su espíritu, a obtener inteligencia criminal en defensa del proyecto calderonista, con mucho debido a la deficiencia de las otras agencias.
–Un Cendro, nunca comprendido y, por ello, adulterado en sus propósitos, ignorados sus secretos de diseño y funcionalidad y echado a rodar por distintas dependencias, sin dirección calificada y sin destino. Zedillo lo quiso así.
–Un Centro de Inteligencia Criminal que nunca se creó. En su lugar se creó un búnker en la SSP útil sólo para lustre del titular, pero que tiene feliz a Calderón, quien fantasioso le llama "mis juguetitos", según declaró.
–Una inteligencia militar anacrónica, sin tecnificación, inconexa, reacia a la colaboración, protagónica ante el Presidente. "Operan virtualmente a ciegas" según el embajador Carlos Pascual.
–Un Presidente que no es capaz de imponer coordinación y cooperación y, a cambio, acepta informes individuales, sin contexto, sin vínculos, sin elaboración y que en diálogos tête à tête, por ellos felicita al oferente.
Todo esto explica los memos que desde la embajada han sido enviados a Washington. Han sido citados como trabajo de terceros niveles y sin contexto por el actuario Cordero. ¡¡Cuánto ignora el señor secretario de Hacienda, el dicente!! Sépalo: la diplomacia estadunidense es profesional.
¿Entonces? Rescatemos el derecho a enojarnos. Sí, pero con nosotros mismos, reconociendo que la verdad es una dama muy poco simpática. Porque además, ante esas agudas labores de inteligencia estadunidenses, ¿Dónde estuvieron nuestros recursos de contrainteligencia?
O bien, fuimos del todo complacientes. Ya lo dijo el diputado Rodríguez Marín, presidente de la Cámara de Diputados: "Todo esto ya lo sabíamos".
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